Ay, Dios mío, esto sí que es novela. Don William Villalobos, un señor de 73 años con unas cataratas que lo tienen viendo como si estuviera detrás de un chuco de vidrio, vivió un bajón tremendo. Tres horitas antes de su tan esperada cirugía, ¡le cancelaron todo! Y eso no es lo peor, la nueva fecha... ¡2027! Imagínate la bronca, el pobre hombre.
La historia es así: Don William, como muchos adultos mayores acá en Costa Rica, depende totalmente del CCSS. Había conseguido una cita para operar esas cataratas el 17 de junio de 2026 en el Hospital San Vicente de Paúl en Heredia, pensando que pronto podría volver a disfrutar de la vida sin tener que andar tanteando para no chocarse con las paredes. Él me contaba que ya casi ni veía las caras de sus nietos, qué tristeza.
Pero resulta que unos días atrás, le llamaron diciéndole que su cirugía se adelantaba para el viernes 26 de septiembre. Una luz de esperanza brilló, pensó que por fin iba a recuperar su vista. Se preparó mentalmente, dejó de lado cualquier actividad importante, pues se visualizaba recuperándose pronto. Pero la alegría duró menos que un caramelo en boca de un nene. Cuando llegó al hospital, ¡lo tenían esperando para decirle que lo reprogramaban para 2027! ¡Una verdadera torta!
Ahora, don William anda como zombie, aturdido y sin poder creer lo que le pasó. No puede conseguir lentes, dicen en el mismo CCSS que no le pueden recetar porque “su cirugía está próxima”. ¿Próxima pa’ cuándo?, diay. Ver sin gafas y con la visión empeorando día tras día es pura tortura. Está perdiendo momentos valiosos con su familia, no puede conducir, ni leer bien, ni siquiera caminar tranquilo por la calle sin tropezar. Pobre tipo, qué brete lleva encima.
Este caso, amigos, es la punta del iceberg de las listas de espera interminables que tenemos en el CCSS. Miles de personas sufriendo situaciones similares, esperando meses e incluso años por cirugías, tratamientos y estudios médicos. No es ningún secreto que el sistema sanitario público está colapsado, con recursos limitados y una creciente demanda. Lo que pasa es que esto afecta directamente a nuestros abuelos, a nuestra gente más vulnerable. ¡Es hora de ponerle atención a esto!
He intentado contactar al Hospital San Vicente de Paúl para obtener una explicación oficial, pero hasta ahora silencio. Dicen que la gestión está en trámite, pero a don William eso no le llena el plato. Mientras tanto, sigue dando vueltas en la desesperación, con la esperanza de que alguien escuche su clamor y le devuelva la posibilidad de ver el mundo con claridad. Esto es una calamidad, pura sal.
No podemos seguir permitiendo que historias como la de don William sean la norma. Necesitamos soluciones reales y urgentes para mejorar la eficiencia del sistema sanitario y garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso oportuno a la atención médica que necesitan. Hay que exigirle cuentas a las autoridades, buscar alternativas y presionar para que se invierta más en salud pública. Que no se siga ignorando esta problemática, que va en contra de nuestra propia esencia como sociedad solidaria.
La situación de don William nos invita a reflexionar: ¿Deberíamos estar exigiendo cambios más profundos en el funcionamiento del CCSS, incluyendo una revisión urgente de las prioridades y los criterios para programar las cirugías? ¿Se debería considerar la opción de recurrir a colaboraciones con clínicas privadas para aliviar la carga del sistema público? Compartan sus ideas y experiencias en los comentarios; necesitamos soluciones, ¡y rápido! Que digan su opinión sobre este tema que nos concierne a todos, mae.
La historia es así: Don William, como muchos adultos mayores acá en Costa Rica, depende totalmente del CCSS. Había conseguido una cita para operar esas cataratas el 17 de junio de 2026 en el Hospital San Vicente de Paúl en Heredia, pensando que pronto podría volver a disfrutar de la vida sin tener que andar tanteando para no chocarse con las paredes. Él me contaba que ya casi ni veía las caras de sus nietos, qué tristeza.
Pero resulta que unos días atrás, le llamaron diciéndole que su cirugía se adelantaba para el viernes 26 de septiembre. Una luz de esperanza brilló, pensó que por fin iba a recuperar su vista. Se preparó mentalmente, dejó de lado cualquier actividad importante, pues se visualizaba recuperándose pronto. Pero la alegría duró menos que un caramelo en boca de un nene. Cuando llegó al hospital, ¡lo tenían esperando para decirle que lo reprogramaban para 2027! ¡Una verdadera torta!
Ahora, don William anda como zombie, aturdido y sin poder creer lo que le pasó. No puede conseguir lentes, dicen en el mismo CCSS que no le pueden recetar porque “su cirugía está próxima”. ¿Próxima pa’ cuándo?, diay. Ver sin gafas y con la visión empeorando día tras día es pura tortura. Está perdiendo momentos valiosos con su familia, no puede conducir, ni leer bien, ni siquiera caminar tranquilo por la calle sin tropezar. Pobre tipo, qué brete lleva encima.
Este caso, amigos, es la punta del iceberg de las listas de espera interminables que tenemos en el CCSS. Miles de personas sufriendo situaciones similares, esperando meses e incluso años por cirugías, tratamientos y estudios médicos. No es ningún secreto que el sistema sanitario público está colapsado, con recursos limitados y una creciente demanda. Lo que pasa es que esto afecta directamente a nuestros abuelos, a nuestra gente más vulnerable. ¡Es hora de ponerle atención a esto!
He intentado contactar al Hospital San Vicente de Paúl para obtener una explicación oficial, pero hasta ahora silencio. Dicen que la gestión está en trámite, pero a don William eso no le llena el plato. Mientras tanto, sigue dando vueltas en la desesperación, con la esperanza de que alguien escuche su clamor y le devuelva la posibilidad de ver el mundo con claridad. Esto es una calamidad, pura sal.
No podemos seguir permitiendo que historias como la de don William sean la norma. Necesitamos soluciones reales y urgentes para mejorar la eficiencia del sistema sanitario y garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso oportuno a la atención médica que necesitan. Hay que exigirle cuentas a las autoridades, buscar alternativas y presionar para que se invierta más en salud pública. Que no se siga ignorando esta problemática, que va en contra de nuestra propia esencia como sociedad solidaria.
La situación de don William nos invita a reflexionar: ¿Deberíamos estar exigiendo cambios más profundos en el funcionamiento del CCSS, incluyendo una revisión urgente de las prioridades y los criterios para programar las cirugías? ¿Se debería considerar la opción de recurrir a colaboraciones con clínicas privadas para aliviar la carga del sistema público? Compartan sus ideas y experiencias en los comentarios; necesitamos soluciones, ¡y rápido! Que digan su opinión sobre este tema que nos concierne a todos, mae.
