Maes, pónganse a pensar por un segundo en el nivel de despiche que tiene que ser levantarse un viernes, listo para cerrar el brete de la semana, y darse cuenta de que su WhatsApp personal ya no es suyo. Ahora imaginen que usted no es cualquier persona, sino el presidente del Congreso, Rodrigo Arias. Diay, la vara se pone color de hormiga, ¿verdad? Pues eso fue exactamente lo que pasó. El despacho del mismísimo Arias tuvo que salir corriendo a mandar un comunicado oficial para avisarle a todo el mundo que su número había sido vulnerado por ciberdelincuentes. O sea, en lenguaje tico: le volaron el chunche y ahora cualquiera sabe qué clase de mensajes podrían estar saliendo de ahí.
¡Qué torta más monumental! Porque aquí no estamos hablando de que le hackearon el Candy Crush. Es el número personal del mae que dirige la Asamblea Legislativa. El comunicado, muy formal y todo, alerta sobre "posibles intentos de estafa o suplantación de identidad". ¡Obvio! Yo me imagino los mensajes que ya deben estar mandando: "Mae, soy Rodrigo, ¿me puede hacer un SINPE para una emergencia de Plenaria?" o "Diay, ¿le interesa comprar unos dólares a buen precio?". La vara es que esto deja en evidencia una vulnerabilidad que asusta, porque si le pasa a él, con todo el aparato de seguridad y asesores que se maneja, ¿qué queda para el resto de nosotros, los mortales que andamos por la vida con la clave "1234"?
Y como para que el cuento no parezca un hecho aislado, resulta que esta es la segunda vez en una semana que un pez gordo de Liberación Nacional queda en media calle digital. El lunes le pasó a la diputada Andrea Álvarez, que también reportó que desde su número andaban en la trama de vender dólares. ¿Coincidencia? ¡Qué sal! Ya uno empieza a pensar si es que hay una campaña dirigida o si es que, simplemente, en el PLN no le están poniendo mucha atención a la seguridad de dos pasos. Sea como sea, dos figuras políticas del mismo partido, hackeadas con días de diferencia... la vara huele raro, y no es a tamal de mediodía.
Este despiche nos debería poner a todos a pensar más allá del chisme. ¿Cuál es el protocolo de seguridad que siguen nuestros políticos? ¿Tienen equipos que los asesoren para no jalarse una torta con un clic a un enlace sospechoso? Porque, seamos honestos, hoy en día el celular es la oficina, el banco, el álbum de fotos y hasta el baúl de los secretos. Que un personaje de este calibre pierda el control de su principal herramienta de comunicación es, simple y sencillamente, un fallo de seguridad garrafal. Ya no es solo un problema personal de Arias; es un asunto de seguridad nacional, porque la información que pasa por ese teléfono puede ser increíblemente sensible. Es la crónica de un despiche anunciado.
Al final, esta situación es un balde de agua fría que nos recuerda lo expuestos que estamos todos. Desde el estudiante que usa el celular para las clases hasta el presidente del Congreso. El problema es que las consecuencias no son las mismas para todos. Aquí la pregunta va más allá del vacilón de imaginar a Don Rodrigo pidiendo plata por WhatsApp. La verdadera discusión es: si la gente que está en la cúpula del poder es así de vulnerable, ¿qué tan jodidos estamos el resto? ¿Es pura mala suerte y descuido personal, o hay algo más turbio moviéndose detrás de esta vara?
Ahí se las dejo picando. ¿Ustedes qué opinan?
¡Qué torta más monumental! Porque aquí no estamos hablando de que le hackearon el Candy Crush. Es el número personal del mae que dirige la Asamblea Legislativa. El comunicado, muy formal y todo, alerta sobre "posibles intentos de estafa o suplantación de identidad". ¡Obvio! Yo me imagino los mensajes que ya deben estar mandando: "Mae, soy Rodrigo, ¿me puede hacer un SINPE para una emergencia de Plenaria?" o "Diay, ¿le interesa comprar unos dólares a buen precio?". La vara es que esto deja en evidencia una vulnerabilidad que asusta, porque si le pasa a él, con todo el aparato de seguridad y asesores que se maneja, ¿qué queda para el resto de nosotros, los mortales que andamos por la vida con la clave "1234"?
Y como para que el cuento no parezca un hecho aislado, resulta que esta es la segunda vez en una semana que un pez gordo de Liberación Nacional queda en media calle digital. El lunes le pasó a la diputada Andrea Álvarez, que también reportó que desde su número andaban en la trama de vender dólares. ¿Coincidencia? ¡Qué sal! Ya uno empieza a pensar si es que hay una campaña dirigida o si es que, simplemente, en el PLN no le están poniendo mucha atención a la seguridad de dos pasos. Sea como sea, dos figuras políticas del mismo partido, hackeadas con días de diferencia... la vara huele raro, y no es a tamal de mediodía.
Este despiche nos debería poner a todos a pensar más allá del chisme. ¿Cuál es el protocolo de seguridad que siguen nuestros políticos? ¿Tienen equipos que los asesoren para no jalarse una torta con un clic a un enlace sospechoso? Porque, seamos honestos, hoy en día el celular es la oficina, el banco, el álbum de fotos y hasta el baúl de los secretos. Que un personaje de este calibre pierda el control de su principal herramienta de comunicación es, simple y sencillamente, un fallo de seguridad garrafal. Ya no es solo un problema personal de Arias; es un asunto de seguridad nacional, porque la información que pasa por ese teléfono puede ser increíblemente sensible. Es la crónica de un despiche anunciado.
Al final, esta situación es un balde de agua fría que nos recuerda lo expuestos que estamos todos. Desde el estudiante que usa el celular para las clases hasta el presidente del Congreso. El problema es que las consecuencias no son las mismas para todos. Aquí la pregunta va más allá del vacilón de imaginar a Don Rodrigo pidiendo plata por WhatsApp. La verdadera discusión es: si la gente que está en la cúpula del poder es así de vulnerable, ¿qué tan jodidos estamos el resto? ¿Es pura mala suerte y descuido personal, o hay algo más turbio moviéndose detrás de esta vara?
Ahí se las dejo picando. ¿Ustedes qué opinan?