A ver, maes, para que se ubiquen. Mientras uno aquí está viendo cómo llega a fin de mes, en la zona de Crucitas la Fuerza Pública sigue en su propio reality show de supervivencia, y de vez en cuando, nos regalan un capítulo con final feliz. La última vara es que este jueves, en medio de la nada en Llano Verde, le echaron el guante a un prófugo de la justicia. Y no, no fue por pura suerte. Fue el resultado de esos controles vehiculares que uno a veces odia, pero que, viéndolo bien, a veces funcionan. Crucitas sigue siendo ese Far West tico donde todo puede pasar, pero esta vez, el que parpadeó, perdió.
Diay, la cosa es que los oficiales estaban en su brete de rutina, parando carros y pidiendo papeles, cuando vieron a un sujeto que, apenas divisó el retén, activó el modo “yo no fui”. El mae intentó aplicar la vieja confiable de hacerse el loco y alejarse disimuladamente, como cuando uno ve a alguien a quien le debe plata. Pero, ¡qué va! Los policías de la zona norte parece que ya tienen un doctorado en detectar nerviosismo. En dos toques lo interceptaron antes de que su plan maestro de escape se convirtiera en algo más que una caminata rápida y sospechosa. Se le arrugó el plan al compa, y ahí empezó lo bueno.
Al pedirle la cédula y meter los datos en el sistema, saltó la alerta. El mae, de apellido Delgadillo, no solo andaba indocumentado de buenas intenciones, sino que tenía una orden de captura vigente por tenencia de drogas. ¡Salado! Pero aquí es donde la historia se pone todavía más interesante, porque Delgadillo es lo que podríamos llamar un “cliente frecuente”. Resulta que el mae ya se había jalado una torta en enero de este mismo año. En esa ocasión, también la Fuerza Pública lo había detenido con un cargamento de droga que, aparentemente, iba a alimentar el microtráfico de la zona. Se le fue al traste el negocio en enero y, en lugar de aprender, parece que intentó darle “replay”.
Y esto, maes, es más que la simple captura de un tipo. Es una radiografía del despiche que se vive en Crucitas. La detención de Delgadillo demuestra dos cosas. Primero, ¡qué nivel el de los oficiales de la Fuerza Pública! Hay que tener el ojo entrenado para pescar a alguien así en un control de rutina; es un recordatorio de que, a pesar de las broncas, hay gente haciendo bien su trabajo en condiciones complicadísimas. Pero, por otro lado, evidencia el ciclo sin fin que es la delincuencia en esas zonas fronterizas. Agarran a uno, y al rato ya está de vuelta en la calle intentando lo mismo. Es un dolor de cabeza constante.
Al final, Delgadillo fue entregado al OIJ de San Carlos y ahora le toca enfrentar a los tribunales, otra vez. La policía cumplió su parte del trato con la sociedad, y de forma eficiente. Pero la pregunta del millón queda en el aire, y aquí es donde quiero leerlos a ustedes. Si un tipo es capturado con un montón de chunches en enero y para mitad de año ya anda libre y delinquiendo de nuevo, ¿estamos viendo una puerta giratoria en el sistema judicial? ¿De qué sirve el excelente trabajo policial si al final los responsables vuelven a las andadas en tiempo récord? Los leo.
Diay, la cosa es que los oficiales estaban en su brete de rutina, parando carros y pidiendo papeles, cuando vieron a un sujeto que, apenas divisó el retén, activó el modo “yo no fui”. El mae intentó aplicar la vieja confiable de hacerse el loco y alejarse disimuladamente, como cuando uno ve a alguien a quien le debe plata. Pero, ¡qué va! Los policías de la zona norte parece que ya tienen un doctorado en detectar nerviosismo. En dos toques lo interceptaron antes de que su plan maestro de escape se convirtiera en algo más que una caminata rápida y sospechosa. Se le arrugó el plan al compa, y ahí empezó lo bueno.
Al pedirle la cédula y meter los datos en el sistema, saltó la alerta. El mae, de apellido Delgadillo, no solo andaba indocumentado de buenas intenciones, sino que tenía una orden de captura vigente por tenencia de drogas. ¡Salado! Pero aquí es donde la historia se pone todavía más interesante, porque Delgadillo es lo que podríamos llamar un “cliente frecuente”. Resulta que el mae ya se había jalado una torta en enero de este mismo año. En esa ocasión, también la Fuerza Pública lo había detenido con un cargamento de droga que, aparentemente, iba a alimentar el microtráfico de la zona. Se le fue al traste el negocio en enero y, en lugar de aprender, parece que intentó darle “replay”.
Y esto, maes, es más que la simple captura de un tipo. Es una radiografía del despiche que se vive en Crucitas. La detención de Delgadillo demuestra dos cosas. Primero, ¡qué nivel el de los oficiales de la Fuerza Pública! Hay que tener el ojo entrenado para pescar a alguien así en un control de rutina; es un recordatorio de que, a pesar de las broncas, hay gente haciendo bien su trabajo en condiciones complicadísimas. Pero, por otro lado, evidencia el ciclo sin fin que es la delincuencia en esas zonas fronterizas. Agarran a uno, y al rato ya está de vuelta en la calle intentando lo mismo. Es un dolor de cabeza constante.
Al final, Delgadillo fue entregado al OIJ de San Carlos y ahora le toca enfrentar a los tribunales, otra vez. La policía cumplió su parte del trato con la sociedad, y de forma eficiente. Pero la pregunta del millón queda en el aire, y aquí es donde quiero leerlos a ustedes. Si un tipo es capturado con un montón de chunches en enero y para mitad de año ya anda libre y delinquiendo de nuevo, ¿estamos viendo una puerta giratoria en el sistema judicial? ¿De qué sirve el excelente trabajo policial si al final los responsables vuelven a las andadas en tiempo récord? Los leo.