Maes, seamos honestos: ¿cuántas veces a la semana pensamos en el Archivo Nacional? Probablemente no muchas. Uno pasa por Zapote, ve ese edificio redondo tan particular y piensa "ah, sí, ahí guardan papeles viejos". Pero la vara es que esos "papeles viejos" son, literalmente, la memoria de este país. Desde actas de independencia hasta registros que valen oro, y muchos de ellos declarados "Memoria del Mundo" por la Unesco. Por eso, la noticia de que por fin le están metiendo un platal para protegerlo de un incendio, la verdad, está a cachete.
Estamos hablando de ₡1.105 millones de colones. Repito, más de mil millones. Una inversión que, viéndolo bien, se estaba haciendo tarde. Porque, diay, no hay que ser un genio para saber que papel y fuego no son compas. El Ministerio de Cultura y Juventud se puso las pilas y está ejecutando un proyecto que no solo busca cuidar los documentos, sino también darle seguridad a la gente que jala para allá a hacer su brete o a investigar. ¡Qué nivel de proyecto! Se trata de blindar el chante contra las llamas con sistemas de detección y supresión de última tecnología, algo que se va a estar instalando de aquí al 2026.
Lo interesante es que toda esta vara empezó en 2022, después de una consulta con el Cuerpo de Bomberos, que son los que saben. Y no es un trabajo de "ponga aquí un detector y listo". El diseño circular del edificio, que es de la primera etapa, ha sido un dolor de cabeza para los ingenieros. Tuvieron que buscarle el toque para que los sistemas queden perfectos sin comprometer la estructura. Eso demuestra que se lo están tomando en serio, no es una simple manita de gato. Es un brete complejo que, si todo sale bien, terminará en 2027 y nos dejará con un archivo que será un modelo a seguir en toda la región.
El viceministro a cargo, Alexander Castro, y la directora, Ivannia Valverde, lo dijeron clarito: esto es para resguardar la integridad de nuestro patrimonio y proteger a las personas. Y es que ahí no solo está la historia de Costa Rica. Hay documentos internacionales de un valor incalculable. Pensar que todo eso podría desaparecer en un par de horas por un cortocircuito es para que a uno le dé un yeyo. Por eso, ver que se invierte esa cantidad de plata en prevención y no en lamentaciones después de la tragedia, es algo que de verdad se tiene que aplaudir. ¡Qué tuanis que por fin se le esté metiendo el amor y el presupuesto que un lugar así merece!
Al final, esta inversión es más que concreto y tuberías; es una declaración de que nuestra historia nos importa. Es asegurar que las futuras generaciones puedan ir a ese edificio y conectar con el pasado del país, con las decisiones, las luchas y los documentos que nos hicieron lo que somos. Es, en pocas palabras, cuidar el ADN de Tiquicia. La jugada está excelente, pero siempre se puede hacer más por nuestra cultura. Ahora les tiro la bola a ustedes: más allá de esta inversión, ¿qué otro edificio o institución histórica de Tiquicia creen que está pidiendo a gritos que le metan un poquito de amor y de plata? ¿Dónde más se nos está quedando botado el patrimonio?
Estamos hablando de ₡1.105 millones de colones. Repito, más de mil millones. Una inversión que, viéndolo bien, se estaba haciendo tarde. Porque, diay, no hay que ser un genio para saber que papel y fuego no son compas. El Ministerio de Cultura y Juventud se puso las pilas y está ejecutando un proyecto que no solo busca cuidar los documentos, sino también darle seguridad a la gente que jala para allá a hacer su brete o a investigar. ¡Qué nivel de proyecto! Se trata de blindar el chante contra las llamas con sistemas de detección y supresión de última tecnología, algo que se va a estar instalando de aquí al 2026.
Lo interesante es que toda esta vara empezó en 2022, después de una consulta con el Cuerpo de Bomberos, que son los que saben. Y no es un trabajo de "ponga aquí un detector y listo". El diseño circular del edificio, que es de la primera etapa, ha sido un dolor de cabeza para los ingenieros. Tuvieron que buscarle el toque para que los sistemas queden perfectos sin comprometer la estructura. Eso demuestra que se lo están tomando en serio, no es una simple manita de gato. Es un brete complejo que, si todo sale bien, terminará en 2027 y nos dejará con un archivo que será un modelo a seguir en toda la región.
El viceministro a cargo, Alexander Castro, y la directora, Ivannia Valverde, lo dijeron clarito: esto es para resguardar la integridad de nuestro patrimonio y proteger a las personas. Y es que ahí no solo está la historia de Costa Rica. Hay documentos internacionales de un valor incalculable. Pensar que todo eso podría desaparecer en un par de horas por un cortocircuito es para que a uno le dé un yeyo. Por eso, ver que se invierte esa cantidad de plata en prevención y no en lamentaciones después de la tragedia, es algo que de verdad se tiene que aplaudir. ¡Qué tuanis que por fin se le esté metiendo el amor y el presupuesto que un lugar así merece!
Al final, esta inversión es más que concreto y tuberías; es una declaración de que nuestra historia nos importa. Es asegurar que las futuras generaciones puedan ir a ese edificio y conectar con el pasado del país, con las decisiones, las luchas y los documentos que nos hicieron lo que somos. Es, en pocas palabras, cuidar el ADN de Tiquicia. La jugada está excelente, pero siempre se puede hacer más por nuestra cultura. Ahora les tiro la bola a ustedes: más allá de esta inversión, ¿qué otro edificio o institución histórica de Tiquicia creen que está pidiendo a gritos que le metan un poquito de amor y de plata? ¿Dónde más se nos está quedando botado el patrimonio?