A ver, maes, pregunta seria: ¿hasta dónde llega la cortesía en el brete? Porque uno entiende que hay fechas que no se mueven y deadlines que son sagrados, pero de vez en cuando, por una razón de peso, uno esperaría un poquito de empatía de los compañeros. Diay, parece que en la Asamblea Legislativa esa vara funciona un poco diferente, y si no, que le pregunten al diputado Eli Feinzaig, a quien le acaban de armar un enredo de campeonato.
La historia es así: Feinzaig tenía un compromiso familiar que, para ser claros, no era un simple paseo. Se trata de una costumbre de su religión, el judaísmo, relacionada con el duelo por su suegra, quien falleció el año pasado. El plan era acompañar a su esposa a México para la develación de la lápida, un acto que se realiza a los 11 meses del fallecimiento y que, por pura casualidad, coincidía con el Año Nuevo Judío. Un evento, como se imaginarán, súper personal y delicado. El diputado, como una persona organizada, pidió el permiso con casi tres meses de anticipación. Todo en orden, ¿verdad?
Pues no. ¡Qué torta! Resulta que justo para ese lunes 22 de setiembre, sus colegas de otras fracciones decidieron agendar la votación para ver si le levantan o no la inmunidad al presidente Rodrigo Chaves. Una sesión, sin duda, de altísimo perfil. Feinzaig, con toda la calma del mundo, envió una carta explicando la situación y pidiendo, por favor, que movieran la sesión un solo día. La respuesta de cuatro de las seis bancadas fue un rotundo “no”. El argumento que le dieron fue que “la agenda del presidente es muy complicada”. Una excusa que, para ser honestos, suena más floja que un confite en un aguacero.
Aquí es donde el asunto se pone más denso. El propio Feinzaig, con una resignación que casi se puede palpar, le dijo a la prensa que en realidad no le sorprendía. Siente que desde que anunció su candidatura presidencial, la cortesía para con él se ha ido por el caño. O sea, está más que salado con sus colegas y parece que le están cobrando un peaje político. Es un despiche, porque una cosa es el debate de ideas y la rivalidad política, y otra muy distinta es meterse con un tema tan personal. Al final, el plan original de un viaje tranquilo para un momento familiar solemne se fue al traste.
Ahora, el legislador está en una carrera contra el tiempo. Para no fallarle a su esposa en un momento tan importante, y tampoco ausentarse de una votación que definirá parte del futuro político del país, no le queda más que hacer malabares. Su plan es viajar a México, estar en la ceremonia el domingo, y luego buscar un vuelo de madrugada o a primera hora del lunes para aterrizar en Costa Rica y llegar corriendo a la sesión de las 2 p.m. Como él mismo dijo, lo están obligando a "quedar mal con su familia para poder estar presente". Una situación que se pudo haber evitado con un poquito de consideración.
Diay, maes, ¿qué opinan de esta vara? ¿Es pura falta de cortesía y un cobro político descarado, o de verdad el brete de diputado no permite ni un respiro para algo tan personal? ¿Ustedes qué hubieran hecho en los zapatos de Feinzaig?
La historia es así: Feinzaig tenía un compromiso familiar que, para ser claros, no era un simple paseo. Se trata de una costumbre de su religión, el judaísmo, relacionada con el duelo por su suegra, quien falleció el año pasado. El plan era acompañar a su esposa a México para la develación de la lápida, un acto que se realiza a los 11 meses del fallecimiento y que, por pura casualidad, coincidía con el Año Nuevo Judío. Un evento, como se imaginarán, súper personal y delicado. El diputado, como una persona organizada, pidió el permiso con casi tres meses de anticipación. Todo en orden, ¿verdad?
Pues no. ¡Qué torta! Resulta que justo para ese lunes 22 de setiembre, sus colegas de otras fracciones decidieron agendar la votación para ver si le levantan o no la inmunidad al presidente Rodrigo Chaves. Una sesión, sin duda, de altísimo perfil. Feinzaig, con toda la calma del mundo, envió una carta explicando la situación y pidiendo, por favor, que movieran la sesión un solo día. La respuesta de cuatro de las seis bancadas fue un rotundo “no”. El argumento que le dieron fue que “la agenda del presidente es muy complicada”. Una excusa que, para ser honestos, suena más floja que un confite en un aguacero.
Aquí es donde el asunto se pone más denso. El propio Feinzaig, con una resignación que casi se puede palpar, le dijo a la prensa que en realidad no le sorprendía. Siente que desde que anunció su candidatura presidencial, la cortesía para con él se ha ido por el caño. O sea, está más que salado con sus colegas y parece que le están cobrando un peaje político. Es un despiche, porque una cosa es el debate de ideas y la rivalidad política, y otra muy distinta es meterse con un tema tan personal. Al final, el plan original de un viaje tranquilo para un momento familiar solemne se fue al traste.
Ahora, el legislador está en una carrera contra el tiempo. Para no fallarle a su esposa en un momento tan importante, y tampoco ausentarse de una votación que definirá parte del futuro político del país, no le queda más que hacer malabares. Su plan es viajar a México, estar en la ceremonia el domingo, y luego buscar un vuelo de madrugada o a primera hora del lunes para aterrizar en Costa Rica y llegar corriendo a la sesión de las 2 p.m. Como él mismo dijo, lo están obligando a "quedar mal con su familia para poder estar presente". Una situación que se pudo haber evitado con un poquito de consideración.
Diay, maes, ¿qué opinan de esta vara? ¿Es pura falta de cortesía y un cobro político descarado, o de verdad el brete de diputado no permite ni un respiro para algo tan personal? ¿Ustedes qué hubieran hecho en los zapatos de Feinzaig?
