Maes, si ustedes pensaban que el 15 de septiembre en la Vieja Metrópoli iba a ser solo desfiles, mascaradas y gallo pinto, diay, se equivocaron feo. En medio de los actos oficiales, se cocinó un capítulo más del que ya parece ser el novelón político de la temporada: el choque de trenes entre el presidente Rodrigo Chaves y la diputada independiente Johana Obando. La vara es que, al cruzarse, el presi le aplicó la ley del hielo de una forma monumental. Y cuando la prensa, que no perdona una, le preguntó por el desplante, Chaves soltó una frase para enmarcar: “No sé quién es ni me interesa”. ¡Qué torta! Una declaración así, en plena celebración de la independencia, es echarle un estañón de gasolina al fuego.
Claro, la diputada no se quedó callada ni se puso a llorar en un rincón. Salió casi de inmediato a desmentir al mandatario, diciendo que cómo no la va a conocer si vive mencionándola en sus conferencias de los miércoles. “Él sabe perfectamente quién soy, porque cada vez que puede, me ataca públicamente”, tiró Obando. Y la verdad, tiene un punto. Para no saber quién es, le dedica bastante tiempo. Esto ya dejó de ser un simple desacuerdo político y pasó a ser un pleito personal con testigos en primera fila, o sea, todo el país. La bronca es que esta tensión no es nueva, es solo el episodio más reciente de una saga que tiene de todo.
Hagamos memoria para entender el tamaño de este despiche. No estamos hablando de un simple encontronazo en la Asamblea. En mayo, Obando, junto a diputadas del Frente Amplio, le metió una denuncia penal al presidente por presunta instigación a la rebelión. ¡Así como lo oyen! Lo acusaron de casi llamar a un alzamiento en una de sus conferencias. Luego vino el salado asunto de la visa gringa de la diputada, que se la cancelaron. Ella no se anduvo por las ramas y señaló directamente al gobierno de Chaves como el responsable, una supuesta venganza por sus críticas a temas tan calientes como la licitación de la red 5G. Cada acción de uno parece generar una reacción todavía más fuerte del otro.
Y la lista sigue. ¿Se acuerdan del enredo con el sistema de Hacienda? Obando presentó una medida cautelar que frenó el paso de la información del sistema viejo (ATV) al nuevo (TRIBU-CR), alegando huecos de seguridad. Chaves, por su lado, la acusó de hacerlo por intereses personales para, supuestamente, protegerse de broncas tributarias propias. A eso súmenle que la diputada ha sido una piedra en el zapato denunciando irregularidades en contratos, como el del ICE con Cisco, llegando a decir que el gobierno “está perfeccionando la corrupción”. Con ese historial, no es de extrañar que la diputada diga sentirse perseguida y amenazada, un ambiente que, según ella, se fomenta desde Casa Presidencial.
Para rematar, y volviendo a Cartago, la cosa está tan tensa que Obando y otros diputados impulsan que el Concejo Municipal declare a Chaves como persona non grata en la provincia. ¿Las razones? Cobros excesivos de agua, el estado de las calles y el supuesto abandono al sector agrícola. Así que el desplante del 15 de septiembre no fue un hecho aislado. Fue la cereza en el pastel de un pleito que parece no tener fin. Más que un acto de independencia, lo que vimos fue una declaración de guerra política en su máxima expresión. Pura pica de patio de escuela, pero con presupuesto nacional de por medio. La pregunta que queda en el aire es: al final del día, ¿quién pierde con este show: los políticos o el ciudadano de a pie que los ve pelear mientras los problemas del país siguen ahí?
Claro, la diputada no se quedó callada ni se puso a llorar en un rincón. Salió casi de inmediato a desmentir al mandatario, diciendo que cómo no la va a conocer si vive mencionándola en sus conferencias de los miércoles. “Él sabe perfectamente quién soy, porque cada vez que puede, me ataca públicamente”, tiró Obando. Y la verdad, tiene un punto. Para no saber quién es, le dedica bastante tiempo. Esto ya dejó de ser un simple desacuerdo político y pasó a ser un pleito personal con testigos en primera fila, o sea, todo el país. La bronca es que esta tensión no es nueva, es solo el episodio más reciente de una saga que tiene de todo.
Hagamos memoria para entender el tamaño de este despiche. No estamos hablando de un simple encontronazo en la Asamblea. En mayo, Obando, junto a diputadas del Frente Amplio, le metió una denuncia penal al presidente por presunta instigación a la rebelión. ¡Así como lo oyen! Lo acusaron de casi llamar a un alzamiento en una de sus conferencias. Luego vino el salado asunto de la visa gringa de la diputada, que se la cancelaron. Ella no se anduvo por las ramas y señaló directamente al gobierno de Chaves como el responsable, una supuesta venganza por sus críticas a temas tan calientes como la licitación de la red 5G. Cada acción de uno parece generar una reacción todavía más fuerte del otro.
Y la lista sigue. ¿Se acuerdan del enredo con el sistema de Hacienda? Obando presentó una medida cautelar que frenó el paso de la información del sistema viejo (ATV) al nuevo (TRIBU-CR), alegando huecos de seguridad. Chaves, por su lado, la acusó de hacerlo por intereses personales para, supuestamente, protegerse de broncas tributarias propias. A eso súmenle que la diputada ha sido una piedra en el zapato denunciando irregularidades en contratos, como el del ICE con Cisco, llegando a decir que el gobierno “está perfeccionando la corrupción”. Con ese historial, no es de extrañar que la diputada diga sentirse perseguida y amenazada, un ambiente que, según ella, se fomenta desde Casa Presidencial.
Para rematar, y volviendo a Cartago, la cosa está tan tensa que Obando y otros diputados impulsan que el Concejo Municipal declare a Chaves como persona non grata en la provincia. ¿Las razones? Cobros excesivos de agua, el estado de las calles y el supuesto abandono al sector agrícola. Así que el desplante del 15 de septiembre no fue un hecho aislado. Fue la cereza en el pastel de un pleito que parece no tener fin. Más que un acto de independencia, lo que vimos fue una declaración de guerra política en su máxima expresión. Pura pica de patio de escuela, pero con presupuesto nacional de por medio. La pregunta que queda en el aire es: al final del día, ¿quién pierde con este show: los políticos o el ciudadano de a pie que los ve pelear mientras los problemas del país siguen ahí?