Maes, seamos honestos. Llega el 15 de setiembre y a todos se nos infla un poquito el pecho. Chepe se viste de gala, o al menos intenta tapar los huecos con banderas, y el sonido de los tambores reemplaza por unas horas al de las busetas. Es esa fecha en la que uno hasta se replantea si debería poner el himno de fondo mientras se hace el pinto para el desayuno. Pero, como todo en esta vida, la celebración patria viene con su propio manual de instrucciones para no jalarse una torta y terminar metido en una presa monumental o buscando una birra en el desierto. Así que aquí les va la guía definitiva para sobrevivir, y hasta disfrutar, el Desfile de la Independencia en la capital este 2025.
Primero, lo bonito. La vara arranca a las 8:00 a.m. en punto. El corazón del desfile va a latir desde el Parque Central hasta la Plaza de la Democracia. ¡Qué tuanis es ver esa procesión de bandas colegiales! Uno ve a los güilas con una disciplina que uno mismo no tiene ni para levantarse a apagar la alarma. Los que van con las liras, los que le dan durísimo a los tambores… ¡qué nivel! Es un recordatorio de que, a pesar de todo, hay un sentido de comunidad que se activa con el simple acorde de una canción patria. Luego, a las 9:30 a.m., la cosa se pone más seria en el Parque Nacional, con la ofrenda floral y todo el protocolo de los Supremos Poderes. Es el momento solemne antes de que la realidad del tráfico nos golpee de vuelta.
Y hablando de golpes de realidad, hablemos del elefante en la habitación: el despiche vial. Esto es información de servicio público, así que pongan atención para que después no anden llorando. A partir de las 5:00 a.m. del lunes, la Avenida Segunda hasta la calle 17 va a ser zona de guerra… o más bien, zona peatonal. Olvídense de pasar por ahí. La recomendación oficial de la Muni es "planificar con antelación", que en tico significa "salga dos horas antes o mejor quédese en el chante". Si usted es de los valientes que tiene que ir al brete por el centro, mi más sentido pésame. Busque rutas alternas por los barrios del sur o del norte, porque el corazón de San José va a estar completamente sellado.
Ahora, el segundo tema delicado: la sed. Como ya es tradición, las autoridades decretaron ley seca para mantener el orden. No se pongan creativos, porque la restricción es clara. Desde las 7:00 a.m. hasta la 1:00 p.m., nanai. Y no es en toda la ciudad, pero sí en el área más caliente: entre Avenidas 1 y 4, y entre Calles 6 y 21. Básicamente, si usted puede oír una trompeta del desfile, probablemente no puede comprarse una birra. Esto es para que después no se lleven la sorpresa de ver el súper con las neveras encadenadas. Tomen sus previsiones el día antes o prepárense para hidratarse con agüita, como la gente decente que somos todos por un día.
Al final, más allá de la logística y los cierres, el alcalde Diego Miranda soltó una frase que resume bien el espíritu de la vara: la idea este año es darle más campo a los estudiantes, abrirles espacios y fortalecer ese orgullo de ser de aquí. Y diay, tiene razón. Ver a las nuevas generaciones apropiándose de estas tradiciones es, quizás, la parte más importante. Es un recordatorio de que el país no es solo los políticos o los problemas económicos; también es esa chiquilla que practica por meses para que su coreografía salga perfecta. Es el futuro desfilando frente a nosotros. Así que, con todo y presas, vale la pena asomarse a verlo.
Y ustedes, maes, ¿se van a apuntar al desfile o prefieren verlo desde la comodidad del sillón? ¿Qué es lo que más les cuadra (o les desespera) de esta celebración?
Primero, lo bonito. La vara arranca a las 8:00 a.m. en punto. El corazón del desfile va a latir desde el Parque Central hasta la Plaza de la Democracia. ¡Qué tuanis es ver esa procesión de bandas colegiales! Uno ve a los güilas con una disciplina que uno mismo no tiene ni para levantarse a apagar la alarma. Los que van con las liras, los que le dan durísimo a los tambores… ¡qué nivel! Es un recordatorio de que, a pesar de todo, hay un sentido de comunidad que se activa con el simple acorde de una canción patria. Luego, a las 9:30 a.m., la cosa se pone más seria en el Parque Nacional, con la ofrenda floral y todo el protocolo de los Supremos Poderes. Es el momento solemne antes de que la realidad del tráfico nos golpee de vuelta.
Y hablando de golpes de realidad, hablemos del elefante en la habitación: el despiche vial. Esto es información de servicio público, así que pongan atención para que después no anden llorando. A partir de las 5:00 a.m. del lunes, la Avenida Segunda hasta la calle 17 va a ser zona de guerra… o más bien, zona peatonal. Olvídense de pasar por ahí. La recomendación oficial de la Muni es "planificar con antelación", que en tico significa "salga dos horas antes o mejor quédese en el chante". Si usted es de los valientes que tiene que ir al brete por el centro, mi más sentido pésame. Busque rutas alternas por los barrios del sur o del norte, porque el corazón de San José va a estar completamente sellado.
Ahora, el segundo tema delicado: la sed. Como ya es tradición, las autoridades decretaron ley seca para mantener el orden. No se pongan creativos, porque la restricción es clara. Desde las 7:00 a.m. hasta la 1:00 p.m., nanai. Y no es en toda la ciudad, pero sí en el área más caliente: entre Avenidas 1 y 4, y entre Calles 6 y 21. Básicamente, si usted puede oír una trompeta del desfile, probablemente no puede comprarse una birra. Esto es para que después no se lleven la sorpresa de ver el súper con las neveras encadenadas. Tomen sus previsiones el día antes o prepárense para hidratarse con agüita, como la gente decente que somos todos por un día.
Al final, más allá de la logística y los cierres, el alcalde Diego Miranda soltó una frase que resume bien el espíritu de la vara: la idea este año es darle más campo a los estudiantes, abrirles espacios y fortalecer ese orgullo de ser de aquí. Y diay, tiene razón. Ver a las nuevas generaciones apropiándose de estas tradiciones es, quizás, la parte más importante. Es un recordatorio de que el país no es solo los políticos o los problemas económicos; también es esa chiquilla que practica por meses para que su coreografía salga perfecta. Es el futuro desfilando frente a nosotros. Así que, con todo y presas, vale la pena asomarse a verlo.
Y ustedes, maes, ¿se van a apuntar al desfile o prefieren verlo desde la comodidad del sillón? ¿Qué es lo que más les cuadra (o les desespera) de esta celebración?
