Maes, en serio, hay varas que a uno le recuerdan por qué ser tico es tan tuanis. Estamos acostumbrados a que el 14 de setiembre es la corredera de güilas con la antorcha, los actos cívicos medio aburridos y el himno a las 6 p.m. Es una tradición bonita, pero seamos honestos, a veces se siente como una copia al carbón año tras año. Diay, por eso cuando uno ve a una comunidad entera que decide darle un giro a la tortilla y hacer algo memorable, hay que quitarse el sombrero. Y este año, la gente de Sarapiquí simplemente la sacó del estadio, demostrando que se puede ser patriótico y original al mismo tiempo.
Resulta que a alguien se le iluminó el bombillo y se preguntó: "Si nuestro cantón vive y respira por su río, ¿por qué la antorcha no puede hacer lo mismo?". Y así fue como, por primera vez en 204 años de historia, la llama de la independencia se fue de paseo por el agua. ¡Qué nivel! No estamos hablando de una balsita improvisada, no. Se montó una flotilla de 15 lanchas que escoltaron el fuego patrio desde la desembocadura del Río Sucio hasta el muelle principal. Imagínense la escena: casi 100 personas en el agua, con el atardecer de fondo, llevando ese símbolo por el corazón mismo de su comunidad. ¡Qué carga de iniciativa!
Y lo más chiva de todo no fue solo el recorrido acuático. La verdadera magia ocurrió cuando la antorcha "marina" llegó a tierra firme y se encontró con la que venía por la ruta de siempre, la terrestre. En lugar de competir, se unieron en un solo fuego. Ese gesto, maes, es pura poesía. Es un recordatorio de que las nuevas ideas no tienen por qué borrar las viejas tradiciones, sino que pueden complementarlas y hacerlas más fuertes. Es la perfecta metáfora de cómo Costa Rica debería avanzar: honrando el pasado, pero sin miedo a navegar por aguas nuevas. Un aplauso de pie para el que coordinó toda esa vara, porque la logística no debió ser nada fácil.
Pero como si esa demostración de ingenio no fuera suficiente, la gente de Sarapiquí amaneció el 15 con todo. La tradicional Diana, que en algunos lugares se ha ido perdiendo, allá la revivieron con una fuerza increíble. El corresponsal que cubrió el brete, Alfie Gatgens (¡qué buenas fotos, por cierto!), reportó un fiestón: 70 carrozas, 50 jinetes a caballo y un montón de carros haciendo bulla con marimbas y cimarronas desde la madrugada. Eso no es solo una celebración, es un acto de resistencia cultural, de familias enteras diciendo "esta costumbre es nuestra y la vamos a mantener viva". Les quedó a cachete.
Al final, lo que pasó en Sarapiquí es más que una simple noticia de color. Es un ejemplo de cómo el orgullo local y la creatividad pueden transformar una celebración nacional en algo único y profundamente personal. Nos recuerda que el patriotismo no se trata solo de cantar el himno o poner la bandera, sino de vivir y celebrar nuestra identidad de formas que nos representen de verdad. Viendo estas imágenes, a uno se le infla el pecho. Así que la pregunta para el foro es obligatoria: Aparte de esta genialidad, ¿cuál es la celebración o tradición más carga que han visto en su cantón para estas fechas patrias?
Resulta que a alguien se le iluminó el bombillo y se preguntó: "Si nuestro cantón vive y respira por su río, ¿por qué la antorcha no puede hacer lo mismo?". Y así fue como, por primera vez en 204 años de historia, la llama de la independencia se fue de paseo por el agua. ¡Qué nivel! No estamos hablando de una balsita improvisada, no. Se montó una flotilla de 15 lanchas que escoltaron el fuego patrio desde la desembocadura del Río Sucio hasta el muelle principal. Imagínense la escena: casi 100 personas en el agua, con el atardecer de fondo, llevando ese símbolo por el corazón mismo de su comunidad. ¡Qué carga de iniciativa!
Y lo más chiva de todo no fue solo el recorrido acuático. La verdadera magia ocurrió cuando la antorcha "marina" llegó a tierra firme y se encontró con la que venía por la ruta de siempre, la terrestre. En lugar de competir, se unieron en un solo fuego. Ese gesto, maes, es pura poesía. Es un recordatorio de que las nuevas ideas no tienen por qué borrar las viejas tradiciones, sino que pueden complementarlas y hacerlas más fuertes. Es la perfecta metáfora de cómo Costa Rica debería avanzar: honrando el pasado, pero sin miedo a navegar por aguas nuevas. Un aplauso de pie para el que coordinó toda esa vara, porque la logística no debió ser nada fácil.
Pero como si esa demostración de ingenio no fuera suficiente, la gente de Sarapiquí amaneció el 15 con todo. La tradicional Diana, que en algunos lugares se ha ido perdiendo, allá la revivieron con una fuerza increíble. El corresponsal que cubrió el brete, Alfie Gatgens (¡qué buenas fotos, por cierto!), reportó un fiestón: 70 carrozas, 50 jinetes a caballo y un montón de carros haciendo bulla con marimbas y cimarronas desde la madrugada. Eso no es solo una celebración, es un acto de resistencia cultural, de familias enteras diciendo "esta costumbre es nuestra y la vamos a mantener viva". Les quedó a cachete.
Al final, lo que pasó en Sarapiquí es más que una simple noticia de color. Es un ejemplo de cómo el orgullo local y la creatividad pueden transformar una celebración nacional en algo único y profundamente personal. Nos recuerda que el patriotismo no se trata solo de cantar el himno o poner la bandera, sino de vivir y celebrar nuestra identidad de formas que nos representen de verdad. Viendo estas imágenes, a uno se le infla el pecho. Así que la pregunta para el foro es obligatoria: Aparte de esta genialidad, ¿cuál es la celebración o tradición más carga que han visto en su cantón para estas fechas patrias?
