Mae, uno se mete a ver las noticias de cualquier medio tico y a veces es para salir corriendo. Que un mae en moto, que alias “Cali”, que si Heredia se quedó sin entrenador... un despiche de información que te deja con un sinsabor. Y de repente, entre tanto caos, te topás con un titular que a más de uno le provoca un flashback directo a los 17 años, con las manos sudorosas y un nudo en la panza: “¿Quiere estudiar en el TEC? Universidad da recomendaciones”. De un pronto a otro, todo el ruido de sucesos y política se apaga y solo queda el eco de esa pregunta, una que define futuros.
Y es que no estamos hablando de cualquier vara. El examen de admisión del Tecnológico de Costa Rica es casi un rito de paso. Este año, más de 20,000 almas se inscribieron para pulsearla. ¡Veinte mil! Para que la logística no se convierta en un caos, el TEC despliega a casi 500 funcionarios en 156 sedes por todo el país. Es una operación monumental que se mueve por una sola razón: encontrar a los cerebritos que van a diseñar, programar y construir la Costa Rica que viene. Pensar en esa caravana de güilas, cada uno con su lápiz #2, su borrador y un universo de expectativas en la jupa, es entender que esta prueba es mucho más que marcar equis en una hoja.
Diay, es que la presión es real. Está la presión de la familia, la de los compas, y la más jodida de todas: la propia. Esa vocecita que te dice que si no pasás, todo el plan se va al traste. Pero aquí es donde hay que ver el panorama completo. El mismo día que leo sobre el examen del TEC, veo titulares de un tico que la está rompiendo en Cambridge con un proyecto para descubrir fármacos, o de una tica que desarrolló microalgas para mejorar cosechas. ¡Qué nivel! O la inauguración del K-Lab para impulsar la innovación. ¡Qué carga de iniciativas! ¿Y de dónde creen que salen muchos de esos maes? Exacto. Entrar al TEC no es solo pasar un examen; es comprar un tiquete para subir a ese tren.
Claro, el comunicado oficial del TEC es lindísimo y muy corporativo, recomendando a los aspirantes “vivir esta etapa con responsabilidad y confianza”. ¡Obvio! Como si a uno le pudieran apagar el interruptor de los nervios. El consejo real, el que te daría un compa, es otro. Mae, duerma bien la noche antes. Desayune pinto, no se vaya en blanco. Salga de la casa con tiempo de sobra para no jalarse la torta de llegar tarde por una presa. Y lo más importante: respire. Esta prueba mide aptitud, no cuánto vale usted como persona. Si la pasa, ¡qué chiva!, se ganó una oportunidad increíble. Si no, no es el fin del mundo, hay mil caminos más y el brete de verdad apenas empieza.
Al final, este proceso que se repite cada agosto es un espejo de la ambición que tenemos como país. Es el filtro, sí, pero también es el trampolín. Es el recordatorio de que, a pesar del despiche diario de la noticia roja, hay una generación entera pulseándola para construir algo mejor, para ser esos futuros titulares de innovación y no los de sucesos. Es la primera gran batalla profesional para miles, y solo por eso, ya merece todo nuestro respeto. Para los que ya pasaron por esta vara, ¿cuál es el mejor consejo que le darían a los que van para esas este año? Y para los que están en plenas, ¿cómo están manejando los nervios? ¡Cuenten todo, maes!
Y es que no estamos hablando de cualquier vara. El examen de admisión del Tecnológico de Costa Rica es casi un rito de paso. Este año, más de 20,000 almas se inscribieron para pulsearla. ¡Veinte mil! Para que la logística no se convierta en un caos, el TEC despliega a casi 500 funcionarios en 156 sedes por todo el país. Es una operación monumental que se mueve por una sola razón: encontrar a los cerebritos que van a diseñar, programar y construir la Costa Rica que viene. Pensar en esa caravana de güilas, cada uno con su lápiz #2, su borrador y un universo de expectativas en la jupa, es entender que esta prueba es mucho más que marcar equis en una hoja.
Diay, es que la presión es real. Está la presión de la familia, la de los compas, y la más jodida de todas: la propia. Esa vocecita que te dice que si no pasás, todo el plan se va al traste. Pero aquí es donde hay que ver el panorama completo. El mismo día que leo sobre el examen del TEC, veo titulares de un tico que la está rompiendo en Cambridge con un proyecto para descubrir fármacos, o de una tica que desarrolló microalgas para mejorar cosechas. ¡Qué nivel! O la inauguración del K-Lab para impulsar la innovación. ¡Qué carga de iniciativas! ¿Y de dónde creen que salen muchos de esos maes? Exacto. Entrar al TEC no es solo pasar un examen; es comprar un tiquete para subir a ese tren.
Claro, el comunicado oficial del TEC es lindísimo y muy corporativo, recomendando a los aspirantes “vivir esta etapa con responsabilidad y confianza”. ¡Obvio! Como si a uno le pudieran apagar el interruptor de los nervios. El consejo real, el que te daría un compa, es otro. Mae, duerma bien la noche antes. Desayune pinto, no se vaya en blanco. Salga de la casa con tiempo de sobra para no jalarse la torta de llegar tarde por una presa. Y lo más importante: respire. Esta prueba mide aptitud, no cuánto vale usted como persona. Si la pasa, ¡qué chiva!, se ganó una oportunidad increíble. Si no, no es el fin del mundo, hay mil caminos más y el brete de verdad apenas empieza.
Al final, este proceso que se repite cada agosto es un espejo de la ambición que tenemos como país. Es el filtro, sí, pero también es el trampolín. Es el recordatorio de que, a pesar del despiche diario de la noticia roja, hay una generación entera pulseándola para construir algo mejor, para ser esos futuros titulares de innovación y no los de sucesos. Es la primera gran batalla profesional para miles, y solo por eso, ya merece todo nuestro respeto. Para los que ya pasaron por esta vara, ¿cuál es el mejor consejo que le darían a los que van para esas este año? Y para los que están en plenas, ¿cómo están manejando los nervios? ¡Cuenten todo, maes!