Maes, a veces uno lee una noticia y tiene que parar en seco para procesarla. Hoy me pasó con una vara del Diario Extra que, sinceramente, es para sentarse a llorar o a reír, no sé. Resulta que en la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) tienen un despiche de proporciones bíblicas. Imagínense esto: hay más de 215,000 solicitudes de refugio esperando respuesta. Y para atender todo ese mujerero, ¿saben cuánta gente tienen? Cuarenta y siete personas. No, no es un error de tipeo. 47. Hagan la matemática: son más de 4,570 expedientes por cabeza. ¡Qué torta más monumental! Es como querer vaciar el Estadio Nacional con una cucharita de té.
Diay, y la vara se pone peor. De esos 47 funcionarios, solo siete son personal de planta, o sea, los fijos de la institución. Los otros 40 son contratados gracias a la plata del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). O sea, sin la ayuda internacional, el sistema no es que se va al traste, es que ya se hubiera ido hace años. El mismo director de Migración, Omer Badilla, lo admite sin pelos en la lengua: el sistema colapsó. Y la principal razón, como ya todos sabemos, fue la crisis política que estalló en Nicaragua en 2018. De ese mar de gente esperando, 190,000 son nicas. Es una bomba de tiempo administrativa y social que nos explotó en la cara, y todavía estamos viendo cómo recogemos los pedazos.
Ahora, el gobierno sale a decir que tienen una "estrategia" para reducir este rezago. Suena muy bonito en el papel, como casi todo lo que anuncian. El plan es resolver hasta 15,000 casos al mes. Quince mil. Con cuarenta y siete personas. Eso significa que cada funcionario tendría que despachar más de 300 casos en un mes, o sea, unos 10 casos por día, todos los días, sin parar. Mae, con todo respeto, pero eso suena a que se va a hacer un análisis tan profundo como un charco en verano. La idea incluye archivar solicitudes abandonadas y acelerar entrevistas, pero la pregunta del millón es si la calidad del análisis no se va a sacrificar por la velocidad. No estamos hablando de tramitar un permiso para una fiesta, estamos hablando del futuro de una persona.
Pero bueno, no todo es un desastre completo. Hay que ser justos. El mismo Badilla aclara un punto clave: aunque el proceso sea una eternidad, desde que una persona pide refugio, queda documentada. Se les da un carnet temporal que les permite pulsearla legalmente en el país. Con ese chunche pueden buscar brete, abrir una cuenta en el banco y acceder a servicios públicos. Esto es fundamental, porque al menos evita que miles de personas caigan en la informalidad absoluta o en la indigencia mientras esperan que a algún funcionario le dé tiempo de ver su caso. Es una curita para una herida abierta, pero por lo menos es una curita que funciona y que demuestra un mínimo de humanidad en medio del caos.
Al final, esta noticia nos deja con un sabor de boca agridulce. Por un lado, tenés el reconocimiento de un problema gigantesco, una crisis que superó por completo la capacidad del Estado. Por otro, tenés una "solución" que suena más a un deseo de año nuevo que a un plan operativo realista. La voluntad parece estar ahí, pero los números simplemente no dan. Y en medio de todo, cientos de miles de personas con la vida en pausa, dependiendo de la capacidad de un equipo humano que, por más ganas que le ponga, está completamente sobrepasado. Por eso les pregunto: ¿Ustedes qué creen, maes? ¿Estamos realmente preparados como país para manejar estas crisis, o solo estamos improvisando y esperando que la vara se arregle sola? ¿Es pura hablada del gobierno o de verdad se le puede entrar a este monstruo de 215,000 casos?
Diay, y la vara se pone peor. De esos 47 funcionarios, solo siete son personal de planta, o sea, los fijos de la institución. Los otros 40 son contratados gracias a la plata del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). O sea, sin la ayuda internacional, el sistema no es que se va al traste, es que ya se hubiera ido hace años. El mismo director de Migración, Omer Badilla, lo admite sin pelos en la lengua: el sistema colapsó. Y la principal razón, como ya todos sabemos, fue la crisis política que estalló en Nicaragua en 2018. De ese mar de gente esperando, 190,000 son nicas. Es una bomba de tiempo administrativa y social que nos explotó en la cara, y todavía estamos viendo cómo recogemos los pedazos.
Ahora, el gobierno sale a decir que tienen una "estrategia" para reducir este rezago. Suena muy bonito en el papel, como casi todo lo que anuncian. El plan es resolver hasta 15,000 casos al mes. Quince mil. Con cuarenta y siete personas. Eso significa que cada funcionario tendría que despachar más de 300 casos en un mes, o sea, unos 10 casos por día, todos los días, sin parar. Mae, con todo respeto, pero eso suena a que se va a hacer un análisis tan profundo como un charco en verano. La idea incluye archivar solicitudes abandonadas y acelerar entrevistas, pero la pregunta del millón es si la calidad del análisis no se va a sacrificar por la velocidad. No estamos hablando de tramitar un permiso para una fiesta, estamos hablando del futuro de una persona.
Pero bueno, no todo es un desastre completo. Hay que ser justos. El mismo Badilla aclara un punto clave: aunque el proceso sea una eternidad, desde que una persona pide refugio, queda documentada. Se les da un carnet temporal que les permite pulsearla legalmente en el país. Con ese chunche pueden buscar brete, abrir una cuenta en el banco y acceder a servicios públicos. Esto es fundamental, porque al menos evita que miles de personas caigan en la informalidad absoluta o en la indigencia mientras esperan que a algún funcionario le dé tiempo de ver su caso. Es una curita para una herida abierta, pero por lo menos es una curita que funciona y que demuestra un mínimo de humanidad en medio del caos.
Al final, esta noticia nos deja con un sabor de boca agridulce. Por un lado, tenés el reconocimiento de un problema gigantesco, una crisis que superó por completo la capacidad del Estado. Por otro, tenés una "solución" que suena más a un deseo de año nuevo que a un plan operativo realista. La voluntad parece estar ahí, pero los números simplemente no dan. Y en medio de todo, cientos de miles de personas con la vida en pausa, dependiendo de la capacidad de un equipo humano que, por más ganas que le ponga, está completamente sobrepasado. Por eso les pregunto: ¿Ustedes qué creen, maes? ¿Estamos realmente preparados como país para manejar estas crisis, o solo estamos improvisando y esperando que la vara se arregle sola? ¿Es pura hablada del gobierno o de verdad se le puede entrar a este monstruo de 215,000 casos?