Maes, seamos sinceros. Uno va por la vida pensando que el mayor problema de un choque es que el bumper quedó hecho un acordeón o que hay que lidiar con el seguro. Pero diay, resulta que hay un enemigo silencioso, plantado en cada esquina, que puede convertir un mal día en una pesadilla financiera de siete cifras: el bendito poste de luz. Y según los últimos datos de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL), parece que en Costa Rica tenemos una especie de imán para ellos. La vara es que solo en la primera mitad de este 2025, ya van 75 postes que pasaron a mejor vida por culpa de un conductor. ¡Setenta y cinco! Es un número que asusta, y que deja claro que el despiste al volante nos está saliendo carísimo.
Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. La CNFL lo dejó clarísimo: si usted le pega a uno de sus postes, se prepara para abrir la billetera. Y no, no estamos hablando de pagar una multa de tránsito. El costo promedio de reparar el chunche, con todo y los cables que se van en la bailada, anda entre ₡1.3 y ₡1.7 millones. ¡Un millón y medio de colones, así, de un solo golpe! ¿Saben qué es peor? A la CNFL no le importa un comino si el accidente fue su culpa o si un tercero lo mandó a estamparse contra el poste. La regla es simple: el que quiebra, paga. Así que usted pudo haber sido la víctima más grande del universo, pero si su carro fue el que hizo el daño, ¡qué sal! Le toca asumir la cuenta. Es para pensarlo dos veces antes de siquiera acercarse a uno.
Ahora, uno podría pensar: “Bueno, para eso están los procesos legales, que se peleen los abogados”. ¡Qué torta! Justamente eso es lo que la CNFL quiere evitar, porque saben que es un despiche para todos. Un juicio de estos puede durar hasta dos años y medio, un calvario de tiempo y plata. Por eso, tienen un sistema “amigable”: su Asesoría Jurídica Empresarial se le acerca primero para negociar un arreglo de pago. Es como esa llamada que uno nunca quiere recibir. Te ofrecen una salida “rápida” para que no se te vaya la vida en un juzgado, pero el resultado es el mismo: hay que pagar el millón y resto. Es una estrategia inteligente de parte de ellos, porque ¿quién en su sano juicio prefiere meterse en un pleito legal de años? Al final, la mayoría termina aceptando para quitarse ese clavo de encima, aunque signifique que el aguinaldo y los ahorros se fueron al traste.
Y no es solo la plata. Pensemos en el caos que se arma. Según la misma gente de la CNFL, arreglar el estropicio tarda entre 8 y 12 horas. Doce horas en las que un barrio entero se puede quedar sin luz, sin internet y sin poder hacer absolutamente nada. Todo porque a alguien se le fue el carro. O sea, no es solo que usted se jaló la torta y ahora debe una millonada; es que además le acaba de arruinar el día y el brete a cientos de personas que no tenían vela en ese entierro. Es una reacción en cadena. El mae que trabaja desde la casa se queda guindando, la pulpería no puede usar el datáfono, y la comida de varias refis empieza a peligrar. Todo por un solo impacto.
Al final, esta noticia es un balde de agua fría que nos debería poner a todos a reflexionar. Manejar no es un juego, y las consecuencias de un segundo de distracción van mucho más allá de un simple rayón. Estamos hablando de deudas que pueden desestabilizar la economía de una familia entera y de afectar a toda una comunidad. La próxima vez que vean un poste, salúdenlo de lejitos y denle su espacio. Ese cilindro de concreto es, sin duda, el acreedor más caro y menos negociador con el que se podrían topar en la calle. Y con 95 afectados en lo que va del año, parece que es una lección que todavía nos está costando bastante aprender.
Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. La CNFL lo dejó clarísimo: si usted le pega a uno de sus postes, se prepara para abrir la billetera. Y no, no estamos hablando de pagar una multa de tránsito. El costo promedio de reparar el chunche, con todo y los cables que se van en la bailada, anda entre ₡1.3 y ₡1.7 millones. ¡Un millón y medio de colones, así, de un solo golpe! ¿Saben qué es peor? A la CNFL no le importa un comino si el accidente fue su culpa o si un tercero lo mandó a estamparse contra el poste. La regla es simple: el que quiebra, paga. Así que usted pudo haber sido la víctima más grande del universo, pero si su carro fue el que hizo el daño, ¡qué sal! Le toca asumir la cuenta. Es para pensarlo dos veces antes de siquiera acercarse a uno.
Ahora, uno podría pensar: “Bueno, para eso están los procesos legales, que se peleen los abogados”. ¡Qué torta! Justamente eso es lo que la CNFL quiere evitar, porque saben que es un despiche para todos. Un juicio de estos puede durar hasta dos años y medio, un calvario de tiempo y plata. Por eso, tienen un sistema “amigable”: su Asesoría Jurídica Empresarial se le acerca primero para negociar un arreglo de pago. Es como esa llamada que uno nunca quiere recibir. Te ofrecen una salida “rápida” para que no se te vaya la vida en un juzgado, pero el resultado es el mismo: hay que pagar el millón y resto. Es una estrategia inteligente de parte de ellos, porque ¿quién en su sano juicio prefiere meterse en un pleito legal de años? Al final, la mayoría termina aceptando para quitarse ese clavo de encima, aunque signifique que el aguinaldo y los ahorros se fueron al traste.
Y no es solo la plata. Pensemos en el caos que se arma. Según la misma gente de la CNFL, arreglar el estropicio tarda entre 8 y 12 horas. Doce horas en las que un barrio entero se puede quedar sin luz, sin internet y sin poder hacer absolutamente nada. Todo porque a alguien se le fue el carro. O sea, no es solo que usted se jaló la torta y ahora debe una millonada; es que además le acaba de arruinar el día y el brete a cientos de personas que no tenían vela en ese entierro. Es una reacción en cadena. El mae que trabaja desde la casa se queda guindando, la pulpería no puede usar el datáfono, y la comida de varias refis empieza a peligrar. Todo por un solo impacto.
Al final, esta noticia es un balde de agua fría que nos debería poner a todos a reflexionar. Manejar no es un juego, y las consecuencias de un segundo de distracción van mucho más allá de un simple rayón. Estamos hablando de deudas que pueden desestabilizar la economía de una familia entera y de afectar a toda una comunidad. La próxima vez que vean un poste, salúdenlo de lejitos y denle su espacio. Ese cilindro de concreto es, sin duda, el acreedor más caro y menos negociador con el que se podrían topar en la calle. Y con 95 afectados en lo que va del año, parece que es una lección que todavía nos está costando bastante aprender.
