Seamos honestos, maes. El tema de los cuernos es casi un deporte nacional en conversaciones de compas. Que si fulanito le fue infiel a sutanita, que si vieron a no sé quién con otra persona... el chisme nos encanta. Pero, más allá del morbo, ¿alguna vez se han preguntado por qué pasa? No es tan simple como decir “es un playo” o “es una bandida”. Diay, parece que la psicología tiene un par de varas que decir al respecto, y la respuesta es mucho más compleja y hasta incómoda de lo que uno cree.
Según los que saben, como una psicóloga chilena llamada Miriam Pardo, hombres y mujeres no jalan para el mismo lado cuando de infidelidad se trata. En los hombres, la vara parece ser más física y, digámoslo así, de ego. Muchos lo hacen por la emoción de la novedad, por la variedad. Es como si sintieran que la relación ya está “ganada” o controlada, y se buscan una aventura pasajera para subir el ego, aunque sepan que ese nuevo numerito no va para ningún lado. En cambio, en las mujeres, el despiche casi siempre empieza en el corazón. La mayoría busca por fuera porque adentro se sienten solas, ignoradas o como un chunche más de la casa. Cuando sienten esa desconexión emocional, esa falta de que les presten atención, es cuando se abre la puerta para que alguien más venga a llenar ese vacío.
Y aquí es donde la cosa se pone más enredada. Uno podría pensar que la gente es infiel porque encuentra a alguien “más guapo” o “más buena”, pero ¡qué va! Muchas veces, la infidelidad no tiene nada que ver con la apariencia. Hay personas que, por más que tengan a una pareja increíble al lado, necesitan validación constante. Son gente con un toque narcisista que ocupa sentir que todavía “la pegan” en la calle, que necesitan ese aplauso externo que la relación estable ya no les da. En el fondo, tanto en hombres como en mujeres, cuando se jala una torta de estas, casi siempre hay una carencia emocional de fondo, un miedo a la soledad o un vacío que intentan llenar de la peor manera posible.
Ahora, ¿cómo se da uno cuenta de que algo anda mal? Los expertos dicen que hay señales clásicas, las famosas ‘red flags’ que uno a veces no quiere ver. Que si de repente su pareja vive pegada al celular como si fuera un órgano vital y lo esconde, que si ya no hablan de nada importante, que si el cariño se siente más forzado que discurso de político... ¡ojo ahí! Esas varas no son una prueba, pero sí una alarma de que la comunicación se fue al traste. Y para ponerle más ciencia al asunto, otros estudiosos como David Buss dicen que hasta la evolución nos juega en contra. Aparentemente, a los hombres les duele más el engaño físico (por aquello de no estar criando hijos ajenos, ¡qué sal!), mientras que a las mujeres les revienta más la traición emocional, el sentir que su pareja le dio su corazón y su apoyo a otra persona.
Al final del día, la infidelidad es un despiche monumental y no hay una sola respuesta que sirva para todos. Es un síntoma, no la enfermedad. Revela que algo en la relación estaba quebrado desde antes: falta de comunicación, necesidades no cumplidas, vacíos personales. Más que buscar culpables, quizás la verdadera pregunta es qué estaba fallando para que uno de los dos sintiera que tenía que buscar aire en otro tanque. La vara es si se puede reconstruir la confianza después de una torta así o si es mejor jalar cada uno por su lado. Por eso, les tiro la bola a ustedes, maes del Foro: ¿Creen que una infidelidad se puede perdonar y superar de verdad, o es el punto final definitivo para una relación? ¡Los leo!
Según los que saben, como una psicóloga chilena llamada Miriam Pardo, hombres y mujeres no jalan para el mismo lado cuando de infidelidad se trata. En los hombres, la vara parece ser más física y, digámoslo así, de ego. Muchos lo hacen por la emoción de la novedad, por la variedad. Es como si sintieran que la relación ya está “ganada” o controlada, y se buscan una aventura pasajera para subir el ego, aunque sepan que ese nuevo numerito no va para ningún lado. En cambio, en las mujeres, el despiche casi siempre empieza en el corazón. La mayoría busca por fuera porque adentro se sienten solas, ignoradas o como un chunche más de la casa. Cuando sienten esa desconexión emocional, esa falta de que les presten atención, es cuando se abre la puerta para que alguien más venga a llenar ese vacío.
Y aquí es donde la cosa se pone más enredada. Uno podría pensar que la gente es infiel porque encuentra a alguien “más guapo” o “más buena”, pero ¡qué va! Muchas veces, la infidelidad no tiene nada que ver con la apariencia. Hay personas que, por más que tengan a una pareja increíble al lado, necesitan validación constante. Son gente con un toque narcisista que ocupa sentir que todavía “la pegan” en la calle, que necesitan ese aplauso externo que la relación estable ya no les da. En el fondo, tanto en hombres como en mujeres, cuando se jala una torta de estas, casi siempre hay una carencia emocional de fondo, un miedo a la soledad o un vacío que intentan llenar de la peor manera posible.
Ahora, ¿cómo se da uno cuenta de que algo anda mal? Los expertos dicen que hay señales clásicas, las famosas ‘red flags’ que uno a veces no quiere ver. Que si de repente su pareja vive pegada al celular como si fuera un órgano vital y lo esconde, que si ya no hablan de nada importante, que si el cariño se siente más forzado que discurso de político... ¡ojo ahí! Esas varas no son una prueba, pero sí una alarma de que la comunicación se fue al traste. Y para ponerle más ciencia al asunto, otros estudiosos como David Buss dicen que hasta la evolución nos juega en contra. Aparentemente, a los hombres les duele más el engaño físico (por aquello de no estar criando hijos ajenos, ¡qué sal!), mientras que a las mujeres les revienta más la traición emocional, el sentir que su pareja le dio su corazón y su apoyo a otra persona.
Al final del día, la infidelidad es un despiche monumental y no hay una sola respuesta que sirva para todos. Es un síntoma, no la enfermedad. Revela que algo en la relación estaba quebrado desde antes: falta de comunicación, necesidades no cumplidas, vacíos personales. Más que buscar culpables, quizás la verdadera pregunta es qué estaba fallando para que uno de los dos sintiera que tenía que buscar aire en otro tanque. La vara es si se puede reconstruir la confianza después de una torta así o si es mejor jalar cada uno por su lado. Por eso, les tiro la bola a ustedes, maes del Foro: ¿Creen que una infidelidad se puede perdonar y superar de verdad, o es el punto final definitivo para una relación? ¡Los leo!