Diay maes, hay días en que uno se levanta y la primera noticia que ve le amarga el gallo pinto. Hoy fue uno de esos. Imagínense la escena: son las 5 de la mañana en Guadalupe de Cartago, todo está tranquilo, y de repente, el brete de toda una familia, un esfuerzo de seis largos años, empieza a arder. ¡Qué despiche! Una tienda vaquera, llena de cuero, botas y sombreros, se convirtió en un infierno en cuestión de minutos. Para la familia Badilla Fernández, dueños del local, la madrugada de este lunes fue una pesadilla que se llevó casi todo... pero no lo más importante.
En medio de todo el caos, con las llamas devorando cada chunche y el humo haciéndolo todo irrespirable, la primera reacción de Adrián Badilla fue la que tendríamos muchos: salvar a la familia, y eso incluye a los de cuatro patas. El mae, en un acto de pura valentía, logró sacar a su perrita del peligro. Pero la gata se había quedado atrapada. Uno se imagina la angustia, pensando que ya todo estaba perdido. Sin embargo, cuando los bomberos lograron controlar la vara, Adrián se metió y, milagrosamente, encontró a la gata acurrucada en una bodega a la que el fuego no llegó. Un alivio gigante en medio de la tragedia, pero la mañana todavía les tenía guardado un golpe más: una parejita de periquitos de amor que tenían en la tienda no sobrevivió. ¡Qué sal, de verdad! Perderlo todo y encima a tus animalitos... es un dolor que no se le desea a nadie.
Y es que aquí no estamos hablando de cualquier tienda. Eran seis años de esfuerzo, de levantarse temprano y acostarse tarde. Seis años de construir un sueño que, literalmente, se hizo humo. Toda la inversión, el inventario, el trabajo de don Roberto Badilla y doña Sonia Fernández se fue al traste en media hora. Ver las fotos de cómo quedó el local es para que a uno se le encoja el corazón. Uno piensa en la cantidad de familias ticas que se la juegan con un negocio propio, todo el sacrificio que hay detrás, para que un accidente así te deje en la calle. Don Roberto hasta sufrió quemaduras leves en los brazos por tratar de apagar el fuego él mismo. Esa es la desesperación de ver tu vida consumirse frente a tus ojos.
Hay que darle un aplauso gigante a los bomberos, eso sí. Doce maes se mandaron a controlar el incendio, enfrentándose a una estructura súper cerrada, con portones de metal que tuvieron que forzar para poder entrar. Según contaron, les tomó casi media hora solo para poder controlar las llamas. Es un brete increíblemente peligroso; de hecho, dos de ellos tuvieron que ser atendidos por inhalar humo, aunque por dicha se recuperaron rápido. Son los héroes anónimos que se meten donde todo el mundo sale corriendo. Gracias a ellos, el fuego no se extendió más y se pudo confirmar que, aparte del susto y las pérdidas materiales, la familia está bien.
Al final, esta historia nos deja un sabor agridulce. Por un lado, una torta terrible, una familia que lo pierde casi todo y tiene que empezar de cero. Pero por otro, nos recuerda lo que de verdad importa. Entre las cenizas de su negocio, lograron rescatar a dos miembros peludos de su familia. En momentos así, un abrazo, una vida salvada, vale más que todo el cuero del mundo. Ahora les toca la parte más dura: levantarse y ver qué sigue. La investigación dirá qué causó el fuego, pero el futuro de esta familia brumosa es incierto. Maes, ¿qué opinan ustedes? En una vara así, ¿cómo se vuelve a empezar después de un golpe tan duro?
En medio de todo el caos, con las llamas devorando cada chunche y el humo haciéndolo todo irrespirable, la primera reacción de Adrián Badilla fue la que tendríamos muchos: salvar a la familia, y eso incluye a los de cuatro patas. El mae, en un acto de pura valentía, logró sacar a su perrita del peligro. Pero la gata se había quedado atrapada. Uno se imagina la angustia, pensando que ya todo estaba perdido. Sin embargo, cuando los bomberos lograron controlar la vara, Adrián se metió y, milagrosamente, encontró a la gata acurrucada en una bodega a la que el fuego no llegó. Un alivio gigante en medio de la tragedia, pero la mañana todavía les tenía guardado un golpe más: una parejita de periquitos de amor que tenían en la tienda no sobrevivió. ¡Qué sal, de verdad! Perderlo todo y encima a tus animalitos... es un dolor que no se le desea a nadie.
Y es que aquí no estamos hablando de cualquier tienda. Eran seis años de esfuerzo, de levantarse temprano y acostarse tarde. Seis años de construir un sueño que, literalmente, se hizo humo. Toda la inversión, el inventario, el trabajo de don Roberto Badilla y doña Sonia Fernández se fue al traste en media hora. Ver las fotos de cómo quedó el local es para que a uno se le encoja el corazón. Uno piensa en la cantidad de familias ticas que se la juegan con un negocio propio, todo el sacrificio que hay detrás, para que un accidente así te deje en la calle. Don Roberto hasta sufrió quemaduras leves en los brazos por tratar de apagar el fuego él mismo. Esa es la desesperación de ver tu vida consumirse frente a tus ojos.
Hay que darle un aplauso gigante a los bomberos, eso sí. Doce maes se mandaron a controlar el incendio, enfrentándose a una estructura súper cerrada, con portones de metal que tuvieron que forzar para poder entrar. Según contaron, les tomó casi media hora solo para poder controlar las llamas. Es un brete increíblemente peligroso; de hecho, dos de ellos tuvieron que ser atendidos por inhalar humo, aunque por dicha se recuperaron rápido. Son los héroes anónimos que se meten donde todo el mundo sale corriendo. Gracias a ellos, el fuego no se extendió más y se pudo confirmar que, aparte del susto y las pérdidas materiales, la familia está bien.
Al final, esta historia nos deja un sabor agridulce. Por un lado, una torta terrible, una familia que lo pierde casi todo y tiene que empezar de cero. Pero por otro, nos recuerda lo que de verdad importa. Entre las cenizas de su negocio, lograron rescatar a dos miembros peludos de su familia. En momentos así, un abrazo, una vida salvada, vale más que todo el cuero del mundo. Ahora les toca la parte más dura: levantarse y ver qué sigue. La investigación dirá qué causó el fuego, pero el futuro de esta familia brumosa es incierto. Maes, ¿qué opinan ustedes? En una vara así, ¿cómo se vuelve a empezar después de un golpe tan duro?