Maes, sentémonos un toque a hablar de la última vara que nos tiraron los autobuseros, porque tiene tela que cortar. Resulta que la gente de Caprobús, que agrupa a un montón de empresas de buses, sobre todo fuera de la GAM, dice que están con el agua al cuello. La demanda de pasajeros no levanta desde la pandemia y, según ellos, el negocio está a punto de irse al traste. Por eso, llegaron con un paquetito de 14 “propuestas” bajo el brazo para que el Gobierno les eche un cable. Y aquí es donde la cosa se pone interesante.
Agárrense, porque las tres propuestas principales son de peso pesado. Primero, quieren exoneración total del IVA para todo: repuestos, mantenimiento, combustible, lo que sea. Segundo, piden también la exoneración, total o parcial, del impuesto único a los combustibles. Y para rematar, una rebajita del 50% en las cargas sociales que pagan por sus empleados. Según el presidente de la Cámara, solo con esos tres “favores” se estarían ahorrando el 75% de sus costos operativos. ¡Casi nada! La justificación es que así podrían bajar tarifas, renovar la flota y evitar que más rutas queden botadas. Suena bonito, ¿verdad?
Pero aquí es donde la vara se pone color de hormiga y hasta cómica. El mismo presidente de Caprobús, en un acto de sinceridad casi poética, reconoció que, aunque todo esto suena a un subsidio en toda regla, ellos prefieren no usar esa palabra. La frase textual fue: "No le vamos a llamar subsidio porque eso es como un tabú". O sea, en el más puro español tico: “les estamos pidiendo un subsidio con todas las letras, pero porfa no usen esa palabra que suena a que nos están regalando la plata de todos”. Es hablar de lo mismo, pero con otro idioma, como él mismo dijo. Un intento de dorar la píldora que, sinceramente, es para aplaudir por el descaro.
Y el despiche no termina ahí. Otro punto caliente es el de los adultos mayores. Todos sabemos que no pagan pasaje en rutas cortas. Los de Caprobús dicen que está bien, que el beneficio se mantenga, pero que el Estado debería reconocerles esa plata a ellos. Afirman que en algunas rutas rurales más del 60% de los pasajeros son adultos mayores y así no hay negocio que aguante. La verdad, este punto tiene algo de lógica. El problema es que, de nuevo, la solución es que el Gobierno pague. Y para que veamos que el problema es real, nos recuerdan que más de 100 rutas en todo el país ya fueron abandonadas por las empresas porque simplemente no les da la plata.
Al final, el panorama es un enredo total. Por un lado, los autobuseros dicen que la única solución que les han dado hasta ahora es subir las tarifas, pero que eso solo ahuyenta a más gente y empeora el problema. Por otro lado, sus “alternativas” son un platal que saldría directamente del presupuesto nacional, o sea, de nuestros impuestos. Quieren que se cree un “Fondo Nacional de Sostenibilidad” para que les pasen platita, pero sin llamarlo por su nombre. Diay, la pregunta del millón es: ¿debería el Estado meterse la mano en la bolsa para salvar a los autobuseros, con el riesgo de que al final la cuenta nos llegue a todos? ¿O los dejamos que se la jueguen solos, aunque eso signifique menos rutas y un servicio más caro o deficiente? ¿Qué opinan ustedes, maes? ¡Los leo!
Agárrense, porque las tres propuestas principales son de peso pesado. Primero, quieren exoneración total del IVA para todo: repuestos, mantenimiento, combustible, lo que sea. Segundo, piden también la exoneración, total o parcial, del impuesto único a los combustibles. Y para rematar, una rebajita del 50% en las cargas sociales que pagan por sus empleados. Según el presidente de la Cámara, solo con esos tres “favores” se estarían ahorrando el 75% de sus costos operativos. ¡Casi nada! La justificación es que así podrían bajar tarifas, renovar la flota y evitar que más rutas queden botadas. Suena bonito, ¿verdad?
Pero aquí es donde la vara se pone color de hormiga y hasta cómica. El mismo presidente de Caprobús, en un acto de sinceridad casi poética, reconoció que, aunque todo esto suena a un subsidio en toda regla, ellos prefieren no usar esa palabra. La frase textual fue: "No le vamos a llamar subsidio porque eso es como un tabú". O sea, en el más puro español tico: “les estamos pidiendo un subsidio con todas las letras, pero porfa no usen esa palabra que suena a que nos están regalando la plata de todos”. Es hablar de lo mismo, pero con otro idioma, como él mismo dijo. Un intento de dorar la píldora que, sinceramente, es para aplaudir por el descaro.
Y el despiche no termina ahí. Otro punto caliente es el de los adultos mayores. Todos sabemos que no pagan pasaje en rutas cortas. Los de Caprobús dicen que está bien, que el beneficio se mantenga, pero que el Estado debería reconocerles esa plata a ellos. Afirman que en algunas rutas rurales más del 60% de los pasajeros son adultos mayores y así no hay negocio que aguante. La verdad, este punto tiene algo de lógica. El problema es que, de nuevo, la solución es que el Gobierno pague. Y para que veamos que el problema es real, nos recuerdan que más de 100 rutas en todo el país ya fueron abandonadas por las empresas porque simplemente no les da la plata.
Al final, el panorama es un enredo total. Por un lado, los autobuseros dicen que la única solución que les han dado hasta ahora es subir las tarifas, pero que eso solo ahuyenta a más gente y empeora el problema. Por otro lado, sus “alternativas” son un platal que saldría directamente del presupuesto nacional, o sea, de nuestros impuestos. Quieren que se cree un “Fondo Nacional de Sostenibilidad” para que les pasen platita, pero sin llamarlo por su nombre. Diay, la pregunta del millón es: ¿debería el Estado meterse la mano en la bolsa para salvar a los autobuseros, con el riesgo de que al final la cuenta nos llegue a todos? ¿O los dejamos que se la jueguen solos, aunque eso signifique menos rutas y un servicio más caro o deficiente? ¿Qué opinan ustedes, maes? ¡Los leo!