Maes, ¿ya se dieron cuenta de la última movida del Tribunal Supremo de Elecciones? Parece que por fin alguien en el gobierno se tomó un café bien cargado y se dio cuenta de que estamos en el siglo XXI. La vara es que ya nos podemos subir a la nube con la nueva Cédula Digital, o como le dicen ellos con nombre de cohete, la Identidad Digital Costarricense (IDC). ¡Qué nivel! La idea de tener la cédula en el celular, junto a las fotos del paseo a la playa y los memes que nos mandan las tías, suena bastante tuanis, la verdad.
Para los que ya están pensando en cómo sacar este nuevo chunche, les cuento que el TSE, por dicha, no se jaló una torta con el proceso. Parece que aprendieron de otros trámites infernales. La vara para sacarla es 100% en línea, desde la página de ellos. Ocupan tener la cédula de plástico vigente, un celular más o menos moderno y no deberle ninguna cédula al TSE. Se meten, ponen su número, verifican su identidad con un par de pasos que parecen sacados de una película de espías, registran un correo y pagan con tarjeta. Cuesta dos rojos y seiscientos, lo que vale un café fancy o un par de birras, y dura cuatro años. Después de pagar, bajan la app, le ponen un PIN o la huella digital y ¡listo! Ya andan su identidad en el bolsillo, legal y todo.
Ahora, vamos a lo que importa: ¿para qué sirve esta vara más allá de verse tecnológico? El principal gancho es la seguridad. Dicen que la cédula digital viene con un cifrado más potente que la clave del Wi-Fi del vecino, con estándares internacionales y datos biométricos que ya tiene el TSE guardados. La idea es que sea casi imposible de falsificar, poniéndosela difícil a los maes que se dedican a la suplantación de identidad. ¡Qué carga! Además, para las instituciones, tanto públicas como privadas, esto es un respiro. Se acabaron los errores de digitación porque un funcionario leyó mal un número. En teoría, los trámites deberían volar, porque validar quién es usted sería cosa de escanear un código.
Pero ojo, antes de que se emocionen y boten la cédula vieja a la basura como si fuera un recibo del súper, hay que leer la letra pequeña. El mismo TSE aclaró un punto que es un balde de agua fría para los más futuristas: en las elecciones del 2026, nanai. Para ir a la urna a rayar la papeleta, va a tener que ser con el plástico de toda la vida. La cédula digital, por ahora, no sirve para votar. Además, la cédula física se va a seguir emitiendo y sigue siendo gratis (a menos que usted sea un campeón perdiéndola a cada rato). Así que este nuevo formato es un complemento, un “plus”, pero todavía no es el reemplazo total del documento que todos conocemos y hemos perdido alguna vez.
En resumen, la cédula digital es un paso adelante, una señal de que no nos estamos quedando botados en la era del fax. Es una herramienta que promete más seguridad y agilidad, y eso siempre se agradece. Pero todavía no es la revolución total que nos va a permitir quemar las billeteras. Sigue siendo un plan piloto con rueditas de entrenamiento, especialmente en el campo electoral. La modernización viene, pero a paso de procesión. Diay, maes, ahora les pregunto a ustedes: ¿ya se mandaron a sacar el chunche digital o van a esperar a ver qué tal jala la vara? ¿Creen que esto de verdad va a cambiar la forma en que hacemos trámites o va a terminar siendo otra de esas ideas que suenan genial pero que nadie termina usando?
Para los que ya están pensando en cómo sacar este nuevo chunche, les cuento que el TSE, por dicha, no se jaló una torta con el proceso. Parece que aprendieron de otros trámites infernales. La vara para sacarla es 100% en línea, desde la página de ellos. Ocupan tener la cédula de plástico vigente, un celular más o menos moderno y no deberle ninguna cédula al TSE. Se meten, ponen su número, verifican su identidad con un par de pasos que parecen sacados de una película de espías, registran un correo y pagan con tarjeta. Cuesta dos rojos y seiscientos, lo que vale un café fancy o un par de birras, y dura cuatro años. Después de pagar, bajan la app, le ponen un PIN o la huella digital y ¡listo! Ya andan su identidad en el bolsillo, legal y todo.
Ahora, vamos a lo que importa: ¿para qué sirve esta vara más allá de verse tecnológico? El principal gancho es la seguridad. Dicen que la cédula digital viene con un cifrado más potente que la clave del Wi-Fi del vecino, con estándares internacionales y datos biométricos que ya tiene el TSE guardados. La idea es que sea casi imposible de falsificar, poniéndosela difícil a los maes que se dedican a la suplantación de identidad. ¡Qué carga! Además, para las instituciones, tanto públicas como privadas, esto es un respiro. Se acabaron los errores de digitación porque un funcionario leyó mal un número. En teoría, los trámites deberían volar, porque validar quién es usted sería cosa de escanear un código.
Pero ojo, antes de que se emocionen y boten la cédula vieja a la basura como si fuera un recibo del súper, hay que leer la letra pequeña. El mismo TSE aclaró un punto que es un balde de agua fría para los más futuristas: en las elecciones del 2026, nanai. Para ir a la urna a rayar la papeleta, va a tener que ser con el plástico de toda la vida. La cédula digital, por ahora, no sirve para votar. Además, la cédula física se va a seguir emitiendo y sigue siendo gratis (a menos que usted sea un campeón perdiéndola a cada rato). Así que este nuevo formato es un complemento, un “plus”, pero todavía no es el reemplazo total del documento que todos conocemos y hemos perdido alguna vez.
En resumen, la cédula digital es un paso adelante, una señal de que no nos estamos quedando botados en la era del fax. Es una herramienta que promete más seguridad y agilidad, y eso siempre se agradece. Pero todavía no es la revolución total que nos va a permitir quemar las billeteras. Sigue siendo un plan piloto con rueditas de entrenamiento, especialmente en el campo electoral. La modernización viene, pero a paso de procesión. Diay, maes, ahora les pregunto a ustedes: ¿ya se mandaron a sacar el chunche digital o van a esperar a ver qué tal jala la vara? ¿Creen que esto de verdad va a cambiar la forma en que hacemos trámites o va a terminar siendo otra de esas ideas que suenan genial pero que nadie termina usando?