Mae, ¿se acuerda de Crucitas? Esa vara que pensamos que estaba más que enterrada, como mal recuerdo de una fiesta que terminó pésimo. Diay, pues parece que alguien encontró una pala y está desenterrando al muerto. Este miércoles, la Comisión de Alajuela, con el voto de ocho diputados, decidió que el plan del Gobierno para volver a explorar y explotar oro en la zona de San Carlos tiene futuro. Así como lo oye. El proyecto recibió el dictamen positivo y ahora la papa caliente pasa al Plenario, donde el verdadero pleito apenas va a empezar. ¡Qué torta se nos viene encima!
La justificación de los que apoyan el proyecto, como el diputado liberacionista Joaquín Hernández, suena casi lógica si uno no le pone mucha mente. El argumento principal es que Crucitas ya es un desastre. Según ellos, la zona es un coladero de oreros ilegales que se están robando todo, usan cianuro a lo loco y el daño ambiental crece cada día. "No nos está quedando nada de ese oro", dijo el diputado. Entonces, la "solución mágica" que proponen es un modelo de minería controlada por el Estado para, supuestamente, "extraer el oro de la mejor manera". O sea, la lógica es: como ya el despiche está hecho, mejor organicemos el despiche y de paso le sacamos plata.
Pero como en toda buena novela tica, no podía faltar la oposición. La diputada Priscilla Vindas, del Frente Amplio, fue la única que votó en contra. La mae se ha fajado durante todo el proceso, presentando más de 30 mociones para frenar la iniciativa, pero se las batearon todas. Quedó sola contra ocho. Con el dictamen afirmativo, ahora la lucha se traslada al Plenario, y ya anunciaron que van a meterle más mociones para entrabar el brete legislativo. Es la crónica de un pleito anunciado, y todo apunta a que esta discusión va para largo. Nadie va a querer aflojar y el debate, probablemente, se va a poner más tenso que un partido de la Sele en el último minuto.
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo: la plata. ¿Cómo se va a repartir el supuesto botín? Según el texto que aprobaron, el 72% de las ganancias iría directo al Ministerio de Hacienda para pagar la deuda del Estado. El otro 28% se quedaría en la zona: un 25% para la Municipalidad de San Carlos y un 3% para las Asociaciones de Desarrollo. Suena bonito en el papel, pero la gran pregunta es si las ganancias millonarias que prometen compensarán el riesgo. El Viceministro de Ambiente aseguró hace unos meses que hay "un millón de onzas de oro constatadas" en la zona, y que podría ser "mucho más". A un precio de $2,700 la onza, haga usted los números. La tentación es enorme.
El proyecto, además, separa la exploración de la explotación. Primero, una empresa ganaría un permiso para ir a ver qué tan grande es el tesoro. Luego, si de verdad le cuadra el chunche, tendría que entrar a una subasta pública para competir por la concesión para sacar el oro. Un proceso en dos pasos que, según dicen, busca darle más transparencia a la vara. Pero seamos honestos, la historia de las concesiones en este país no es precisamente un cuento de hadas. La mesa está servida, maes. Por un lado, la promesa de plata fresca para tapar el hueco fiscal y 'ordenar' el caos que ya existe. Por otro, el fantasma de un desastre ambiental con sello de aprobación legislativa. La pregunta del millón (de onzas): ¿De verdad vale la pena volver a abrir esta caja de Pandora? ¿O es una torta anunciada que nos va a salir carísima a todos? ¡Los leo en los comentarios!
La justificación de los que apoyan el proyecto, como el diputado liberacionista Joaquín Hernández, suena casi lógica si uno no le pone mucha mente. El argumento principal es que Crucitas ya es un desastre. Según ellos, la zona es un coladero de oreros ilegales que se están robando todo, usan cianuro a lo loco y el daño ambiental crece cada día. "No nos está quedando nada de ese oro", dijo el diputado. Entonces, la "solución mágica" que proponen es un modelo de minería controlada por el Estado para, supuestamente, "extraer el oro de la mejor manera". O sea, la lógica es: como ya el despiche está hecho, mejor organicemos el despiche y de paso le sacamos plata.
Pero como en toda buena novela tica, no podía faltar la oposición. La diputada Priscilla Vindas, del Frente Amplio, fue la única que votó en contra. La mae se ha fajado durante todo el proceso, presentando más de 30 mociones para frenar la iniciativa, pero se las batearon todas. Quedó sola contra ocho. Con el dictamen afirmativo, ahora la lucha se traslada al Plenario, y ya anunciaron que van a meterle más mociones para entrabar el brete legislativo. Es la crónica de un pleito anunciado, y todo apunta a que esta discusión va para largo. Nadie va a querer aflojar y el debate, probablemente, se va a poner más tenso que un partido de la Sele en el último minuto.
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo: la plata. ¿Cómo se va a repartir el supuesto botín? Según el texto que aprobaron, el 72% de las ganancias iría directo al Ministerio de Hacienda para pagar la deuda del Estado. El otro 28% se quedaría en la zona: un 25% para la Municipalidad de San Carlos y un 3% para las Asociaciones de Desarrollo. Suena bonito en el papel, pero la gran pregunta es si las ganancias millonarias que prometen compensarán el riesgo. El Viceministro de Ambiente aseguró hace unos meses que hay "un millón de onzas de oro constatadas" en la zona, y que podría ser "mucho más". A un precio de $2,700 la onza, haga usted los números. La tentación es enorme.
El proyecto, además, separa la exploración de la explotación. Primero, una empresa ganaría un permiso para ir a ver qué tan grande es el tesoro. Luego, si de verdad le cuadra el chunche, tendría que entrar a una subasta pública para competir por la concesión para sacar el oro. Un proceso en dos pasos que, según dicen, busca darle más transparencia a la vara. Pero seamos honestos, la historia de las concesiones en este país no es precisamente un cuento de hadas. La mesa está servida, maes. Por un lado, la promesa de plata fresca para tapar el hueco fiscal y 'ordenar' el caos que ya existe. Por otro, el fantasma de un desastre ambiental con sello de aprobación legislativa. La pregunta del millón (de onzas): ¿De verdad vale la pena volver a abrir esta caja de Pandora? ¿O es una torta anunciada que nos va a salir carísima a todos? ¡Los leo en los comentarios!