Maes, ¿se acuerdan del novelón del FEES de esta semana? Diay, si parpadearon, se lo perdieron, porque la vara cambió más rápido que el clima de abril. El lunes nos despertamos con un acuerdo en el Consejo Nacional de Rectores (Conare) sobre cómo repartir el 1% de aumento que soltó el Gobierno. Todo parecía listo, foto para la prensa y a seguir con el brete. Pero, ¡un momento! A la Universidad de Costa Rica (UCR) como que no le cuadraron los números. Sintieron que en la repartición les estaban dando la tajada más flaca del queque y, fiel a su estilo, pegaron el grito al cielo.
Y cuando la UCR pega el grito al cielo, hasta en Zapote se escucha. Lo que pasó después fue digno de una serie de Netflix. Para el martes en la noche, el acuerdo del lunes ya era historia patria. Se fue al traste. Los rectores, en una sentada que me imagino que tuvo su buena dosis de tensión, decidieron echar para atrás y barajar de nuevo. La presión del movimiento estudiantil, el sindicato y el propio Consejo Universitario de la UCR fue tan fuerte que Conare tuvo que recalcular la ruta. Al final, la UCR no solo recuperó terreno, sino que terminó con un pedazo más grande del que tenía en el primer round, pasando de recibir ¢1.489 millones a ¢1.621 millones solo de ese 1% de incremento. Una jugada de poder, sin duda.
Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo, porque esa plata extra para la UCR tenía que salir de algún lado. Los sacrificados en esta primera movida fueron la Universidad Técnica Nacional (UTN) y la Universidad Nacional (UNA). A la UTN le metieron un tijeretazo que la dejó con ¢102 millones menos de lo pactado, y a la UNA le rebajaron ¢30 melones. ¡Qué sal! Imagínense la cara de los rectores de esas universidades, que el lunes tenían un número en la mano y el martes les salieron con que siempre no, que hay que "ajustar" por la paz del combo. Es el clásico “vestir un santo desvistiendo a otro”, y por un momento parecía que la cosa se iba a poner color de hormiga entre las mismas universidades públicas.
Sin embargo, cuando parecía que el despiche iba a ser monumental, el Conare se sacó un conejo del sombrero. ¿Cuál fue el truco de magia? El superávit. Resulta que el Consejo tenía un guardadito, una platica extra de su propio presupuesto y del Fondo del Sistema, y decidieron usarla para apagar el incendio. Para compensar el rebajo que les hicieron a la UNA y a la UTN del fondo principal, les giraron ¢152 millones y ¢102 millones respectivamente de este excedente. Y no solo eso, sino que a la UCR le dieron otros ¢646 millones más de ese mismo guardado. O sea, al final, la UCR no solo le dio vuelta al acuerdo inicial, sino que se llevó un bono extra.
Al final del día, la UCR celebró por todo lo alto. Su rector, Carlos Araya, agradeció a todo el mundo y habló de seguir unidos en defensa de la autonomía universitaria. Y claro, tienen motivos para estar contentos: presionaron y ganaron. La UNA y la UTN, por su parte, terminaron con un poco más de plata de la que tenían antes del lunes, pero solo gracias a que Conare metió mano en su chanchito. La vara es que este episodio deja clarísimo el peso político que tiene la UCR en la mesa de negociación. No es solo la más grande, es la que tiene la voz más fuerte y no duda en usarla. Ahora la pregunta que queda en el aire es para nosotros, los que vemos el partido desde la gradería.
Maes, ¿qué opinan ustedes? Al final, ¿fue una jugada maestra y una defensa legítima de la UCR o una muestra de que en el Conare la vara se arregla "a lo tico", con un poquito por aquí y otro por allá para que nadie se enoje demasiado y la foto salga bonita?
Y cuando la UCR pega el grito al cielo, hasta en Zapote se escucha. Lo que pasó después fue digno de una serie de Netflix. Para el martes en la noche, el acuerdo del lunes ya era historia patria. Se fue al traste. Los rectores, en una sentada que me imagino que tuvo su buena dosis de tensión, decidieron echar para atrás y barajar de nuevo. La presión del movimiento estudiantil, el sindicato y el propio Consejo Universitario de la UCR fue tan fuerte que Conare tuvo que recalcular la ruta. Al final, la UCR no solo recuperó terreno, sino que terminó con un pedazo más grande del que tenía en el primer round, pasando de recibir ¢1.489 millones a ¢1.621 millones solo de ese 1% de incremento. Una jugada de poder, sin duda.
Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo, porque esa plata extra para la UCR tenía que salir de algún lado. Los sacrificados en esta primera movida fueron la Universidad Técnica Nacional (UTN) y la Universidad Nacional (UNA). A la UTN le metieron un tijeretazo que la dejó con ¢102 millones menos de lo pactado, y a la UNA le rebajaron ¢30 melones. ¡Qué sal! Imagínense la cara de los rectores de esas universidades, que el lunes tenían un número en la mano y el martes les salieron con que siempre no, que hay que "ajustar" por la paz del combo. Es el clásico “vestir un santo desvistiendo a otro”, y por un momento parecía que la cosa se iba a poner color de hormiga entre las mismas universidades públicas.
Sin embargo, cuando parecía que el despiche iba a ser monumental, el Conare se sacó un conejo del sombrero. ¿Cuál fue el truco de magia? El superávit. Resulta que el Consejo tenía un guardadito, una platica extra de su propio presupuesto y del Fondo del Sistema, y decidieron usarla para apagar el incendio. Para compensar el rebajo que les hicieron a la UNA y a la UTN del fondo principal, les giraron ¢152 millones y ¢102 millones respectivamente de este excedente. Y no solo eso, sino que a la UCR le dieron otros ¢646 millones más de ese mismo guardado. O sea, al final, la UCR no solo le dio vuelta al acuerdo inicial, sino que se llevó un bono extra.
Al final del día, la UCR celebró por todo lo alto. Su rector, Carlos Araya, agradeció a todo el mundo y habló de seguir unidos en defensa de la autonomía universitaria. Y claro, tienen motivos para estar contentos: presionaron y ganaron. La UNA y la UTN, por su parte, terminaron con un poco más de plata de la que tenían antes del lunes, pero solo gracias a que Conare metió mano en su chanchito. La vara es que este episodio deja clarísimo el peso político que tiene la UCR en la mesa de negociación. No es solo la más grande, es la que tiene la voz más fuerte y no duda en usarla. Ahora la pregunta que queda en el aire es para nosotros, los que vemos el partido desde la gradería.
Maes, ¿qué opinan ustedes? Al final, ¿fue una jugada maestra y una defensa legítima de la UCR o una muestra de que en el Conare la vara se arregla "a lo tico", con un poquito por aquí y otro por allá para que nadie se enoje demasiado y la foto salga bonita?