Maes, uno va al súper pensando en apoyar el producto nacional, en llevarse a la casa algo fresquito, de la tierra. Pero vieras qué despiche se armó con una vara tan simple como las cebollas. Resulta que Walmart, el gigante de los supermercados, se jaló una torta monumental y ahora los agricultores de Cartago, agrupados en Ashori, los tienen contra las cuerdas con una denuncia formal ante el MEIC. ¿El motivo? Estaban vendiendo cebollas peruanas como si fueran ticas. ¡Así como lo leen!
Diay, el problema no es solo un papelito mal puesto. Esto va mucho más allá. Según la denuncia, la vara es un engaño en toda regla. Usted, como consumidor, llega, ve la etiqueta que dice "Origen: Costa Rica" con el logo de Hortifruti y todo, y se la cree. La echa al carrito pensando que está comprando una cebolla fresca, recién sacada de las faldas del Irazú. Pero ¡sorpresa! Al darle vuelta a la etiqueta, en letra pequeña, se leía "Producto de Perú". Es como que usted pida un casado con plátano maduro y le den uno verde pintado con marcador amarillo. La calidad, mae, no es la misma. Los productores nacionales alegan que la cebolla tica es fresca, mientras que la importada puede tener meses de estar guardada y, para colmo, a veces ya viene hasta "nacida". ¡Qué sal!
Lo más interesante es cómo se destapó todo. Un abogado, en representación de los agricultores, se fue de incógnito a varios Walmart, incluyendo el de San Rafael de Escazú. El mae llegó a revisar las mallas de cebolla y ¡zaz!, los agarró con las manos en la masa. La etiqueta era un camaleón: tica por delante, peruana por detrás. Y para rematar, en la sección a granel, ni siquiera se molestaban en poner el origen, solo el precio. ¿La respuesta de Walmart? El clásico comunicado corporativo. Aceptaron el "error", dijeron que fue "limitado a pocas tiendas" (aunque la denuncia lista varias en Cartago y Curridabat) y que ya están haciendo los "ajustes pertinentes". Básicamente, un "ups, disculpen, ya casi lo arreglamos". Suena a control de daños, ¿no creen?
Ahora, pensemos en los que de verdad se llevan la peor parte en toda esta mala vara: los agricultores de acá. Imagínense el brete que es sembrar, cuidar y cosechar, para que luego venga una cadena gigante y confunda al consumidor, haciéndole comprar producto importado pensando que es local. Es una competencia completamente desleal. Los productores de Tierra Blanca y otras zonas de Cartago dependen de que nosotros, los consumidores, elijamos su producto por su frescura y calidad. Si el supermercado nos juega de vivo, el plan de apoyar lo nuestro se va al traste y los que quedan más salados son ellos.
Al final, la denuncia ya está puesta y pide una investigación, el decomiso del producto y, por supuesto, una sanción económica para Walmart. Ojalá el MEIC se ponga las pilas y siente un precedente, porque esto no puede seguir pasando. Nos recuerda que, como consumidores, tenemos que andar más avispados que nunca, leer hasta la letra más pequeña y no dejarnos meter gato por liebre, o en este caso, cebolla peruana por cartaga. Pero diay, más allá del despiche de las cebollas, ¿les ha pasado algo parecido? ¿Se fijan en el origen de lo que compran o les da igual mientras esté barato? ¡Cuenten a ver, maes!
Diay, el problema no es solo un papelito mal puesto. Esto va mucho más allá. Según la denuncia, la vara es un engaño en toda regla. Usted, como consumidor, llega, ve la etiqueta que dice "Origen: Costa Rica" con el logo de Hortifruti y todo, y se la cree. La echa al carrito pensando que está comprando una cebolla fresca, recién sacada de las faldas del Irazú. Pero ¡sorpresa! Al darle vuelta a la etiqueta, en letra pequeña, se leía "Producto de Perú". Es como que usted pida un casado con plátano maduro y le den uno verde pintado con marcador amarillo. La calidad, mae, no es la misma. Los productores nacionales alegan que la cebolla tica es fresca, mientras que la importada puede tener meses de estar guardada y, para colmo, a veces ya viene hasta "nacida". ¡Qué sal!
Lo más interesante es cómo se destapó todo. Un abogado, en representación de los agricultores, se fue de incógnito a varios Walmart, incluyendo el de San Rafael de Escazú. El mae llegó a revisar las mallas de cebolla y ¡zaz!, los agarró con las manos en la masa. La etiqueta era un camaleón: tica por delante, peruana por detrás. Y para rematar, en la sección a granel, ni siquiera se molestaban en poner el origen, solo el precio. ¿La respuesta de Walmart? El clásico comunicado corporativo. Aceptaron el "error", dijeron que fue "limitado a pocas tiendas" (aunque la denuncia lista varias en Cartago y Curridabat) y que ya están haciendo los "ajustes pertinentes". Básicamente, un "ups, disculpen, ya casi lo arreglamos". Suena a control de daños, ¿no creen?
Ahora, pensemos en los que de verdad se llevan la peor parte en toda esta mala vara: los agricultores de acá. Imagínense el brete que es sembrar, cuidar y cosechar, para que luego venga una cadena gigante y confunda al consumidor, haciéndole comprar producto importado pensando que es local. Es una competencia completamente desleal. Los productores de Tierra Blanca y otras zonas de Cartago dependen de que nosotros, los consumidores, elijamos su producto por su frescura y calidad. Si el supermercado nos juega de vivo, el plan de apoyar lo nuestro se va al traste y los que quedan más salados son ellos.
Al final, la denuncia ya está puesta y pide una investigación, el decomiso del producto y, por supuesto, una sanción económica para Walmart. Ojalá el MEIC se ponga las pilas y siente un precedente, porque esto no puede seguir pasando. Nos recuerda que, como consumidores, tenemos que andar más avispados que nunca, leer hasta la letra más pequeña y no dejarnos meter gato por liebre, o en este caso, cebolla peruana por cartaga. Pero diay, más allá del despiche de las cebollas, ¿les ha pasado algo parecido? ¿Se fijan en el origen de lo que compran o les da igual mientras esté barato? ¡Cuenten a ver, maes!