Seamos honestos, mae, todos conocemos la historia. El abuelo o la abuela montaron un negocito a puro esfuerzo, una soda, un taller, una tiendita, y la hicieron grande. La vara es que cuando llega el momento de pasarle el chunche a la siguiente generación, la cosa se enreda más que audífonos en la bolsa. Las broncas familiares, la falta de un plan y las ganas de hacer todo "a la pura bulla" terminan mandando al traste legados que costaron años construir. Es el cuento de nunca acabar y una de las principales razones por las que muchos negocios familiares no llegan ni a la tercera generación.
Diay, parece que el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y la Mucap se pusieron las pilas y le están entrando de lleno a ese chicharrón. Se montaron un evento en Cartago llamado “De empresa familiar a familia empresaria” y, por lo que se ve, la convocatoria fue un éxito. Juntaron a casi 100 dueños de pymes de la zona, gente de todos los sectores: comercio, transporte, alimentos... La idea era simple pero potente: darles herramientas para que no se maten entre ellos y logren profesionalizar el brete. ¡Qué nivel de iniciativa! Porque una cosa es la confianza de la familia y otra muy distinta es tener un plan claro para que el negocio siga facturando cuando los fundadores ya no estén al mando.
Y ojo, no era que cualquiera podía llegar a tomarse el cafecito. Para participar, las empresas tenían que demostrar que no estaban jugando de vivas. Tenían que tener al menos tres años de estar operando, estar inscritas en el MEIC y cumplir con la famosa regla del “dos de tres”: estar al día con la Caja y Hacienda o tener la póliza de riesgos del trabajo. Esto es clave, mae, porque significa que el taller se enfocó en negocios que ya están consolidados, que ya pasaron la etapa de "a ver si pega" y ahora enfrentan el verdadero reto: cómo crecer y pasar la batuta sin que todo se desmorone. Es hablarle al que de verdad lo necesita.
Para que la vara no fuera pura hablada, trajeron a unos cargas en la materia. Estuvo un estratega tico, Omar Castillo, y un especialista mexicano, Jorge Casares, que saben un montón sobre cómo hacer que una empresa familiar sea rentable y sostenible. Pero lo más chiva fue el panel “De Generación en Generación”. Ahí pusieron a contar sus historias a pymes de la misma provincia de Cartago, como Transporte Ortega Rojas, Crujipán y Rosselló. Escuchar de primera mano cómo otras familias lograron hacer esa transición sin jalarse una torta monumental tiene un valor increíble. Es la prueba de que, aunque sea un despiche, sí se puede lograr.
Al final, la cosa no terminó con el certificado para guindar en la oficina. El INA anunció que le va a dar seguimiento con un Programa de Empresas Familiares, ofreciendo asesoría y más capacitación. Esto demuestra que hay un interés real en que las pymes apliquen lo que aprendieron. Porque de nada sirve una charla motivacional si al día siguiente el tío y el primo se siguen agarrando por la misma estupidez de siempre. Se necesita un cambio de mentalidad, y parece que este es un primer paso sólido en esa dirección.
Ahora les pregunto a ustedes, foreros: ¿Cuántos conocen pymes familiares que la pulsean todos los días? ¿Creen que este tipo de ayudas de verdad hace la diferencia o es pura paja para la foto?
Diay, parece que el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y la Mucap se pusieron las pilas y le están entrando de lleno a ese chicharrón. Se montaron un evento en Cartago llamado “De empresa familiar a familia empresaria” y, por lo que se ve, la convocatoria fue un éxito. Juntaron a casi 100 dueños de pymes de la zona, gente de todos los sectores: comercio, transporte, alimentos... La idea era simple pero potente: darles herramientas para que no se maten entre ellos y logren profesionalizar el brete. ¡Qué nivel de iniciativa! Porque una cosa es la confianza de la familia y otra muy distinta es tener un plan claro para que el negocio siga facturando cuando los fundadores ya no estén al mando.
Y ojo, no era que cualquiera podía llegar a tomarse el cafecito. Para participar, las empresas tenían que demostrar que no estaban jugando de vivas. Tenían que tener al menos tres años de estar operando, estar inscritas en el MEIC y cumplir con la famosa regla del “dos de tres”: estar al día con la Caja y Hacienda o tener la póliza de riesgos del trabajo. Esto es clave, mae, porque significa que el taller se enfocó en negocios que ya están consolidados, que ya pasaron la etapa de "a ver si pega" y ahora enfrentan el verdadero reto: cómo crecer y pasar la batuta sin que todo se desmorone. Es hablarle al que de verdad lo necesita.
Para que la vara no fuera pura hablada, trajeron a unos cargas en la materia. Estuvo un estratega tico, Omar Castillo, y un especialista mexicano, Jorge Casares, que saben un montón sobre cómo hacer que una empresa familiar sea rentable y sostenible. Pero lo más chiva fue el panel “De Generación en Generación”. Ahí pusieron a contar sus historias a pymes de la misma provincia de Cartago, como Transporte Ortega Rojas, Crujipán y Rosselló. Escuchar de primera mano cómo otras familias lograron hacer esa transición sin jalarse una torta monumental tiene un valor increíble. Es la prueba de que, aunque sea un despiche, sí se puede lograr.
Al final, la cosa no terminó con el certificado para guindar en la oficina. El INA anunció que le va a dar seguimiento con un Programa de Empresas Familiares, ofreciendo asesoría y más capacitación. Esto demuestra que hay un interés real en que las pymes apliquen lo que aprendieron. Porque de nada sirve una charla motivacional si al día siguiente el tío y el primo se siguen agarrando por la misma estupidez de siempre. Se necesita un cambio de mentalidad, y parece que este es un primer paso sólido en esa dirección.
Ahora les pregunto a ustedes, foreros: ¿Cuántos conocen pymes familiares que la pulsean todos los días? ¿Creen que este tipo de ayudas de verdad hace la diferencia o es pura paja para la foto?