http://www.nacion.com/ln_ee/2008/agosto/27/opinion1677558.html
Parece ser que el presidente de Honduras Manuel Zelaya ha dado un giro repentino a la izquierda cambiando el panorama de la región centroamericana que en épocas posteriores a la guerra fría ha estado alineada casi totalmente a la derecha, incluyendo a CR principalmente por los gobiernos socialcristianos y el de Figueres que se han caracterizado por ser más liberales que sus predecesores, pero volviendo al tema parece que la forma de hacer política en Centroamérica va a cambiar sustancialmente tomando en cuenta que es muy posible que el FMLN triunfe en El Salvador, principal aliado de los EEUU en Centroamérica, además de esto parece que Guatemala está anuente a adherirse al ALBA también, por lo cual no sería nada raro en un futuro cercano ver a una CA alineada casi totalmente con los gobiernos de izquierda latinoamericanos, y de ahí surge la pregunta ¿qué implicaciones políticas tendría la firma de este acuerdo?¿Podría ser beneficioso para CR pertenecer a esta iniciativa o por el contrario nos ataría a la agenda ideológica de los gobiernos bolivarianos?
La sombra del populismo
Honduras se ha sumado a Nicaragua en un inquietante rumbo político
Las opciones confrontativas e irresponsables solo daño harán a la región
Los presidentes de Honduras y Nicaragua han hecho causa común para dar nuevos ímpetus en Centroamérica a discursos, poses y acciones de un populismo primario e irresponsable, dañino no solo para sus países, sino para toda la región.
El historial de Daniel Ortega en esta materia es largo y de sobra conocido; el del hondureño Manuel Zelaya, en cambio, es de factura más reciente, pero se ha acelerado durante los últimos meses.
Desde que llegó al gobierno, Ortega, lejos de dedicarse a trabajar seriamente por resolver los problemas de Nicaragua, ha hecho gala de una actitud desafiante, de un evidente irrespeto a la democracia, de una política económica errática, de un claro desdén por la opinión ajena y de una retórica provocadora e irrespetuosa. En este curso de acción se enmarca su reciente amenaza de sacar a Nicaragua de la Organización de Estados Americanos (OEA), como respuesta a la preocupación que expresó su secretario general, José Miguel Insulza, por la exclusión de dos partidos políticos de las elecciones municipales previstas para noviembre.
La reacción de Ortega siguió un guion similar al de sus colegas venezolano, Hugo Chávez, y boliviano, Evo Morales: el traslado de culpas a fuentes ajenas; en este caso, la OEA, a la que llamó, con enorme falta de originalidad retórica, “instrumento del imperio y de las oligarquía”. Pero la verdad es otra, porque Insulza se estaba haciendo eco de una preocupación de la mayoría de los nicaragüenses, porque son ellos quienes, por el impedimento contra los partidos Conservador y Movimiento de Renovación Sadinista, ya se han visto seriamente limitados en el ejercicio de sus derechos democráticos.
El caso hondureño es menos grave, pero siempre preocupante. Zelaya, a diferencia de Ortega, no controla su partido, el Liberal. En esta agrupación hay varios sectores que adversan sus tendencias populistas, y el opositor Partido Nacional las rechaza frontalmente. Por esto, su capacidad para imponerse es mucho menor; sin embargo, se ha empeñado en usar al máximo su investidura y poderes presidenciales para incrementar sus nexos con Chávez y lo que este representa.
La acción más inquietante hasta ahora fue la decisión de Zelaya de afiliar su país a la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), la agrupación de Gobiernos populistas creada y sustentada por Venezuela, con claras intenciones de lograr influencia mediante la manipulación de su riqueza petrolera. Al consumar la medida, el lunes, en un acto coreografiado con multitudes movilizadas para brindar colorido y aplausos, el Presidente hondureño se apropió de la retórica trasnochada de Chávez, Ortega y Morales, allí presentes. Proclamó que sus “enemigos” habían “perdido la lucha” porque “Honduras no pidió permiso a ningún imperialismo para suscribir el acuerdo de ALBA”, y, con el simplismo característico de los marxistas ya superados, proclamó que esa organización “abre una puerta de esperanzas para resolver los graves problemas generados por el capitalismo universal”. Es decir, el ALBA como salvación mágica frente a la perversión global. No en balde su colega venezolano lo calificó como “un comandante vaquero”.
Hasta dónde pretenderá llegar Zelaya y qué rumbo tomará su alianza con Ortega en Centroamérica es algo difícil de decir. Sin embargo, las señales visibles generan fuerte inquietud, no solo por los riesgos para la institucionalidad en Honduras y Nicaragua, sino también por su efecto en la región. Todos los sectores políticamente serios y democráticos centroamericanos deben estar atentos a la evolución de los acontecimientos y listos para evitar que la influencia del populismo autoritario de signo chavista avance en el Istmo.
Parece ser que el presidente de Honduras Manuel Zelaya ha dado un giro repentino a la izquierda cambiando el panorama de la región centroamericana que en épocas posteriores a la guerra fría ha estado alineada casi totalmente a la derecha, incluyendo a CR principalmente por los gobiernos socialcristianos y el de Figueres que se han caracterizado por ser más liberales que sus predecesores, pero volviendo al tema parece que la forma de hacer política en Centroamérica va a cambiar sustancialmente tomando en cuenta que es muy posible que el FMLN triunfe en El Salvador, principal aliado de los EEUU en Centroamérica, además de esto parece que Guatemala está anuente a adherirse al ALBA también, por lo cual no sería nada raro en un futuro cercano ver a una CA alineada casi totalmente con los gobiernos de izquierda latinoamericanos, y de ahí surge la pregunta ¿qué implicaciones políticas tendría la firma de este acuerdo?¿Podría ser beneficioso para CR pertenecer a esta iniciativa o por el contrario nos ataría a la agenda ideológica de los gobiernos bolivarianos?