Mae, hay historias que de verdad lo dejan a uno sin palabras, de esas que uno lee y piensa: ¡qué sal! La de Julián Solís Murillo, un güila de San Carlos de apenas 17 días, es una de esas. El chiquito ya arrancó su vida como un campeón, sobreviviendo a un nudo real en el cordón umbilical, una vara que médicamente es súper peligrosa. Uno pensaría que después de ese susto, ya todo iría para arriba. Pero diay, a veces la vida tiene otros planes, y en este caso, se puso en un plan durísimo.
Resulta que a los pocos días de nacido, los papás notaron que Julián respiraba de forma extraña. Lo llevaron al Hospital de Niños y ¡bam!, el diagnóstico cayó como un baldazo de agua fría: tronco arterioso común grado 1. Para desmenuzar la vara sin ponernos muy técnicos, es como si el corazón del bebé tuviera un error de fábrica. En lugar de tener dos “tuberías” principales para repartir la sangre, solo tiene una. Esto significa que la oxigenación de su cuerpito es un despiche y sus pulmones están en riesgo de dañarse para siempre. La única solución es una cirugía a corazón abierto, y tiene que ser ya, en la etapa neonatal.
Y aquí es donde la historia se pone todavía más cuesta arriba. La operación no se puede hacer aquí en Tiquicia; tienen que volar hasta Barcelona. El costo de la intervención, sin contar tiquetes, hospedaje ni nada más, es de 37 millones de colones. Mae, es un platal que para la mayoría de nosotros es simplemente una locura, una cifra de otro planeta. Para una familia joven de San Carlos, es una montaña casi imposible de escalar. Karla, la mamá, y su esposo tienen tres hijos más y, como muchos en este país, la pulsean día a día con el brete.
Pero esperen, que la mala suerte no venía sola. Como si tener un bebé recién nacido que necesita una operación millonaria no fuera suficiente, la familia está, como decimos en buen tico, saladísima. Hace menos de dos meses, el 24 de julio, perdieron su casa. Un terraplén se vino abajo y dejó la vivienda completamente enterrada. Karla, embarazada en ese momento, hasta se cayó por una grada en medio del caos. La CNE declaró la casa inhabitable y ahora viven de prestado, arrimados, mientras enfrentan esta nueva emergencia que les cambió la vida por completo.
Sinceramente, es una prueba de fuego. Primero, un milagro al nacer. Ahora, la necesidad de otro milagro, uno que depende de la solidaridad de todos nosotros. La familia está pidiendo ayuda, principalmente oraciones, pero también apoyo económico para alcanzar esa meta que parece tan lejana. Dejaron un SINPE Móvil (8752-7628, a nombre de Katherine Solís Murillo) por si alguien puede echarles una mano. Cualquier rojo ayuda a construir esa escalera para que Julián llegue a Barcelona. Más allá de la ayuda inmediata, que es crucial, ¿qué les dice esta historia sobre la red de seguridad que tenemos en el país? ¿Estamos realmente preparados para una emergencia médica de este calibre cuando la Caja no puede cubrirlo todo?
Resulta que a los pocos días de nacido, los papás notaron que Julián respiraba de forma extraña. Lo llevaron al Hospital de Niños y ¡bam!, el diagnóstico cayó como un baldazo de agua fría: tronco arterioso común grado 1. Para desmenuzar la vara sin ponernos muy técnicos, es como si el corazón del bebé tuviera un error de fábrica. En lugar de tener dos “tuberías” principales para repartir la sangre, solo tiene una. Esto significa que la oxigenación de su cuerpito es un despiche y sus pulmones están en riesgo de dañarse para siempre. La única solución es una cirugía a corazón abierto, y tiene que ser ya, en la etapa neonatal.
Y aquí es donde la historia se pone todavía más cuesta arriba. La operación no se puede hacer aquí en Tiquicia; tienen que volar hasta Barcelona. El costo de la intervención, sin contar tiquetes, hospedaje ni nada más, es de 37 millones de colones. Mae, es un platal que para la mayoría de nosotros es simplemente una locura, una cifra de otro planeta. Para una familia joven de San Carlos, es una montaña casi imposible de escalar. Karla, la mamá, y su esposo tienen tres hijos más y, como muchos en este país, la pulsean día a día con el brete.
Pero esperen, que la mala suerte no venía sola. Como si tener un bebé recién nacido que necesita una operación millonaria no fuera suficiente, la familia está, como decimos en buen tico, saladísima. Hace menos de dos meses, el 24 de julio, perdieron su casa. Un terraplén se vino abajo y dejó la vivienda completamente enterrada. Karla, embarazada en ese momento, hasta se cayó por una grada en medio del caos. La CNE declaró la casa inhabitable y ahora viven de prestado, arrimados, mientras enfrentan esta nueva emergencia que les cambió la vida por completo.
Sinceramente, es una prueba de fuego. Primero, un milagro al nacer. Ahora, la necesidad de otro milagro, uno que depende de la solidaridad de todos nosotros. La familia está pidiendo ayuda, principalmente oraciones, pero también apoyo económico para alcanzar esa meta que parece tan lejana. Dejaron un SINPE Móvil (8752-7628, a nombre de Katherine Solís Murillo) por si alguien puede echarles una mano. Cualquier rojo ayuda a construir esa escalera para que Julián llegue a Barcelona. Más allá de la ayuda inmediata, que es crucial, ¿qué les dice esta historia sobre la red de seguridad que tenemos en el país? ¿Estamos realmente preparados para una emergencia médica de este calibre cuando la Caja no puede cubrirlo todo?