Maes, hablemos paja, pero paja seria. ¿Se acuerdan de la Red Nacional de Cuido y Desarrollo Infantil, mejor conocida como Redcudi? Aquella idea tan tuanis que se lanzó en 2014 para ayudar a las familias con el cuido de los güilas. Bueno, prepárense para el dato matador: a día de hoy, esa red solo le da pelota al 8% de los chiquitos que lo necesitan. Leen bien, OCHO por ciento. Diay, ¡qué despiche más monumental! Es como construir una autopista de seis carriles y que al final solo tenga una salida abierta. Una década después, la gran promesa se quedó en eso, dejando a miles de familias, sobre todo a las que más la pulsean, completamente en el aire.
Pero bueno, parece que alguien en Cuesta de Moras finalmente se tomó un cafecito bien cargado y se dio cuenta de la torta. Un grupo de diputados de varias bancadas se mandó con un proyecto de ley que suena, por lo menos en papel, bastante carga. La vara es simple y directa: ampliar la cobertura de la Redcudi para que cubra a los menores hasta los 12 años con 364 días. ¡Hasta que a alguien se le iluminó el bombillo! Porque seamos honestos, un güila de 7 u 8 años no se cuida solo, y para muchísimos papás y mamás, la salida de la escuela es el inicio de una carrera contra el reloj para ver quién llega primero a la casa. Esta propuesta podría ser el respiro que miles necesitan para poder ir al brete con un poquito más de paz.
Claro, la propuesta no es solo “agrandemos la fiesta”. Trae otros chunches interesantes para que el plan no se vaya al traste como el original. Primero, quieren meterle ciencia al asunto de los subsidios, estableciendo criterios transparentes y basados en estudios técnicos que se actualizarían cada dos años. Se acabaría, en teoría, el “a usted sí, a usted no” a puro ojo. Y aquí viene la parte que seguro va a generar debate: proponen una figura de “copago”. Esto significa que las familias con más recursos que usen el sistema tendrían que aportar una parte. A primera vista suena justo, ¿no? Que el que tiene más, ayude a que la cobija alcance para todos y que el sistema sea sostenible a largo plazo.
Esta iniciativa es mucho más que un simple ajuste de edad. Si se aprueba y, más importante aún, si se implementa bien, el impacto sería a cachete. Hablamos de un empujón real para la autonomía económica de miles de mujeres que son las que, mayoritariamente, se echan al hombro el cuido de los hijos. También sería un tanque de oxígeno para los mismos centros infantiles, tanto públicos como privados, que a menudo operan con las uñas. Y de paso, como país, dejaríamos de hacer el papelón y empezaríamos a cumplir de verdad con los tratados internacionales sobre derechos de la niñez que tan bonito se ven firmados en un papel.
Ahora, la pregunta del millón. La idea suena chiva, el diagnóstico del problema es clarísimo y la solución parece lógica. Pero ya conocemos el cuento: del dicho al hecho, hay un trecho lleno de burocracia, intereses políticos y “peros” que salen de la nada. El papel aguanta todo, pero la realidad a veces es más salada. Así que les tiro la bola a ustedes, maes: ¿creen que este proyecto es la solución que estábamos esperando para arreglar el despiche de la Redcudi, o es solo otra buena intención que terminará durmiendo el sueño de los justos en una gaveta de la Asamblea?
Pero bueno, parece que alguien en Cuesta de Moras finalmente se tomó un cafecito bien cargado y se dio cuenta de la torta. Un grupo de diputados de varias bancadas se mandó con un proyecto de ley que suena, por lo menos en papel, bastante carga. La vara es simple y directa: ampliar la cobertura de la Redcudi para que cubra a los menores hasta los 12 años con 364 días. ¡Hasta que a alguien se le iluminó el bombillo! Porque seamos honestos, un güila de 7 u 8 años no se cuida solo, y para muchísimos papás y mamás, la salida de la escuela es el inicio de una carrera contra el reloj para ver quién llega primero a la casa. Esta propuesta podría ser el respiro que miles necesitan para poder ir al brete con un poquito más de paz.
Claro, la propuesta no es solo “agrandemos la fiesta”. Trae otros chunches interesantes para que el plan no se vaya al traste como el original. Primero, quieren meterle ciencia al asunto de los subsidios, estableciendo criterios transparentes y basados en estudios técnicos que se actualizarían cada dos años. Se acabaría, en teoría, el “a usted sí, a usted no” a puro ojo. Y aquí viene la parte que seguro va a generar debate: proponen una figura de “copago”. Esto significa que las familias con más recursos que usen el sistema tendrían que aportar una parte. A primera vista suena justo, ¿no? Que el que tiene más, ayude a que la cobija alcance para todos y que el sistema sea sostenible a largo plazo.
Esta iniciativa es mucho más que un simple ajuste de edad. Si se aprueba y, más importante aún, si se implementa bien, el impacto sería a cachete. Hablamos de un empujón real para la autonomía económica de miles de mujeres que son las que, mayoritariamente, se echan al hombro el cuido de los hijos. También sería un tanque de oxígeno para los mismos centros infantiles, tanto públicos como privados, que a menudo operan con las uñas. Y de paso, como país, dejaríamos de hacer el papelón y empezaríamos a cumplir de verdad con los tratados internacionales sobre derechos de la niñez que tan bonito se ven firmados en un papel.
Ahora, la pregunta del millón. La idea suena chiva, el diagnóstico del problema es clarísimo y la solución parece lógica. Pero ya conocemos el cuento: del dicho al hecho, hay un trecho lleno de burocracia, intereses políticos y “peros” que salen de la nada. El papel aguanta todo, pero la realidad a veces es más salada. Así que les tiro la bola a ustedes, maes: ¿creen que este proyecto es la solución que estábamos esperando para arreglar el despiche de la Redcudi, o es solo otra buena intención que terminará durmiendo el sueño de los justos en una gaveta de la Asamblea?