Maes, hay varas que ya parecen chiste de mal gusto, y lo del PLN en San Ramón es una de esas. Este sábado, por novena vez consecutiva, se quedaron vestidos y alborotados. Nueve intentos para hacer una bendita asamblea cantonal y nada. ¡Nueve! A este paso, va a ser más fácil ver a la Sele ganar un mundial que ver a los liberacionistas de San Ramón sentados en la misma sala. La convocatoria era a las diez de la mañana, pero parece que a la mayoría de los delegados se les pegaron las cobijas o, siendo más realistas, simplemente no les dio la gana de llegar. De 108 delegados que conforman la asamblea, necesitaban 54 para tener quórum. ¿Saben cuántos llegaron? Veintinueve. Ni para empezar el partido.
Diay, uno podría pensar que es simple mala suerte, que el partido anda salado en la tierra de los poetas. Pero la cosa es más enredada. Esta asamblea no es un simple té de canastilla; es el requisito indispensable para renovar las estructuras del partido y empezar a calentar motores para la campaña del 2026. Sin esta vara lista, el PLN en el cantón está legalmente paralizado, con las manos atadas. Mientras los otros partidos ya andan viendo cómo arman el rompecabezas electoral, en Liberación siguen atorados en el tutorial. Es un despiche logístico y político que deja al partido verdiblanco muy, pero muy mal parado. Es como querer correr una maratón y no poder ni amarrarse los zapatos.
Y aquí es donde la cosa se pone buena, porque como en toda buena novela tica, hay un pleito de fondo. El propio candidato presidencial del partido, Álvaro Ramos, ya tiró la piedra y no escondió la mano. Hace unas semanas, señaló directamente al exalcalde de San Ramón, Nixon Ureña, como uno de los supuestos cerebros detrás de este boicot. Según Ramos, el interés de Ureña es claro: quiere ser candidato a diputado. Al parecer, la estrategia es sencilla: si no me aseguran mi campito en la papeleta, entonces aquí no se reúne nadie. Un clásico juego de poder que demuestra que las lealtades dentro del partido son tan estables como el internet en medio de un aguacero.
Este novelón ramonense es el síntoma de una enfermedad más grande que aqueja al PLN. Demuestra una fractura interna monumental, donde los intereses personales y las luchas de poder pesan más que el bienestar del partido y su proyecto político. Si no pueden ponerse de acuerdo para una simple asamblea cantonal, ¿cómo pretenden gobernar un país? La imagen que proyectan es de caos, de desorden, de una casa dividida que se cae a pedazos. Es una torta que se están jalando a la vista de todo el país, y que sin duda le pasará factura en las urnas. Los votantes no son tontos y este tipo de pleitos de verdulero a nivel político solo genera desconfianza y hartazgo.
Al final del día, el plan de tener todo listo para arrancar la campaña se fue al traste, por novena vez. El brete que tienen por delante para unificar filas y presentar una cara sólida es titánico, casi una misión imposible si siguen en este plan. La situación en San Ramón dejó de ser una anécdota para convertirse en un claro reflejo de la crisis de liderazgo y cohesión que vive el partido. Por eso les pregunto a ustedes, maes, aquí en el foro: ¿Creen que este despiche en San Ramón es solo un problema local y aislado, o es la prueba de que todo el partido, a nivel nacional, anda mal de fondo y no tiene arreglo?
Diay, uno podría pensar que es simple mala suerte, que el partido anda salado en la tierra de los poetas. Pero la cosa es más enredada. Esta asamblea no es un simple té de canastilla; es el requisito indispensable para renovar las estructuras del partido y empezar a calentar motores para la campaña del 2026. Sin esta vara lista, el PLN en el cantón está legalmente paralizado, con las manos atadas. Mientras los otros partidos ya andan viendo cómo arman el rompecabezas electoral, en Liberación siguen atorados en el tutorial. Es un despiche logístico y político que deja al partido verdiblanco muy, pero muy mal parado. Es como querer correr una maratón y no poder ni amarrarse los zapatos.
Y aquí es donde la cosa se pone buena, porque como en toda buena novela tica, hay un pleito de fondo. El propio candidato presidencial del partido, Álvaro Ramos, ya tiró la piedra y no escondió la mano. Hace unas semanas, señaló directamente al exalcalde de San Ramón, Nixon Ureña, como uno de los supuestos cerebros detrás de este boicot. Según Ramos, el interés de Ureña es claro: quiere ser candidato a diputado. Al parecer, la estrategia es sencilla: si no me aseguran mi campito en la papeleta, entonces aquí no se reúne nadie. Un clásico juego de poder que demuestra que las lealtades dentro del partido son tan estables como el internet en medio de un aguacero.
Este novelón ramonense es el síntoma de una enfermedad más grande que aqueja al PLN. Demuestra una fractura interna monumental, donde los intereses personales y las luchas de poder pesan más que el bienestar del partido y su proyecto político. Si no pueden ponerse de acuerdo para una simple asamblea cantonal, ¿cómo pretenden gobernar un país? La imagen que proyectan es de caos, de desorden, de una casa dividida que se cae a pedazos. Es una torta que se están jalando a la vista de todo el país, y que sin duda le pasará factura en las urnas. Los votantes no son tontos y este tipo de pleitos de verdulero a nivel político solo genera desconfianza y hartazgo.
Al final del día, el plan de tener todo listo para arrancar la campaña se fue al traste, por novena vez. El brete que tienen por delante para unificar filas y presentar una cara sólida es titánico, casi una misión imposible si siguen en este plan. La situación en San Ramón dejó de ser una anécdota para convertirse en un claro reflejo de la crisis de liderazgo y cohesión que vive el partido. Por eso les pregunto a ustedes, maes, aquí en el foro: ¿Creen que este despiche en San Ramón es solo un problema local y aislado, o es la prueba de que todo el partido, a nivel nacional, anda mal de fondo y no tiene arreglo?