Maes, agárrense porque la noticia de hoy parece sacada de una serie de Netflix, pero de las malas. ¿Se acuerdan del caso ese de los "Falsos Empleados"? Diay, la vara se puso más fea. Resulta que el OIJ se mandó con seis allanamientos por todo el país y lo que encontraron es para sentarse a llorar. No era cualquier banda de chapulines; estamos hablando de una estructura criminal con gente de adentro, y no cualquier pelagatos, sino gente con puestazos de confianza. ¡Qué torta para esas empresas!
Vamos por partes para entender el despiche. El operativo destapó que, entre los detenidos, figuran nada más y nada menos que la supervisora regional de Walmart para Limón y el administrador del Palí de Hone Creek. Así como lo leen. Los meros encargados, los que se supone que cuidan el chante, presuntamente estaban metidos hasta el cuello en el robo de su propio brete. La investigación los vincula con el asalto de abril en Hone Creek, donde unos tipos entraron vestidos con uniformes, amordazaron y golpearon a la gente, y se llevaron la bicoca de 50 millones de colones usando acetileno para abrir lo que tuvieran que abrir. ¡Qué sal más grande para los empleados que sí son derechos y que tuvieron que pasar por ese susto!
Aquí es donde uno se pone a pensar en la doble cara de la moneda. Por un lado, tenés a los maes que planean el golpe, y por otro, a los que supuestamente les dan el pase libre. Según el OIJ, la banda tenía a nueve personas imputadas, y con esta movida lograron detener a cuatro. O sea, todavía hay gente en fuga. El hecho de que una encargada regional y un administrador se jalen una torta de este calibre es lo que más impacta. Ya no se trata solo de la inseguridad en la calle, sino de la que se puede estar cocinando en la oficina de a la par. La confianza, como dicen, se fue completamente al traste.
Y para ponerle la cereza al pastel, salió Randall Zúñiga, el director del OIJ, a decir que ellos tienen el compromiso de desarticular una banda organizada por semana, y que a veces hasta se echan dos o tres. Uno no sabe si sentirse bien porque los están agarrando o si asustarse por la cantidad de grupos organizados que hay breteando en el país. Es como tapar un hueco y que se te abran cinco más al lado. Es una buena labor, sin duda, pero también es un termómetro que nos dice que la situación está hirviendo y que el crimen organizado ya no es un cuento lejano.
Al final, este caso de los "Falsos Empleados" deja un sabor de boca amarguísimo. Más allá de la plata robada, que ya es un montón, queda la herida de la traición y la vulnerabilidad. Si ya ni en los supermercados donde hacemos las compras del diario se puede estar tranquilo porque los mismos jefes podrían estar detrás de un asalto, ¿qué nos queda? La vara está complicada, maes. ¿Ustedes qué piensan? ¿Esto es un caso aislado o creen que hay que empezar a desconfiar hasta de nuestra propia sombra en el brete?
Vamos por partes para entender el despiche. El operativo destapó que, entre los detenidos, figuran nada más y nada menos que la supervisora regional de Walmart para Limón y el administrador del Palí de Hone Creek. Así como lo leen. Los meros encargados, los que se supone que cuidan el chante, presuntamente estaban metidos hasta el cuello en el robo de su propio brete. La investigación los vincula con el asalto de abril en Hone Creek, donde unos tipos entraron vestidos con uniformes, amordazaron y golpearon a la gente, y se llevaron la bicoca de 50 millones de colones usando acetileno para abrir lo que tuvieran que abrir. ¡Qué sal más grande para los empleados que sí son derechos y que tuvieron que pasar por ese susto!
Aquí es donde uno se pone a pensar en la doble cara de la moneda. Por un lado, tenés a los maes que planean el golpe, y por otro, a los que supuestamente les dan el pase libre. Según el OIJ, la banda tenía a nueve personas imputadas, y con esta movida lograron detener a cuatro. O sea, todavía hay gente en fuga. El hecho de que una encargada regional y un administrador se jalen una torta de este calibre es lo que más impacta. Ya no se trata solo de la inseguridad en la calle, sino de la que se puede estar cocinando en la oficina de a la par. La confianza, como dicen, se fue completamente al traste.
Y para ponerle la cereza al pastel, salió Randall Zúñiga, el director del OIJ, a decir que ellos tienen el compromiso de desarticular una banda organizada por semana, y que a veces hasta se echan dos o tres. Uno no sabe si sentirse bien porque los están agarrando o si asustarse por la cantidad de grupos organizados que hay breteando en el país. Es como tapar un hueco y que se te abran cinco más al lado. Es una buena labor, sin duda, pero también es un termómetro que nos dice que la situación está hirviendo y que el crimen organizado ya no es un cuento lejano.
Al final, este caso de los "Falsos Empleados" deja un sabor de boca amarguísimo. Más allá de la plata robada, que ya es un montón, queda la herida de la traición y la vulnerabilidad. Si ya ni en los supermercados donde hacemos las compras del diario se puede estar tranquilo porque los mismos jefes podrían estar detrás de un asalto, ¿qué nos queda? La vara está complicada, maes. ¿Ustedes qué piensan? ¿Esto es un caso aislado o creen que hay que empezar a desconfiar hasta de nuestra propia sombra en el brete?