Imagínese la escena: usted anda en una caminata por el Chirripó, o tal vez visitando a la familia allá metido en Talamanca. De pronto, ¡zas! Siente una punzada en la pierna y ve una terciopelo alejándose. Seamos honestos, es el peor escenario posible y una de las razones por las que más de uno le tiene pavor a andar en el monte. Y no es para menos, solo el año pasado se reportaron más de 600 mordeduras de serpiente en el país. ¡Más de 600! Ante un despiche de esos, la única salvada es el famoso suero antiofídico. Pero, diay, ¿alguna vez se han puesto a pensar de dónde sale ese chunche y cómo funciona? Pues resulta que detrás de cada dosis hay una historia de ciencia y orgullo nacional que se cocina aquí mismo, en el Instituto Clodomiro Picado (ICP) de la UCR. ¡Qué nivel de institución que tenemos!
La vara es así: el suero no es más que un cóctel de anticuerpos ultrapoderosos, y para conseguirlos, los maes del Clodomiro Picado tienen unos aliados de cuatro patas que son unos verdaderos cargas: los caballos. Según explicó la directora del ICP, la Dra. Yamileth Angulo, a estos caballos se les inyectan cantidades minúsculas y controladas de veneno. Es como ponerles una vacuna, pero en modo *hardcore*. El sistema inmune del caballo, que es una máquina, reacciona y empieza a producir anticuerpos a lo loco para neutralizar las toxinas. Y antes de que alguien se asuste, a los caballos no les pasa nada malo; de hecho, los cuidan como si fueran de la realeza y están totalmente a cachete. Una vez que tienen suficientes defensas en la sangre, se les extrae plasma (no sangre completa), y de ahí los científicos purifican y concentran esos anticuerpos para crear el suero.
Ahora, ¿qué pasa cuando a una persona la muerde una culebra? Pensemos que el veneno es un montón de moléculas tóxicas que entran al cuerpo a hacer un desmadre: destruyen tejido, afectan la coagulación, pueden paralizar los músculos... un caos total. Aquí es donde entra el suero. Al inyectarlo, esos anticuerpos de caballo actúan como un equipo de fuerzas especiales: van directo a buscar las toxinas del veneno, se les pegan y las neutralizan, impidiendo que sigan haciendo daño. Es como si el suero llegara a poner orden y a sacar a los malos de la fiesta. Por eso es una carrera contra el tiempo. La doctora Angulo fue clarísima: entre más rápido se ponga el suero, menos chance hay de morir o de quedar con secuelas horribles como una amputación. La diferencia entre llegar a tiempo o no al hospital puede ser, literalmente, perder una pierna.
Y como si no fuera suficiente con este brete tan chiva, la gente del ICP fue un paso más allá. Saben que Costa Rica no es solo la GAM y que hay zonas donde llegar es una odisea. ¿Cómo se asegura uno de que el suero, que necesita refrigeración, llegue bien a un lugar donde se llega en panga o a caballo? ¡Fácil! (Bueno, fácil para ellos que son unos genios). Crearon una versión liofilizada, o sea, suero en polvo. Este formato no necesita cadena de frío y aguanta de todo. La Cruz Roja ahora puede llevarlo en sus operativos a las zonas más remotas, y cuando llegan donde el paciente, nada más le agregan agua inyectable y listo, a salvar una vida. ¡Qué chiva esa solución! Es pensar en el país real, en el que no todo está a la vuelta de la esquina.
Al final del día, esta vara del suero antiofídico es mucho más que un producto médico. Es un recordatorio del calibre de científicos que tenemos en Costa Rica. La gente del Clodomiro Picado es, sin rodeos, demasiado carga. Exportan este suero a un montón de países y salvan vidas por todo el continente. Y lo hacen con un ingenio y una dedicación que a veces pasamos por alto. Por eso me pregunto, maes, ¿ustedes sabían todo el brete y la ciencia que hay detrás de este chunche que salva vidas? ¿Creen que en el país le damos suficiente pelota a estos héroes científicos en comparación con, no sé, la hablada que se le da a un futbolista?
La vara es así: el suero no es más que un cóctel de anticuerpos ultrapoderosos, y para conseguirlos, los maes del Clodomiro Picado tienen unos aliados de cuatro patas que son unos verdaderos cargas: los caballos. Según explicó la directora del ICP, la Dra. Yamileth Angulo, a estos caballos se les inyectan cantidades minúsculas y controladas de veneno. Es como ponerles una vacuna, pero en modo *hardcore*. El sistema inmune del caballo, que es una máquina, reacciona y empieza a producir anticuerpos a lo loco para neutralizar las toxinas. Y antes de que alguien se asuste, a los caballos no les pasa nada malo; de hecho, los cuidan como si fueran de la realeza y están totalmente a cachete. Una vez que tienen suficientes defensas en la sangre, se les extrae plasma (no sangre completa), y de ahí los científicos purifican y concentran esos anticuerpos para crear el suero.
Ahora, ¿qué pasa cuando a una persona la muerde una culebra? Pensemos que el veneno es un montón de moléculas tóxicas que entran al cuerpo a hacer un desmadre: destruyen tejido, afectan la coagulación, pueden paralizar los músculos... un caos total. Aquí es donde entra el suero. Al inyectarlo, esos anticuerpos de caballo actúan como un equipo de fuerzas especiales: van directo a buscar las toxinas del veneno, se les pegan y las neutralizan, impidiendo que sigan haciendo daño. Es como si el suero llegara a poner orden y a sacar a los malos de la fiesta. Por eso es una carrera contra el tiempo. La doctora Angulo fue clarísima: entre más rápido se ponga el suero, menos chance hay de morir o de quedar con secuelas horribles como una amputación. La diferencia entre llegar a tiempo o no al hospital puede ser, literalmente, perder una pierna.
Y como si no fuera suficiente con este brete tan chiva, la gente del ICP fue un paso más allá. Saben que Costa Rica no es solo la GAM y que hay zonas donde llegar es una odisea. ¿Cómo se asegura uno de que el suero, que necesita refrigeración, llegue bien a un lugar donde se llega en panga o a caballo? ¡Fácil! (Bueno, fácil para ellos que son unos genios). Crearon una versión liofilizada, o sea, suero en polvo. Este formato no necesita cadena de frío y aguanta de todo. La Cruz Roja ahora puede llevarlo en sus operativos a las zonas más remotas, y cuando llegan donde el paciente, nada más le agregan agua inyectable y listo, a salvar una vida. ¡Qué chiva esa solución! Es pensar en el país real, en el que no todo está a la vuelta de la esquina.
Al final del día, esta vara del suero antiofídico es mucho más que un producto médico. Es un recordatorio del calibre de científicos que tenemos en Costa Rica. La gente del Clodomiro Picado es, sin rodeos, demasiado carga. Exportan este suero a un montón de países y salvan vidas por todo el continente. Y lo hacen con un ingenio y una dedicación que a veces pasamos por alto. Por eso me pregunto, maes, ¿ustedes sabían todo el brete y la ciencia que hay detrás de este chunche que salva vidas? ¿Creen que en el país le damos suficiente pelota a estos héroes científicos en comparación con, no sé, la hablada que se le da a un futbolista?