Diay, maes, a veces la política tica parece un episodio de lucha libre, y esta semana el agarrón estelar fue entre Ariel Robles, del Frente Amplio, y Álvaro Ramos, la ficha del PLN. La vara es simple, pero con un enredo que ya quisiéramos para un tamal: la jornada laboral de 40 horas. Robles, con la sutileza de un tráiler en una rotonda, le mandó a decir a Ramos que dejara la tibieza, que se decidiera si está con la gente o si le sigue haciendo ojitos a las grandes élites empresariales. Y es que, seamos honestos, la posición de Ramos es más confusa que las directrices sanitarias en pandemia.
El despiche arrancó después de una entrevista donde Ramos dijo, básicamente, que sí, que sería muy tuanis tener jornadas como en los países desarrollados, pero que “ahorita no, joven”. Sacó el manual de excusas de siempre: que la informalidad, que la Caja, que los impuestos… O sea, la misma placa que han puesto cada vez que se ha luchado por un derecho laboral en este país. Robles, que no tiene pelos en la lengua, se lo restregó en la cara. Le recordó que cuando se peleó por el aguinaldo, dijeron que no era el momento. Cuando se peleó por las 8 horas, tampoco era el momento. Según él, es la clásica “pateada de bola” para no incomodar a los que de verdad mandan.
Y aquí es donde la cosa se pone buena. Robles le dice a Ramos: “Don Álvaro, no sea tibio, o sí o no”. Y tiene un punto. Porque mientras Ramos le pone peros a las 40 horas, por otro lado ha sido uno de los defensores del polémico proyecto de jornadas 4x3. ¡Qué torta! O sea, ¿le preocupa el bienestar del trabajador y por eso no quiere bajar la jornada, pero sí apoya que la gente se mate en turnos de 12 horas seguidas? Mae, la matemática no da. Es como decir que te preocupa que alguien se ahogue, pero le estás ofreciendo un ancla en vez de un salvavidas. No tiene lógica por ningún lado.
Para Robles, esta ambigüedad es una señal clara de que Ramos está tratando de quedar bien con Dios y con el diablo. Le dice que si de verdad quiere demostrar un cambio, que le pida a su fracción del PLN en la Asamblea que apoye el proyecto de las 40 horas que ellos mismos vienen impulsando. Un “ponga las palabras donde pone las balas”, en versión política. Y es que en el fondo, este no es un simple pleito entre dos maes. Es el choque de dos visiones de país: una que dice que ya es hora de modernizar el brete y darle un respiro a la gente, y otra que, con el pretexto de la “seguridad jurídica”, parece más preocupada por mantener el status quo que beneficia a unos pocos.
Al final, todo se resume en una pregunta que va más allá de los pasillos de Cuesta de Moras. ¿Estamos listos como país para dar este paso? Los estudios de la OIT y de medio mundo dicen que menos horas no significa menos producción, sino todo lo contrario: gente más sana, más feliz y más productiva. Pero aquí seguimos enredados en el mismo chereque de siempre, con políticos que le tienen pánico al cambio. La pregunta para el foro es directa: ¿Ustedes de qué lado están? ¿Creen que Robles tiene razón y esto es pura cobardía política de Ramos, o piensan que Ramos es prudente y que bajar la jornada ahora mismo nos podría jalar una torta económica? ¡Los leo!
El despiche arrancó después de una entrevista donde Ramos dijo, básicamente, que sí, que sería muy tuanis tener jornadas como en los países desarrollados, pero que “ahorita no, joven”. Sacó el manual de excusas de siempre: que la informalidad, que la Caja, que los impuestos… O sea, la misma placa que han puesto cada vez que se ha luchado por un derecho laboral en este país. Robles, que no tiene pelos en la lengua, se lo restregó en la cara. Le recordó que cuando se peleó por el aguinaldo, dijeron que no era el momento. Cuando se peleó por las 8 horas, tampoco era el momento. Según él, es la clásica “pateada de bola” para no incomodar a los que de verdad mandan.
Y aquí es donde la cosa se pone buena. Robles le dice a Ramos: “Don Álvaro, no sea tibio, o sí o no”. Y tiene un punto. Porque mientras Ramos le pone peros a las 40 horas, por otro lado ha sido uno de los defensores del polémico proyecto de jornadas 4x3. ¡Qué torta! O sea, ¿le preocupa el bienestar del trabajador y por eso no quiere bajar la jornada, pero sí apoya que la gente se mate en turnos de 12 horas seguidas? Mae, la matemática no da. Es como decir que te preocupa que alguien se ahogue, pero le estás ofreciendo un ancla en vez de un salvavidas. No tiene lógica por ningún lado.
Para Robles, esta ambigüedad es una señal clara de que Ramos está tratando de quedar bien con Dios y con el diablo. Le dice que si de verdad quiere demostrar un cambio, que le pida a su fracción del PLN en la Asamblea que apoye el proyecto de las 40 horas que ellos mismos vienen impulsando. Un “ponga las palabras donde pone las balas”, en versión política. Y es que en el fondo, este no es un simple pleito entre dos maes. Es el choque de dos visiones de país: una que dice que ya es hora de modernizar el brete y darle un respiro a la gente, y otra que, con el pretexto de la “seguridad jurídica”, parece más preocupada por mantener el status quo que beneficia a unos pocos.
Al final, todo se resume en una pregunta que va más allá de los pasillos de Cuesta de Moras. ¿Estamos listos como país para dar este paso? Los estudios de la OIT y de medio mundo dicen que menos horas no significa menos producción, sino todo lo contrario: gente más sana, más feliz y más productiva. Pero aquí seguimos enredados en el mismo chereque de siempre, con políticos que le tienen pánico al cambio. La pregunta para el foro es directa: ¿Ustedes de qué lado están? ¿Creen que Robles tiene razón y esto es pura cobardía política de Ramos, o piensan que Ramos es prudente y que bajar la jornada ahora mismo nos podría jalar una torta económica? ¡Los leo!