Maes, a veces entre tanta noticia medio agüevada, sale una que de verdad lo pone a uno contento. Y esta es una de esas. ¡Qué chiva que por fin Costa Rica recuperó 11 piezas precolombinas que andaban perdidas por los Países Bajos! No son cualquier chereque, hablamos de parte de nuestra historia, de la herencia de los que estuvieron aquí mucho antes de que se nos ocurriera quejarnos de las presas o del precio del aguacate. Es un notición que merece celebrarse, porque es un pedacito de nuestra identidad que regresa a donde pertenece.
La historia detrás de esta vara es digna de una película. Resulta que un doctor austro-neerlandés, un mae llamado Hans Feriz, le hacía a la arqueología como aficionado allá por el siglo pasado. En sus viajes por Centro y Sudamérica, el hombre se armó una colección personal bastante grande. Diay, eran otros tiempos y la gente no le ponía tanta mente a eso de llevarse chunches de otros países. Lo realmente tuanis del asunto es que fue su propia hija, ya fallecida, la que dejó en su testamento que todas esas piezas debían volver a sus lugares de origen. ¡Qué nivel de conciencia! Ahora, su hijo fue el encargado de cumplir esa última voluntad, asegurándose de que la historia hiciera justicia. Un aplauso para esa familia, de verdad.
Y ojo, que esto no fue soplar y hacer botellas. Detrás de este logro hay un brete diplomático y técnico que salió a cachete. La Embajada de Costa Rica en Países Bajos, la Cancillería y, por supuesto, los cargas del Museo Nacional se pusieron las pilas para que todo saliera bien. Primero, unos especialistas de las universidades de Kansas y Leiden identificaron las piezas ticas dentro de la colección. Luego, la gente del Museo Nacional confirmó que eran auténticas. Es un ejemplo perfecto de cómo, cuando las instituciones se ponen a trabajar juntas y con un objetivo claro, se logran cosas impresionantes. Hasta el gobierno neerlandés se apuntó a ayudar, lo que demuestra que la cooperación internacional sí funciona.
Como bien dijo el embajador tico, Arnoldo Brenes Castro, esto va más allá de recuperar "objetos". Son testimonios de nuestras raíces, de la creatividad y la espiritualidad de los pueblos originarios. Cada vasija, cada figura, es un mensaje del pasado que nos ayuda a entender mejor quiénes somos. Grettel Monge, la directora del Museo Nacional, lo resumió perfecto: es un acto de justicia histórica. Recuperar estos chunches es como abrir una ventana directa a las sociedades que habitaron nuestro territorio hace cientos o miles de años. Es, en pocas palabras, reencontrarnos con una parte de nosotros mismos que andaba de viaje muy, muy largo.
Al final del día, esta restitución no solo nos beneficia a nosotros. En la misma ceremonia también se le devolvieron piezas a Perú y a Panamá, que andaban en la misma colección del doctor Feriz. Esto sienta un precedente increíble y nos recuerda la importancia de proteger el patrimonio cultural, no solo el nuestro, sino el de todo el mundo. Es una de esas noticias que le devuelven a uno la fe en que se pueden hacer las cosas bien. Ahora, la gran pregunta para todos nosotros en el foro...
Diay, maes, ¿qué sienten ustedes al ver que estos tesoros por fin vuelven a casa? ¿Creen que hay más patrimonio tico por ahí, regado por el mundo, esperando un brete así para regresar?
La historia detrás de esta vara es digna de una película. Resulta que un doctor austro-neerlandés, un mae llamado Hans Feriz, le hacía a la arqueología como aficionado allá por el siglo pasado. En sus viajes por Centro y Sudamérica, el hombre se armó una colección personal bastante grande. Diay, eran otros tiempos y la gente no le ponía tanta mente a eso de llevarse chunches de otros países. Lo realmente tuanis del asunto es que fue su propia hija, ya fallecida, la que dejó en su testamento que todas esas piezas debían volver a sus lugares de origen. ¡Qué nivel de conciencia! Ahora, su hijo fue el encargado de cumplir esa última voluntad, asegurándose de que la historia hiciera justicia. Un aplauso para esa familia, de verdad.
Y ojo, que esto no fue soplar y hacer botellas. Detrás de este logro hay un brete diplomático y técnico que salió a cachete. La Embajada de Costa Rica en Países Bajos, la Cancillería y, por supuesto, los cargas del Museo Nacional se pusieron las pilas para que todo saliera bien. Primero, unos especialistas de las universidades de Kansas y Leiden identificaron las piezas ticas dentro de la colección. Luego, la gente del Museo Nacional confirmó que eran auténticas. Es un ejemplo perfecto de cómo, cuando las instituciones se ponen a trabajar juntas y con un objetivo claro, se logran cosas impresionantes. Hasta el gobierno neerlandés se apuntó a ayudar, lo que demuestra que la cooperación internacional sí funciona.
Como bien dijo el embajador tico, Arnoldo Brenes Castro, esto va más allá de recuperar "objetos". Son testimonios de nuestras raíces, de la creatividad y la espiritualidad de los pueblos originarios. Cada vasija, cada figura, es un mensaje del pasado que nos ayuda a entender mejor quiénes somos. Grettel Monge, la directora del Museo Nacional, lo resumió perfecto: es un acto de justicia histórica. Recuperar estos chunches es como abrir una ventana directa a las sociedades que habitaron nuestro territorio hace cientos o miles de años. Es, en pocas palabras, reencontrarnos con una parte de nosotros mismos que andaba de viaje muy, muy largo.
Al final del día, esta restitución no solo nos beneficia a nosotros. En la misma ceremonia también se le devolvieron piezas a Perú y a Panamá, que andaban en la misma colección del doctor Feriz. Esto sienta un precedente increíble y nos recuerda la importancia de proteger el patrimonio cultural, no solo el nuestro, sino el de todo el mundo. Es una de esas noticias que le devuelven a uno la fe en que se pueden hacer las cosas bien. Ahora, la gran pregunta para todos nosotros en el foro...
Diay, maes, ¿qué sienten ustedes al ver que estos tesoros por fin vuelven a casa? ¿Creen que hay más patrimonio tico por ahí, regado por el mundo, esperando un brete así para regresar?