Maes, agárrense porque se armó el despiche en Cuesta de Moras y esta vara pica y se extiende. Este jueves, después del cafecito de la tarde, la expresidenta Laura Chinchilla tiene una cita que seguro no le hace ni media gracia: va a tener que sentarse frente a la Comisión de Seguridad y Narcotráfico a dar explicaciones. ¿El tema del día? Ni más ni menos que sus vínculos con Celso Gamboa, el exmagistrado, exfiscal y exministro que hoy está guardado en La Reforma mientras Estados Unidos pide que se lo manden para allá por supuestos nexos con el narco. ¡Qué torta! Esto no es un simple chisme de pasillo, es un problemón que le explota en la cara a toda una administración y nos deja a todos con cara de signo de pregunta.
Recordemos un poco el contexto para no andar perdidos. Los diputados que están en esa comisión no la llamaron para hablar del clima. La vara es que andan investigando si durante su gobierno (y también el que siguió) se “debilitó” la política de seguridad del país, casualmente para hacerle el favor a grupos criminales. Y claro, si uno tiene a un funcionario que sube como la espuma, ocupando puestazos clave como viceministro de Seguridad, ministro de Seguridad y hasta fiscal general adjunto, y años después la DEA dice que ese mae era el presunto representante del Cártel del Golfo por acá... diay, como que las piezas del rompecabezas empiezan a encajar de una forma bastante fea. Los diputados quieren saber qué vio Doña Laura en Gamboa, por qué le dio tanto poder y si alguien, en algún momento, se jaló una torta monumental al no ver las banderas rojas que, en retrospectiva, parecen tan obvias.
Y es que lo de Gamboa no es cualquier cosa. No estamos hablando de una multa de tránsito. La solicitud de extradición de la DEA es un documento que pone los pelos de punta. Lo señalan como un pez gordo, un contacto de alto nivel para uno de los carteles más sanguinarios de México. La acusación formal lo quiere sentar en un tribunal de Texas. Mientras tanto, él pasa los días en una celda de máxima seguridad. La pregunta que flota en el aire y que los diputados le van a tirar a la expresidenta es filosa como un puñal: ¿Cómo es posible que un personaje con ese supuesto perfil llegara tan, pero tan alto en el aparato de seguridad y justicia del país? ¿Nadie se dio cuenta? ¿O es que alguien decidió mirar para otro lado? Es un escenario donde cualquier respuesta va a generar un incendio político.
Para que vean que el despiche es generalizado, la próxima semana le toca el turno al expresidente Luis Guillermo Solís. A él también lo llamaron para que explique el rol que tuvo Gamboa durante su periodo, porque el hombre siguió teniendo influencia. Esto ya no es un tema de un solo partido o de una sola persona; empieza a oler a un problema sistémico, a una vulnerabilidad en las altas esferas del poder que da miedo. Es la sombra de la narcopolítica que se nos para encima y nos dice, en la pura cara, que quizás el brete de infiltrar el Estado ha sido más exitoso de lo que nos atrevemos a admitir. Ver a dos expresidentes seguidos teniendo que rendir cuentas por el mismo personaje es, por decir lo menos, preocupante. ¡Qué sal la nuestra!
Al final del día, esta comparecencia es mucho más que un simple evento mediático. Es un termómetro para medir qué tan profundo es el hueco. Es una oportunidad (quizás una de las pocas) para que la clase política enfrente los fantasmas que ellos mismos, por acción u omisión, ayudaron a crear. La gran pregunta que nos queda a nosotros, los que vemos este circo desde afuera, es si esto servirá de algo o si, como tantas otras veces, se irá al traste entre excusas, dimes y diretes. Maes, se abrió el debate y la cosa está que arde: Más allá de si creen en la inocencia o culpabilidad de los expresidentes, ¿qué dice de Costa Rica que un personaje como Gamboa llegara a tener tanto poder? ¿Fue un caso aislado de mala suerte o es la punta del iceberg de algo mucho más podrido?
Recordemos un poco el contexto para no andar perdidos. Los diputados que están en esa comisión no la llamaron para hablar del clima. La vara es que andan investigando si durante su gobierno (y también el que siguió) se “debilitó” la política de seguridad del país, casualmente para hacerle el favor a grupos criminales. Y claro, si uno tiene a un funcionario que sube como la espuma, ocupando puestazos clave como viceministro de Seguridad, ministro de Seguridad y hasta fiscal general adjunto, y años después la DEA dice que ese mae era el presunto representante del Cártel del Golfo por acá... diay, como que las piezas del rompecabezas empiezan a encajar de una forma bastante fea. Los diputados quieren saber qué vio Doña Laura en Gamboa, por qué le dio tanto poder y si alguien, en algún momento, se jaló una torta monumental al no ver las banderas rojas que, en retrospectiva, parecen tan obvias.
Y es que lo de Gamboa no es cualquier cosa. No estamos hablando de una multa de tránsito. La solicitud de extradición de la DEA es un documento que pone los pelos de punta. Lo señalan como un pez gordo, un contacto de alto nivel para uno de los carteles más sanguinarios de México. La acusación formal lo quiere sentar en un tribunal de Texas. Mientras tanto, él pasa los días en una celda de máxima seguridad. La pregunta que flota en el aire y que los diputados le van a tirar a la expresidenta es filosa como un puñal: ¿Cómo es posible que un personaje con ese supuesto perfil llegara tan, pero tan alto en el aparato de seguridad y justicia del país? ¿Nadie se dio cuenta? ¿O es que alguien decidió mirar para otro lado? Es un escenario donde cualquier respuesta va a generar un incendio político.
Para que vean que el despiche es generalizado, la próxima semana le toca el turno al expresidente Luis Guillermo Solís. A él también lo llamaron para que explique el rol que tuvo Gamboa durante su periodo, porque el hombre siguió teniendo influencia. Esto ya no es un tema de un solo partido o de una sola persona; empieza a oler a un problema sistémico, a una vulnerabilidad en las altas esferas del poder que da miedo. Es la sombra de la narcopolítica que se nos para encima y nos dice, en la pura cara, que quizás el brete de infiltrar el Estado ha sido más exitoso de lo que nos atrevemos a admitir. Ver a dos expresidentes seguidos teniendo que rendir cuentas por el mismo personaje es, por decir lo menos, preocupante. ¡Qué sal la nuestra!
Al final del día, esta comparecencia es mucho más que un simple evento mediático. Es un termómetro para medir qué tan profundo es el hueco. Es una oportunidad (quizás una de las pocas) para que la clase política enfrente los fantasmas que ellos mismos, por acción u omisión, ayudaron a crear. La gran pregunta que nos queda a nosotros, los que vemos este circo desde afuera, es si esto servirá de algo o si, como tantas otras veces, se irá al traste entre excusas, dimes y diretes. Maes, se abrió el debate y la cosa está que arde: Más allá de si creen en la inocencia o culpabilidad de los expresidentes, ¿qué dice de Costa Rica que un personaje como Gamboa llegara a tener tanto poder? ¿Fue un caso aislado de mala suerte o es la punta del iceberg de algo mucho más podrido?