En las últimas semanas de nuevo se han escuchado, en nuestro medio, acusaciones contra Cuba, ahora por la muerte en huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo. Se ha dicho que esta persona era un defensor de los derechos humanos, y un opositor político del gobierno de Cuba. Sea quien haya sido, se trata de la muerte de un ser humano, lo cual siempre es muy lamentable. Dada la reciente normalización de relaciones de nuestro país con la isla antillana, ahora se hace más importante el analizar con cuidado la veracidad de dichas informaciones, así como saber quienes acá hacen las denuncias del caso.
Al efectuar las consultas por medios no oficiales en Cuba, resulta ser que el prisionero Zapata Tamayo en realidad había sido condenado por estafa, invasión de domicilio, lesiones múltiples y fractura de cráneo a una víctima, utilizando nada menos que un machete! O sea que era un delincuente común, manipulado por alguna gente sin respeto alguno por la vida humana, con el objetivo de fabricar falsos patriotas entre mercenarios y delincuentes. Además, resulta ser que la famosa huelga de hambre la llevó a cabo el reo en mención, óigase bien, para exigir un televisor, una cocina, y un teléfono celular en su celda. ¡De psiquiatra el asunto! Aún así, los médicos cubanos hicieron todos los esfuerzos posibles por evitar su muerte, incluida terapia intermedia e intensiva, alimentación voluntaria, acompañado de la garantía de todos los medicamentos y tratamientos necesarios. Esto último, declarado así por la señora madre del prisionero común. Hasta ahí entonces, la realidad.
¿Y quién en nuestro país lee unas declaraciones sobre supuestos presos políticos en Cuba durante una conferencia de prensa oficial? Mire usted, nada más y nada menos que don Oscar Arias, actual presidente (de facto) de Costa Rica, buscando alguna supuesta notoriedad antes de darle un poco de descanso al pueblo costarricense en mayo. Qué papel más triste el que hace. ¿Por qué no tendrá la estatura que Costa Rica se merece de su liderazgo político? Si quiere tratar de impresionar posando como “hombre de mundo”, ¿Por qué no critica la compra de votos en Colombia bajo el gobierno de su amigo Uribe?, ¿o las violaciones a los derechos humanos y los asesinatos en Honduras bajo el gobierno (también) de facto de su amigo Micheletti? Si quiere hablar de Fidel Castro, ¿por qué no denuncia los 638 atentados documentados contra la vida del Ex Presidente? Si quiere hablar de Cuba, ¿por qué no alza vuelo a favor de los 5 antiterroristas cubanos presos en EEUU desde 1998? Es una vergüenza para los costarricenses que su presidente, aunque sea ilegítimo, caiga ante los medios de prensa nacionales y extranjeros en la mentira, la hipocresía, la mezquindad, y el cinismo. ¿Duros los calificativos? Veamos.
Mentiras. Se deja decir Arias que Zapata Tamayo era “opositor del régimen castrista y preso político desde hace 7 años”. ¿Alguien con ese historial delictivo debe ser considerado preso político? Dice Arias que los presos en Cuba sufren “penas excesivas sin haber causado un daño a otras personas”. ¿No es entonces “daño” fracturarle el cráneo a otra persona a punta de machete? Muy lamentable esto, porque quien lumpen defiende, lumpen es.
Hipocresía. Dice Arias que Cuba no “cumple las condiciones de un Estado de Derecho”. ¿Y estar en el gobierno por medio de un golpe de estado a la Sala IV es de Estado de Derecho? Y vanagloriarse de gobernar por medio de “tiranía en democracia” ¿fortalece acá el Estado de Derecho? Dice Arias que los presos en Cuba son procesados por un “sistema judicial de independencia cuestionable”. Y pasarse cuatro años “torciendo brazos” a los Magistrados costarricenses ¿fomenta la independencia de nuestro sistema judicial? Dice Arias que “Cada preso político es una prueba irrefutable de autoritarismo”. ¿Y qué llama él entonces a los tantos costarricenses, sindicalistas, activistas sociales y ambientalistas que se llevan aquí bajo su gobierno a los Tribunales de Justicia por pensar distinto al régimen? Y es o no es autoritarismo destituir ilegalmente a una junta directiva sindical para favorecer intereses de negocios privados?
Mezquindad. Dice Arias que el gobierno cubano se “vanagloria de su solidaridad, pero que en la práctica aplica esa solidaridad únicamente a sus simpatizantes”. Y los médicos cubanos que están en Chile, país cuyo modelo económico es idolatrado por Arias a diario, ¿los envían porque Chile sea “simpatizante” de Cuba? ¿Y cuantos médicos envió el desgobierno de Arias? ¿Por qué no habla Arias de los médicos cubanos presentes en Haití, que se han comprometido a quedarse el tiempo que sea necesario, mientras los EEUU retira el buque hospital que habían enviado, ¿por qué la prensa internacional ya no les está tomando fotos? Ya que quiere opinar sobre el sistema de salud de Cuba, que goza de los índices más elevados del continente americano, ¿por qué no tiene la hidalguía de agradecer la labor de su Escuela Latinoamericana de Medicina, con una matrícula de 10,000 estudiantes de 55 países, entre los cuales todos los años se incluyen ticos?
Cinismo. Dice Arias que fue una huelga de hambre de 86 días por “diferencias ideológicas”. Entonces, ¿ahora hay que darle a los reos comunes televisor, cocina, y celular privados? Dice Arias que está “convencido de que en una democracia, si uno no tiene oposición, debe crearla, no perseguirla, reprimirla”. Y él, que a través de manos serviles y corruptas ha cerrado incontables programas de opinión por no doblegarse a sus deseos ególatras, ¿él, cómo se define? Dice Arias que él ha “luchado por una transición cubana hacia la democracia”. ¿Y quién le da el derecho a este autoproclamado tirano en democracia de juzgar qué es democracia? Será menos democrática Cuba, que a pesar de un genocida bloqueo estadounidense de más de cincuenta años se ha dedicado a invertir en lo social, o será más democrática la Costa Rica de Arias que gobierna para favorecer solo a las transnacionales, y que viene consistentemente haciendo más rico al rico y más pobre al pobre? Y termina jugando de valiente al decir que “No voy a callarme”, y que “He vivido lo suficiente para saber que no hay nada peor que tener miedo a decir la verdad”. Coincidimos en que ya vivió lo suficiente, pero solo puede ser nefasto, cínico, y nada valiente quien se esconde tras oleadas de policías en cada acto público, porque el pueblo al que pisotea ya no lo soporta.