Maes, apunten en el calendario porque la vara se puso seria en Cuesta de Moras. Después de un tira y encoge que ya parecía novela, los jefes de fracción finalmente le pusieron fecha y hora al que podría ser uno de los momentos más tensos de la política nacional reciente: el lunes 22 de setiembre se vota si se le levanta o no la inmunidad al presidente Rodrigo Chaves. Se acabó el tiempo de especulaciones y ahora sí, hay día D. Y como en todo buen drama tico, el camino para llegar a esa simple fecha fue un enredo que vale la pena desmenuzar, porque nos dice mucho de cómo se está jugando el ajedrez político en el país.
El primer amague vino del diputado Eliécer Feinzaig, del Liberal Progresista, quien pidió mover la fecha por motivos religiosos. Una solicitud completamente válida, pero que topó con pared. ¿La razón? El calendario del Presidente. Pilar Cisneros, jefa de la bancada oficialista y con la precisión de un francotirador, salió al paso y dijo que nanai, que el Presi ya tiene ese día más que apuntado y confirmado. Explicó que la otra fecha que se barajaba, el 24 de setiembre, era un imposible logístico. Resulta que ese día se inauguran los famosos escáneres en Japdeva y Caldera, un evento con bombos y platillos al que vienen hasta autoridades gringas. O sea, un brete de alto calibre que no se puede simplemente posponer.
Y aquí es donde la cosa se pone interesante. No fue solo el oficialismo el que defendió la fecha. Óscar Izquierdo, del PLN, básicamente dijo que ya era muy tarde para cambiar los planes. Y es que, ¡qué torta es coordinar las agendas de 57 diputados, sus equipos y, además, la del Poder Ejecutivo! Izquierdo lo puso claro: "Buscar una fecha donde haya coincidencia de todas las agendas es complicado". A él se sumaron Rocío Alfaro del Frente Amplio y Alejandro Pacheco del PUSC, quienes coincidieron en que una vez que Casa Presidencial dio el visto bueno para el 22, mover esa pieza del tablero se volvía casi imposible. Básicamente, la agenda presidencial, con su evento internacional incluido, terminó pesando más que cualquier otra consideración.
Más allá del simple calendario, esto es una fotografía del poder. Demuestra que, para bien o para mal, la agenda del Ejecutivo tiene un peso gravitacional que jala a las demás fuerzas políticas hacia su órbita. No es una crítica, es una observación de la realidad. Cuando un evento como la inauguración de los escáneres, con invitados internacionales, está en juego, la flexibilidad de la Asamblea Legislativa tiene un límite. La decisión, aunque tomada por los jefes de fracción, fue en gran medida moldeada por una variable externa que nadie podía controlar: el cronograma presidencial. Al final, se impuso el pragmatismo sobre la flexibilidad, dejando claro que en política, a veces, la logística le gana a la voluntad.
Ahora lo que queda es esperar. El 22 de setiembre está a la vuelta de la esquina y será un día clave no solo para el Presidente, sino para el país entero. Veremos discursos, defensas apasionadas y, finalmente, una votación que marcará un precedente. El escenario está listo y los actores en sus posiciones. La gran pregunta del millón, maes, y se las dejo picando para el debate: ¿Creen que fue una jugada de poder para fijar la fecha que más le convenía al Ejecutivo, o de verdad era un despiche de agendas imposible de cuadrar? ¿Se debió ser más flexible con la solicitud de Feinzaig o ya era hora de ponerle punto final a la vara y avanzar? ¡Los leo en los comentarios!
El primer amague vino del diputado Eliécer Feinzaig, del Liberal Progresista, quien pidió mover la fecha por motivos religiosos. Una solicitud completamente válida, pero que topó con pared. ¿La razón? El calendario del Presidente. Pilar Cisneros, jefa de la bancada oficialista y con la precisión de un francotirador, salió al paso y dijo que nanai, que el Presi ya tiene ese día más que apuntado y confirmado. Explicó que la otra fecha que se barajaba, el 24 de setiembre, era un imposible logístico. Resulta que ese día se inauguran los famosos escáneres en Japdeva y Caldera, un evento con bombos y platillos al que vienen hasta autoridades gringas. O sea, un brete de alto calibre que no se puede simplemente posponer.
Y aquí es donde la cosa se pone interesante. No fue solo el oficialismo el que defendió la fecha. Óscar Izquierdo, del PLN, básicamente dijo que ya era muy tarde para cambiar los planes. Y es que, ¡qué torta es coordinar las agendas de 57 diputados, sus equipos y, además, la del Poder Ejecutivo! Izquierdo lo puso claro: "Buscar una fecha donde haya coincidencia de todas las agendas es complicado". A él se sumaron Rocío Alfaro del Frente Amplio y Alejandro Pacheco del PUSC, quienes coincidieron en que una vez que Casa Presidencial dio el visto bueno para el 22, mover esa pieza del tablero se volvía casi imposible. Básicamente, la agenda presidencial, con su evento internacional incluido, terminó pesando más que cualquier otra consideración.
Más allá del simple calendario, esto es una fotografía del poder. Demuestra que, para bien o para mal, la agenda del Ejecutivo tiene un peso gravitacional que jala a las demás fuerzas políticas hacia su órbita. No es una crítica, es una observación de la realidad. Cuando un evento como la inauguración de los escáneres, con invitados internacionales, está en juego, la flexibilidad de la Asamblea Legislativa tiene un límite. La decisión, aunque tomada por los jefes de fracción, fue en gran medida moldeada por una variable externa que nadie podía controlar: el cronograma presidencial. Al final, se impuso el pragmatismo sobre la flexibilidad, dejando claro que en política, a veces, la logística le gana a la voluntad.
Ahora lo que queda es esperar. El 22 de setiembre está a la vuelta de la esquina y será un día clave no solo para el Presidente, sino para el país entero. Veremos discursos, defensas apasionadas y, finalmente, una votación que marcará un precedente. El escenario está listo y los actores en sus posiciones. La gran pregunta del millón, maes, y se las dejo picando para el debate: ¿Creen que fue una jugada de poder para fijar la fecha que más le convenía al Ejecutivo, o de verdad era un despiche de agendas imposible de cuadrar? ¿Se debió ser más flexible con la solicitud de Feinzaig o ya era hora de ponerle punto final a la vara y avanzar? ¡Los leo en los comentarios!