Mae, seamos honestos. Cuando uno oye la palabra "fentanilo", se imagina una vara lejanísima, un despiche de los gringos con sus pastillas y una crisis que vemos en series de Netflix. Pensamos: "diay, qué salados, pero eso aquí no pasa". Bueno, pues parece que esa burbuja de tranquilidad está a punto de reventarse. Según un pacho que se armó en Tennessee con la DEA y los meros meros del OIJ, la preocupación ya no es si el fentanilo "baja" a Latinoamérica, sino que nosotros, sí, Costa Rica, nos convirtamos en la nueva bodega y el nuevo trampolín para los químicos que se usan para cocinar esa cochinada. ¡Qué torta se nos puede venir encima!
La lógica es de cajón: los gringos y los mexicanos están apretando las tuercas en sus fronteras, y como cualquier negocio que se respete, los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación son expertos en buscar portillos. El OIJ y la PCD fueron clarísimos: la DEA está más que preocupada porque Centroamérica se vuelva la ruta B para mover los precursores que vienen principalmente de China. En palabras sencillas: si no pueden meter los ingredientes por la puerta de adelante, van a intentar meterlos por nuestro patio trasero. Ya en Guatemala cayó el primer cargamento de estos chunches, y eso, maes, es como oír los truenos antes del baldazo. La vara es tan seria que Michael Soto, el subdirector del OIJ, lo dijo sin pelos en la lengua: hay una "preocupación generalizada" de que nos usen de puente para que esos químicos lleguen a los laboratorios mexicanos.
Y uno se pregunta, ¿por qué tanto interés en este brete? Pura y simple plata. El negocio del fentanilo, para los narcos, es mucho más "chiva" que el de la cocaína. Olvídense de fincas, de si llovió o si les fumigaron la cosecha. Con las drogas sintéticas, solo se necesita un laboratorio clandestino y los químicos correctos. Es un mercado con ganancias absurdas y mucho menos riesgo logístico. Por eso los grandes carteles están desesperados por controlar toda la cadena, y por eso un país con puertos en dos océanos y una posición estratégica como el nuestro se ve tan apetitoso. No es que quieran ponernos a consumir masivamente (aunque eso eventualmente pasará), es que necesitan nuestra geografía para su operación. Somos una pieza clave en su ajedrez.
Ahora, aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. La bronca interna que se tienen en el Cartel de Sinaloa, entre los hijos del Chapo (los famosos "Chapitos") y el bando del "Mayo" Zambada, no es un juego. Es una guerra por el control del negocio más lucrativo del planeta. Y según expertos como Mike Vigil, un ex-pez gordo de la DEA, esa violencia tiene altísimas probabilidades de salpicar para acá. Si estos maes ya están metidos en Ecuador y Costa Rica para mover coca, imagínense la pelea que se puede armar por dominar la nueva ruta de oro del fentanilo. No estamos hablando de los pleitos de barrio a los que, lamentablemente, ya nos acostumbramos. Estamos hablando de una liga completamente diferente, con un nivel de violencia que podría hacer que nuestro problema de seguridad actual parezca un juego de niños.
A ver, no todo es tan apocalíptico. Hay que reconocer que Costa Rica, según los mismos organismos internacionales, tiene uno de los sistemas de control de precursores químicos más tiesos de la región. El ICD, al parecer, hace un brete de nivel y por eso no tenemos (todavía) laboratorios cocinando esta vara aquí. El producto que se ha decomisado llega "terminado", ya listo para la venta. El problema es que esa defensa, por más buena que sea, podría no ser suficiente cuando la presión de dos de las organizaciones criminales más poderosas del mundo se enfoque en nosotros como su nueva ruta predilecta. Una cosa es controlar lo que entra legalmente a las farmacéuticas y otra muy distinta es parar un contenedor que viene mal etiquetado o camuflado entre mercancía legítima, una de las tácticas favoritas de estos grupos.
Diay, maes, la conversación está sobre la mesa. Ya no es un "si pasará", sino un "cuándo y cómo nos va a golpear". La pregunta que queda en el aire es: ¿estamos realmente preparados para una bronca de este calibre? ¿Creen que el gobierno y las autoridades le están dando a esto la importancia que merece o seguimos pensando que es un problema ajeno?
La lógica es de cajón: los gringos y los mexicanos están apretando las tuercas en sus fronteras, y como cualquier negocio que se respete, los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación son expertos en buscar portillos. El OIJ y la PCD fueron clarísimos: la DEA está más que preocupada porque Centroamérica se vuelva la ruta B para mover los precursores que vienen principalmente de China. En palabras sencillas: si no pueden meter los ingredientes por la puerta de adelante, van a intentar meterlos por nuestro patio trasero. Ya en Guatemala cayó el primer cargamento de estos chunches, y eso, maes, es como oír los truenos antes del baldazo. La vara es tan seria que Michael Soto, el subdirector del OIJ, lo dijo sin pelos en la lengua: hay una "preocupación generalizada" de que nos usen de puente para que esos químicos lleguen a los laboratorios mexicanos.
Y uno se pregunta, ¿por qué tanto interés en este brete? Pura y simple plata. El negocio del fentanilo, para los narcos, es mucho más "chiva" que el de la cocaína. Olvídense de fincas, de si llovió o si les fumigaron la cosecha. Con las drogas sintéticas, solo se necesita un laboratorio clandestino y los químicos correctos. Es un mercado con ganancias absurdas y mucho menos riesgo logístico. Por eso los grandes carteles están desesperados por controlar toda la cadena, y por eso un país con puertos en dos océanos y una posición estratégica como el nuestro se ve tan apetitoso. No es que quieran ponernos a consumir masivamente (aunque eso eventualmente pasará), es que necesitan nuestra geografía para su operación. Somos una pieza clave en su ajedrez.
Ahora, aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. La bronca interna que se tienen en el Cartel de Sinaloa, entre los hijos del Chapo (los famosos "Chapitos") y el bando del "Mayo" Zambada, no es un juego. Es una guerra por el control del negocio más lucrativo del planeta. Y según expertos como Mike Vigil, un ex-pez gordo de la DEA, esa violencia tiene altísimas probabilidades de salpicar para acá. Si estos maes ya están metidos en Ecuador y Costa Rica para mover coca, imagínense la pelea que se puede armar por dominar la nueva ruta de oro del fentanilo. No estamos hablando de los pleitos de barrio a los que, lamentablemente, ya nos acostumbramos. Estamos hablando de una liga completamente diferente, con un nivel de violencia que podría hacer que nuestro problema de seguridad actual parezca un juego de niños.
A ver, no todo es tan apocalíptico. Hay que reconocer que Costa Rica, según los mismos organismos internacionales, tiene uno de los sistemas de control de precursores químicos más tiesos de la región. El ICD, al parecer, hace un brete de nivel y por eso no tenemos (todavía) laboratorios cocinando esta vara aquí. El producto que se ha decomisado llega "terminado", ya listo para la venta. El problema es que esa defensa, por más buena que sea, podría no ser suficiente cuando la presión de dos de las organizaciones criminales más poderosas del mundo se enfoque en nosotros como su nueva ruta predilecta. Una cosa es controlar lo que entra legalmente a las farmacéuticas y otra muy distinta es parar un contenedor que viene mal etiquetado o camuflado entre mercancía legítima, una de las tácticas favoritas de estos grupos.
Diay, maes, la conversación está sobre la mesa. Ya no es un "si pasará", sino un "cuándo y cómo nos va a golpear". La pregunta que queda en el aire es: ¿estamos realmente preparados para una bronca de este calibre? ¿Creen que el gobierno y las autoridades le están dando a esto la importancia que merece o seguimos pensando que es un problema ajeno?