Diay, maes, a ver si me ayudan a entender esta vara, porque por más vueltas que le doy, hay algo que no me cuadra. Resulta que la semana pasada, en la Antigua Aduana, el IMAS montó una actividad súper chiva para mujeres emprendedoras. Ojo, con fondos públicos, o sea, con la plata de todos nosotros. Hasta ahí, todo bien. El problema es quién se apareció en la fiesta sin que nadie la invitara formalmente: Laura Fernández, la recién proclamada candidata presidencial de Pueblo Soberano, el partido del Gobierno. No llegó sola, claro; andaba con su candidato a vicepresidente y una comitiva, como si fuera un evento más de su campaña.
La noticia, reportada por CRHoy, muestra fotos y videos de Fernández muy sonriente, compartiendo con la diputada Pilar Cisneros —fiel escudera del oficialismo— y hasta dando declaraciones a creadores de contenido que andaban por ahí. Y uno se queda pensando... ¿en serio? ¿Una candidata presidencial, en plena precampaña, haciendo acto de presencia en un evento pagado por el Estado, organizado por una institución de Gobierno para un fin social? Esto ya no es solo una cuestión de si se ve feo; es que empieza a oler a chorizo. La línea que separa al partido en el poder del aparato estatal debería ser una muralla china, pero aquí parece más bien una rayita de tiza que se borra con cualquier llovizna.
Lo peor es que esta no es una torta aislada. Si uno empieza a jalar el hilo, se da cuenta de que esto ya es un patrón. El 5 de mayo, ahí estaba Fernández en una plaza pública, afuerita de la Asamblea Legislativa, mientras el presidente Chaves daba su informe. Luego, el 25 de julio, se fue para Nicoya a la celebración de la Anexión y, aunque dijo que la invitó una cámara de pescadores, se le vio con el famoso pin del jaguar que el mismo Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) tuvo que prohibirle a los jerarcas por ser beligerancia política. Ahora, remata con este evento del IMAS. ¿Son puras coincidencias o es que la candidata tiene un GPS que solo la guía a actividades del Ejecutivo?
Aquí es donde la vara se pone seria. Una cosa es la simpatía política y otra muy distinta es usar la plataforma del Gobierno, sus recursos e instituciones para impulsar una candidatura. Eso tiene un nombre y se llama inclinar la cancha. El brete del Gobierno es servir a todos los ticos por igual, no convertirse en la tarima de campaña de su partido. Cuando la candidata oficialista aparece codeándose con la plana mayor del Gobierno en actividades pagadas por todos, se crea un despiche de roles que manda una señal terrible: que el Estado y el partido son la misma cosa. Y eso, maes, es peligrosísimo para cualquier democracia.
Al final, la candidata no le contestó el teléfono a la prensa para explicar qué hacía ahí. Y ese silencio a veces dice más que mil palabras. Nos deja a nosotros, los ciudadanos de a pie, tratando de armar el rompecabezas. ¿Fue un simple acto de apoyo a las emprendedoras? ¿Un despiste? ¿O una estrategia fríamente calculada para aprovecharse de los recursos del Estado y ganar visibilidad? La verdad no la sé, pero de que se ve mal, se ve pésimo. Es una de esas situaciones que te dejan con un mal sabor de boca, porque al final del día, la confianza en las instituciones es lo más valioso que tenemos.
Y ahora les pregunto a ustedes, la gente pensante de este foro: ¿Estoy exagerando y viendo fantasmas donde no los hay? ¿O les parece que esta mezcla de campaña y Gobierno es, como mínimo, una falta de ética gigante? ¿Hasta dónde se puede estirar la liga antes de que se rompa? Los leo.
La noticia, reportada por CRHoy, muestra fotos y videos de Fernández muy sonriente, compartiendo con la diputada Pilar Cisneros —fiel escudera del oficialismo— y hasta dando declaraciones a creadores de contenido que andaban por ahí. Y uno se queda pensando... ¿en serio? ¿Una candidata presidencial, en plena precampaña, haciendo acto de presencia en un evento pagado por el Estado, organizado por una institución de Gobierno para un fin social? Esto ya no es solo una cuestión de si se ve feo; es que empieza a oler a chorizo. La línea que separa al partido en el poder del aparato estatal debería ser una muralla china, pero aquí parece más bien una rayita de tiza que se borra con cualquier llovizna.
Lo peor es que esta no es una torta aislada. Si uno empieza a jalar el hilo, se da cuenta de que esto ya es un patrón. El 5 de mayo, ahí estaba Fernández en una plaza pública, afuerita de la Asamblea Legislativa, mientras el presidente Chaves daba su informe. Luego, el 25 de julio, se fue para Nicoya a la celebración de la Anexión y, aunque dijo que la invitó una cámara de pescadores, se le vio con el famoso pin del jaguar que el mismo Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) tuvo que prohibirle a los jerarcas por ser beligerancia política. Ahora, remata con este evento del IMAS. ¿Son puras coincidencias o es que la candidata tiene un GPS que solo la guía a actividades del Ejecutivo?
Aquí es donde la vara se pone seria. Una cosa es la simpatía política y otra muy distinta es usar la plataforma del Gobierno, sus recursos e instituciones para impulsar una candidatura. Eso tiene un nombre y se llama inclinar la cancha. El brete del Gobierno es servir a todos los ticos por igual, no convertirse en la tarima de campaña de su partido. Cuando la candidata oficialista aparece codeándose con la plana mayor del Gobierno en actividades pagadas por todos, se crea un despiche de roles que manda una señal terrible: que el Estado y el partido son la misma cosa. Y eso, maes, es peligrosísimo para cualquier democracia.
Al final, la candidata no le contestó el teléfono a la prensa para explicar qué hacía ahí. Y ese silencio a veces dice más que mil palabras. Nos deja a nosotros, los ciudadanos de a pie, tratando de armar el rompecabezas. ¿Fue un simple acto de apoyo a las emprendedoras? ¿Un despiste? ¿O una estrategia fríamente calculada para aprovecharse de los recursos del Estado y ganar visibilidad? La verdad no la sé, pero de que se ve mal, se ve pésimo. Es una de esas situaciones que te dejan con un mal sabor de boca, porque al final del día, la confianza en las instituciones es lo más valioso que tenemos.
Y ahora les pregunto a ustedes, la gente pensante de este foro: ¿Estoy exagerando y viendo fantasmas donde no los hay? ¿O les parece que esta mezcla de campaña y Gobierno es, como mínimo, una falta de ética gigante? ¿Hasta dónde se puede estirar la liga antes de que se rompa? Los leo.