Maes, vieras que entre tanta noticia mala que nos recetan a diario sobre la inseguridad, me topé con una vara que, sinceramente, me alegró el día. Resulta que, contra todo pronóstico y a pesar del miedo que se respira en la calle, la gente en Costa Rica está perdiendo el pánico y se está mandando a sape... digo, a colaborar con el OIJ como nunca antes. Y vieras qué tuanis que la gente se esté apuntando, porque demuestra que no todo está perdido.
La vara es con el CICO, el Centro de Información Confidencial del OIJ. Piénsenlo como el WhatsApp de la justicia, la línea directa para contar, sin dar la cara, qué es lo que está pasando en el barrio. Según los datos que soltó el mismo OIJ, las denuncias anónimas pasaron de unas 10.600 en 2019 a más de 13.500 el año pasado. Y la tendencia sigue para arriba, ¡este año ya van por la mitad de esa cifra en solo seis meses! O sea, no es paja, la gente de verdad está usando el servicio. Y eso, en un país donde a veces da cosa hasta sacar el celular en la parada, es de aplaudir. ¡Qué nivel de compromiso ciudadano!
El que está a cargo de este chunche en el OIJ, un mae llamado Jairo Muñoz, lo confirma: la gente está viendo el despiche en sus comunidades y, en lugar de quedarse de brazos cruzados, están levantando el teléfono. Lo más denunciado, para sorpresa de nadie, son los búnkeres y la venta de drogas, seguido de robos y gente que anda buscando la ley. Es la prueba de que el vecino sí se da cuenta de todo y, lo más importante, está dispuesto a actuar. Es esa valentía silenciosa la que permite al OIJ armar casos y eventualmente ir a reventar esos lugares que nos quitan la paz.
Y aquí viene la parte que me dio más risa, sinceramente. ¿Se acuerdan del platal que ofrecieron los gringos por Alejandro Arias Monge, alias “Diablo”? Uno pensaría que el teléfono del CICO iba a explotar con gente sapeando hasta el color de las medias del tipo. Pero no. Según Muñoz, lo que hubo fue un montón de gente llamando, sí, pero para preguntar cómo era la vara para cobrar la recompensa. Pura vida en su máxima expresión: "Diay, todo bien con ayudar, ¿pero cómo es el asunto con la harina?". Un detalle que nos retrata de cuerpo entero, con esa mezcla de pragmatismo y picardía que nos caracteriza.
Al final del día, esta noticia me deja un buen sabor de boca. Demuestra que, a pesar de todo el miedo y la sal que a veces nos rodea, el tico no es indiferente y tiene ganas de que la vara mejore. Es un recordatorio de que la seguridad no es solo brete de la policía, sino que empieza con esa llamada anónima, con ese WhatsApp enviado a tiempo. Es una pequeña luz que dice que todavía creemos que podemos arreglar este despiche entre todos. Ustedes qué dicen, maes, ¿alguna vez han usado o usarían el CICO? ¿Creen que de verdad sirve para algo o es puro mate para la estadística?
La vara es con el CICO, el Centro de Información Confidencial del OIJ. Piénsenlo como el WhatsApp de la justicia, la línea directa para contar, sin dar la cara, qué es lo que está pasando en el barrio. Según los datos que soltó el mismo OIJ, las denuncias anónimas pasaron de unas 10.600 en 2019 a más de 13.500 el año pasado. Y la tendencia sigue para arriba, ¡este año ya van por la mitad de esa cifra en solo seis meses! O sea, no es paja, la gente de verdad está usando el servicio. Y eso, en un país donde a veces da cosa hasta sacar el celular en la parada, es de aplaudir. ¡Qué nivel de compromiso ciudadano!
El que está a cargo de este chunche en el OIJ, un mae llamado Jairo Muñoz, lo confirma: la gente está viendo el despiche en sus comunidades y, en lugar de quedarse de brazos cruzados, están levantando el teléfono. Lo más denunciado, para sorpresa de nadie, son los búnkeres y la venta de drogas, seguido de robos y gente que anda buscando la ley. Es la prueba de que el vecino sí se da cuenta de todo y, lo más importante, está dispuesto a actuar. Es esa valentía silenciosa la que permite al OIJ armar casos y eventualmente ir a reventar esos lugares que nos quitan la paz.
Y aquí viene la parte que me dio más risa, sinceramente. ¿Se acuerdan del platal que ofrecieron los gringos por Alejandro Arias Monge, alias “Diablo”? Uno pensaría que el teléfono del CICO iba a explotar con gente sapeando hasta el color de las medias del tipo. Pero no. Según Muñoz, lo que hubo fue un montón de gente llamando, sí, pero para preguntar cómo era la vara para cobrar la recompensa. Pura vida en su máxima expresión: "Diay, todo bien con ayudar, ¿pero cómo es el asunto con la harina?". Un detalle que nos retrata de cuerpo entero, con esa mezcla de pragmatismo y picardía que nos caracteriza.
Al final del día, esta noticia me deja un buen sabor de boca. Demuestra que, a pesar de todo el miedo y la sal que a veces nos rodea, el tico no es indiferente y tiene ganas de que la vara mejore. Es un recordatorio de que la seguridad no es solo brete de la policía, sino que empieza con esa llamada anónima, con ese WhatsApp enviado a tiempo. Es una pequeña luz que dice que todavía creemos que podemos arreglar este despiche entre todos. Ustedes qué dicen, maes, ¿alguna vez han usado o usarían el CICO? ¿Creen que de verdad sirve para algo o es puro mate para la estadística?