Mae, hay una ley no escrita en el universo digital tico: usted no puede estar feliz en paz. Siempre, pero siempre, va a aparecer alguien desde la comodidad de su celular a querer bajarle el piso. Es casi un deporte nacional. Y esta semana, la que le tocó batear fue a la chef y creadora de contenido Sophia Rodríguez, quien cometió el “pecado” de emocionarse en público por un logro que le costó sudor y lágrimas: el lanzamiento del nuevo menú de su restaurante.
Diay, la vara es que Sophia, como cualquier persona orgullosa de su brete, compartió en Instagram que se le salió “una lagrimita de felicidad” al ver el menú finalizado. ¡Qué tuanis! Un momento súper genuino. Pero como la alegría ajena a veces produce alergia, no faltó el personaje que le respondió con un baldazo de agua fría digital: “¿Cómo te vas a emocionar por un simple menú cuando hay tantos temas en el mundo más importantes?”. Hay que tener una vida bien vacía, maes, para tomarse el tiempo de escribir algo así. Es el equivalente a llegar a un cumpleaños y quejarse de que el queque tiene muchas calorías.
Y aquí es donde la historia se pone buena. Porque Sophia, que claramente no tiene un pelo de tonta, no solo no se quedó callada, sino que le paró el carro al usuario con una clase magistral de profesionalismo y amor propio. En lugar de engancharse en el pleito, le explicó con peras y manzanas lo que ese “simple menú” significa. Le detalló que detrás de ese pedazo de papel hay meses de brete, un equipo entero de personas rompiéndose la cabeza, horas de pruebas, decisiones de negocio, logística, diseño y una dedicación que el ciudadano promedio ni se imagina. Decir “nuevo menú” es fácil; parirlo es otra historia completamente distinta. ¡Qué nivel de respuesta!
Lo que hizo la chef fue más allá de defender su trabajo; fue defender el derecho de cualquiera a celebrar sus propias victorias. Nos recordó una verdad universal que a veces se nos olvida entre tanto cinismo: nadie tiene la autoridad moral para dictar qué nos puede hacer felices. Si tu logro es correr cinco kilómetros, terminar un rompecabezas o, como en este caso, lanzar un proyecto que te apasiona, ¡celébralo a cachete! Como ella misma dijo, “gente que tira veneno nunca faltará, pero afortunadamente siempre son minoría”. Y esa es la clave: recordar que el ruido de los amargados casi nunca refleja la opinión de la mayoría silenciosa que sí te apoya.
Para rematar, Sophia compartió una foto de su primer menú de 2017, un chunche súper sencillo comparado con el de ahora. Y con eso cerró con broche de oro. Nos mostró, sin decirlo, que esa lagrimita no era solo por un menú, sino por ver el camino recorrido, el crecimiento y la mejora. Era la emoción de ver un sueño evolucionar. Al final, la lección que nos deja esta vara es gigante: que la opinión de un extraño en Internet sobre tus logros vale tanto como un colón sin escudo. El verdadero valor está en el esfuerzo que solo uno conoce.
Así que, maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Están del lado de la chef y su derecho a emocionarse por su brete, o creen que el mae del comentario tenía un punto válido en medio de su amargura? Y más importante aún, ¿cuándo fue la última vez que un “hater” les intentó aguar la fiesta y cómo lo manejaron?
Diay, la vara es que Sophia, como cualquier persona orgullosa de su brete, compartió en Instagram que se le salió “una lagrimita de felicidad” al ver el menú finalizado. ¡Qué tuanis! Un momento súper genuino. Pero como la alegría ajena a veces produce alergia, no faltó el personaje que le respondió con un baldazo de agua fría digital: “¿Cómo te vas a emocionar por un simple menú cuando hay tantos temas en el mundo más importantes?”. Hay que tener una vida bien vacía, maes, para tomarse el tiempo de escribir algo así. Es el equivalente a llegar a un cumpleaños y quejarse de que el queque tiene muchas calorías.
Y aquí es donde la historia se pone buena. Porque Sophia, que claramente no tiene un pelo de tonta, no solo no se quedó callada, sino que le paró el carro al usuario con una clase magistral de profesionalismo y amor propio. En lugar de engancharse en el pleito, le explicó con peras y manzanas lo que ese “simple menú” significa. Le detalló que detrás de ese pedazo de papel hay meses de brete, un equipo entero de personas rompiéndose la cabeza, horas de pruebas, decisiones de negocio, logística, diseño y una dedicación que el ciudadano promedio ni se imagina. Decir “nuevo menú” es fácil; parirlo es otra historia completamente distinta. ¡Qué nivel de respuesta!
Lo que hizo la chef fue más allá de defender su trabajo; fue defender el derecho de cualquiera a celebrar sus propias victorias. Nos recordó una verdad universal que a veces se nos olvida entre tanto cinismo: nadie tiene la autoridad moral para dictar qué nos puede hacer felices. Si tu logro es correr cinco kilómetros, terminar un rompecabezas o, como en este caso, lanzar un proyecto que te apasiona, ¡celébralo a cachete! Como ella misma dijo, “gente que tira veneno nunca faltará, pero afortunadamente siempre son minoría”. Y esa es la clave: recordar que el ruido de los amargados casi nunca refleja la opinión de la mayoría silenciosa que sí te apoya.
Para rematar, Sophia compartió una foto de su primer menú de 2017, un chunche súper sencillo comparado con el de ahora. Y con eso cerró con broche de oro. Nos mostró, sin decirlo, que esa lagrimita no era solo por un menú, sino por ver el camino recorrido, el crecimiento y la mejora. Era la emoción de ver un sueño evolucionar. Al final, la lección que nos deja esta vara es gigante: que la opinión de un extraño en Internet sobre tus logros vale tanto como un colón sin escudo. El verdadero valor está en el esfuerzo que solo uno conoce.
Así que, maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Están del lado de la chef y su derecho a emocionarse por su brete, o creen que el mae del comentario tenía un punto válido en medio de su amargura? Y más importante aún, ¿cuándo fue la última vez que un “hater” les intentó aguar la fiesta y cómo lo manejaron?
