Diay, maes, cuando uno cree que la novela de las jornadas 4x3 ya no puede tener más giros en la trama, los diputados se sacan un as de la manga y nos dejan a todos con cara de signo de pregunta. La vara es que, después de semanas de un “tira y encoge” que tenía al Plenario más trabado que la platina en hora pico, 32 legisladores le dieron el visto bueno a una moción que, en buen tico, le pone pausa al proyecto por al menos 15 días. Así como lo leen. El plan estrella se va a consulta obligatoria a un montón de instituciones. ¡Qué despiche más bien armado!
El responsable de este nuevo capítulo es un “texto sustitutivo” impulsado principalmente por Liberación Nacional, con el apoyo de Nueva República y una parte del PUSC. La gran novedad, el chunche que lo cambia todo, es una cláusula que suena casi revolucionaria: que sean los propios trabajadores, mediante voto secreto y universal en su centro de brete, quienes decidan si le dan luz verde a la empresa para implementar este tipo de jornadas. El PLN lo vende como “un antes y un después en la historia laboral del país”. Suena bonito en el papel, ¿verdad? Casi que a cachete. La pregunta del millón es si esto es una protección real para el trabajador o una carnada para que los diputados más indecisos finalmente muerdan el anzuelo y aprueben la ley.
Claro, no todo el mundo está tirando flores. El Frente Amplio, que ha sido el principal opositor, está que echa chispas. El diputado Jonathan Acuña no se anduvo por las ramas y calificó la maniobra como una “derrota”, afirmando sin pelos en la lengua que esta es “la vía rápida más fracasada que he visto”. Y la verdad, cuesta no darle la razón cuando uno ve el historial de esta discusión: recesos a cada rato, rupturas de quórum, zafarranchos y un avance más lento que un perezoso con reuma. El sentimiento de frustración es palpable, tanto que otras voces, como la de la diputada Johana Obando, ya están pidiendo que por favor suelten esa vara y se pongan a bretear en temas de seguridad y niñez que urgen más.
Lo más irónico de todo este asunto es que esta pausa forzada, que congela el debate de las jornadas 4x3, en realidad sirve para desentrabar el Congreso. Al mandar el proyecto a consulta, los diputados se liberan las manos para, por fin, discutir otros proyectos que estaban haciendo fila. Es una jugada de ajedrez político bastante curiosa. ¿Fue una salida brillante para romper el punto muerto o simplemente se jalaron una torta tan grande que esta fue la única forma de limpiarla sin que se notara tanto? Recordemos que antes de esto, el PUSC intentó sacar el proyecto a una comisión y no les dieron los 38 votos. Como les gritó el frenteamplista Antonio Ortega en el Plenario: "¡Presenten la moción, lo que pasa es que no tienen los 38 votos!". Queda claro que el apoyo no era tan sólido como parecía.
Ahora el balón está en la cancha de las instituciones consultadas y el texto se va para La Gaceta. Volverá en dos semanas, y ahí veremos si este tiempo de reflexión sirvió para algo o si simplemente fue patear la bola para adelante. Mientras tanto, la gran duda sigue en el aire. Este nuevo texto, con sus candados y su supuesta protección al trabajador, limita las empresas que podrían aplicarlo solo a sectores muy específicos y tecnificados, buscando evitar abusos. Pero la desconfianza es grande. El fantasma de la precarización laboral sigue rondando, y muchos se preguntan si el voto secreto es suficiente garantía en un ambiente donde un jefe puede ejercer presión de mil maneras distintas.
Maes, ¿ustedes qué opinan? ¿Este nuevo texto con el voto secreto es un avance real para el trabajador, o es pura hablada para que el proyecto pase sí o sí? ¿Se la creen o es mucho arroz con mango?
El responsable de este nuevo capítulo es un “texto sustitutivo” impulsado principalmente por Liberación Nacional, con el apoyo de Nueva República y una parte del PUSC. La gran novedad, el chunche que lo cambia todo, es una cláusula que suena casi revolucionaria: que sean los propios trabajadores, mediante voto secreto y universal en su centro de brete, quienes decidan si le dan luz verde a la empresa para implementar este tipo de jornadas. El PLN lo vende como “un antes y un después en la historia laboral del país”. Suena bonito en el papel, ¿verdad? Casi que a cachete. La pregunta del millón es si esto es una protección real para el trabajador o una carnada para que los diputados más indecisos finalmente muerdan el anzuelo y aprueben la ley.
Claro, no todo el mundo está tirando flores. El Frente Amplio, que ha sido el principal opositor, está que echa chispas. El diputado Jonathan Acuña no se anduvo por las ramas y calificó la maniobra como una “derrota”, afirmando sin pelos en la lengua que esta es “la vía rápida más fracasada que he visto”. Y la verdad, cuesta no darle la razón cuando uno ve el historial de esta discusión: recesos a cada rato, rupturas de quórum, zafarranchos y un avance más lento que un perezoso con reuma. El sentimiento de frustración es palpable, tanto que otras voces, como la de la diputada Johana Obando, ya están pidiendo que por favor suelten esa vara y se pongan a bretear en temas de seguridad y niñez que urgen más.
Lo más irónico de todo este asunto es que esta pausa forzada, que congela el debate de las jornadas 4x3, en realidad sirve para desentrabar el Congreso. Al mandar el proyecto a consulta, los diputados se liberan las manos para, por fin, discutir otros proyectos que estaban haciendo fila. Es una jugada de ajedrez político bastante curiosa. ¿Fue una salida brillante para romper el punto muerto o simplemente se jalaron una torta tan grande que esta fue la única forma de limpiarla sin que se notara tanto? Recordemos que antes de esto, el PUSC intentó sacar el proyecto a una comisión y no les dieron los 38 votos. Como les gritó el frenteamplista Antonio Ortega en el Plenario: "¡Presenten la moción, lo que pasa es que no tienen los 38 votos!". Queda claro que el apoyo no era tan sólido como parecía.
Ahora el balón está en la cancha de las instituciones consultadas y el texto se va para La Gaceta. Volverá en dos semanas, y ahí veremos si este tiempo de reflexión sirvió para algo o si simplemente fue patear la bola para adelante. Mientras tanto, la gran duda sigue en el aire. Este nuevo texto, con sus candados y su supuesta protección al trabajador, limita las empresas que podrían aplicarlo solo a sectores muy específicos y tecnificados, buscando evitar abusos. Pero la desconfianza es grande. El fantasma de la precarización laboral sigue rondando, y muchos se preguntan si el voto secreto es suficiente garantía en un ambiente donde un jefe puede ejercer presión de mil maneras distintas.
Maes, ¿ustedes qué opinan? ¿Este nuevo texto con el voto secreto es un avance real para el trabajador, o es pura hablada para que el proyecto pase sí o sí? ¿Se la creen o es mucho arroz con mango?