Mae, seamos honestos. La vara está fea. Ya no es solo esa sensación de que hay que andar más vivo en la calle o guardar el celular en la parada del bus. No. El asunto se puso color de hormiga y ahora parece que la inseguridad es el pan de cada día, y lo peor es que nos lo estamos comiendo sin decir ni pío. Lo que antes era un susto ocasional, un cuento del vecino, ahora es una constante en las noticias y, para muchos, en la puerta de su casa o de su brete. Ya hasta salimos en listas internacionales de ciudades peligrosas. ¡Qué torta! ¿En qué momento se nos fue de las manos el país del “pura vida”?
Y no es solo percepción, los números son para sentarse a llorar. El OIJ no para de sacar datos que confirman el despiche: desde sodas y bares hasta talleres y oficinas, nadie se salva. Pero el dato que de verdad me dejó frío es que, en los últimos cuatro años, se han echado a 29 empresarios o comerciantes. Mae, piénselo un toque: 29 personas que tenían su negocio, que daban brete, liquidadas en medio de asaltos o por la violencia que nos ahoga. ¡Qué sal! Uno aquí pulseándola para sacar el negocito adelante y tiene que sumarle a los gastos el “chance” de que lo dejen tieso en su propio local. A eso súmele los guardas que terminan heridos o peor en enfrentamientos. La cosa es una crisis con todas las letras, y está claro que así, ni la economía avanza, ni la inversión llega, ni uno vive tranquilo.
Diay, ante este panorama, uno vuelve a ver para todos lados buscando respuestas. Y ahí es donde la frustración crece. Empresas como el Grupo EULEN, que se dedican a esta vara de la seguridad, ya están pegando el grito al cielo, diciendo que aquí todo el mundo tiene que ponerse las pilas: el gobierno, las munis, los parques industriales, los comercios... todos. Porque la confianza se fue al traste y no se ve una solución clara a la vuelta de la esquina. Las preguntas que ellos hacen son las que todos nos hacemos en la soda o con los compas: ¿Qué estamos haciendo como sociedad? ¿Vamos a seguir esperando sentados a que el Estado mágicamente resuelva todo mientras la delincuencia nos pasa por encima?
El problema es que, en medio del susto y la falta de soluciones, la gente empieza a resolver “a lo tico”, y no en el buen sentido. Con tal de ahorrarse unos pesos, muchas empresas y hasta condominios se jalan la torta monumental de contratar al primer servicio de seguridad que les ofrezca la cotización más barata. No preguntan si los maes están capacitados, si tienen permisos, si el equipo que usan no es un chunche de segunda mano. Es un error garrafal. Ponen a un guarda sin preparación, con un radio que no sirve y una cámara que no graba, y creen que con eso ya la hicieron. Al final, esa “seguridad” no sirve para nada y, peor aún, puede meterlos en un problemón legal si la empresa no está ni registrada.
Es que es ilógico, mae. La Cámara de Industrias dice que más del 60% de las empresas ya están gastando más en seguridad física y en ciberseguridad. O sea, la plata está saliendo. El problema es que muchas veces se gasta mal. Es como tener una gotera y en lugar de arreglar el techo, poner una palangana más grande. Se gasta más en parches inútiles que en una solución real. La seguridad hoy es más que un guarda en la puerta; es tecnología, cámaras, sensores, monitoreo, protocolos… una vara compleja. Invertir en eso no es un lujo, es tan necesario como pagar la luz o el agua si se quiere que el negocio sobreviva. Hasta el Estado, en sus propias licitaciones, sigue premiando al más barato, asegurando un ciclo de ineficiencia que al final pagamos todos con nuestra tranquilidad.
En fin, la cosa está clara: la seguridad dejó de ser un tema ajeno. Ahora es una responsabilidad de todos, pero sobre todo de quien tiene un negocio o personal a cargo. Esperar a que pase una desgracia para actuar es la peor estrategia. Así que, abro el micrófono del foro: Maes, ¿ustedes cómo lo viven? ¿En sus barrios o bretes ya se pusieron serios con el tema y tuvieron que invertir más en seguridad? ¿O siguen en modo “esperanza” a que la cosa mejore sola? Cuenten sus historias, que este despiche nos afecta a todos.
Y no es solo percepción, los números son para sentarse a llorar. El OIJ no para de sacar datos que confirman el despiche: desde sodas y bares hasta talleres y oficinas, nadie se salva. Pero el dato que de verdad me dejó frío es que, en los últimos cuatro años, se han echado a 29 empresarios o comerciantes. Mae, piénselo un toque: 29 personas que tenían su negocio, que daban brete, liquidadas en medio de asaltos o por la violencia que nos ahoga. ¡Qué sal! Uno aquí pulseándola para sacar el negocito adelante y tiene que sumarle a los gastos el “chance” de que lo dejen tieso en su propio local. A eso súmele los guardas que terminan heridos o peor en enfrentamientos. La cosa es una crisis con todas las letras, y está claro que así, ni la economía avanza, ni la inversión llega, ni uno vive tranquilo.
Diay, ante este panorama, uno vuelve a ver para todos lados buscando respuestas. Y ahí es donde la frustración crece. Empresas como el Grupo EULEN, que se dedican a esta vara de la seguridad, ya están pegando el grito al cielo, diciendo que aquí todo el mundo tiene que ponerse las pilas: el gobierno, las munis, los parques industriales, los comercios... todos. Porque la confianza se fue al traste y no se ve una solución clara a la vuelta de la esquina. Las preguntas que ellos hacen son las que todos nos hacemos en la soda o con los compas: ¿Qué estamos haciendo como sociedad? ¿Vamos a seguir esperando sentados a que el Estado mágicamente resuelva todo mientras la delincuencia nos pasa por encima?
El problema es que, en medio del susto y la falta de soluciones, la gente empieza a resolver “a lo tico”, y no en el buen sentido. Con tal de ahorrarse unos pesos, muchas empresas y hasta condominios se jalan la torta monumental de contratar al primer servicio de seguridad que les ofrezca la cotización más barata. No preguntan si los maes están capacitados, si tienen permisos, si el equipo que usan no es un chunche de segunda mano. Es un error garrafal. Ponen a un guarda sin preparación, con un radio que no sirve y una cámara que no graba, y creen que con eso ya la hicieron. Al final, esa “seguridad” no sirve para nada y, peor aún, puede meterlos en un problemón legal si la empresa no está ni registrada.
Es que es ilógico, mae. La Cámara de Industrias dice que más del 60% de las empresas ya están gastando más en seguridad física y en ciberseguridad. O sea, la plata está saliendo. El problema es que muchas veces se gasta mal. Es como tener una gotera y en lugar de arreglar el techo, poner una palangana más grande. Se gasta más en parches inútiles que en una solución real. La seguridad hoy es más que un guarda en la puerta; es tecnología, cámaras, sensores, monitoreo, protocolos… una vara compleja. Invertir en eso no es un lujo, es tan necesario como pagar la luz o el agua si se quiere que el negocio sobreviva. Hasta el Estado, en sus propias licitaciones, sigue premiando al más barato, asegurando un ciclo de ineficiencia que al final pagamos todos con nuestra tranquilidad.
En fin, la cosa está clara: la seguridad dejó de ser un tema ajeno. Ahora es una responsabilidad de todos, pero sobre todo de quien tiene un negocio o personal a cargo. Esperar a que pase una desgracia para actuar es la peor estrategia. Así que, abro el micrófono del foro: Maes, ¿ustedes cómo lo viven? ¿En sus barrios o bretes ya se pusieron serios con el tema y tuvieron que invertir más en seguridad? ¿O siguen en modo “esperanza” a que la cosa mejore sola? Cuenten sus historias, que este despiche nos afecta a todos.