Diay maes, seamos honestos. Tarde o temprano, a muchos nos pica ese gusanito. Esa vara de pensar en el futuro, en la familia, en si uno se anima a traer un güila al mundo. Es un proyecto de vida que ilusiona un montón, pero que también lo llena a uno de preguntas. Y entre el mar de dudas, hay una que a veces pasamos por alto, pero que es fundamental: ¿qué carajos estamos comiendo? Uno piensa en el cuarto del bebé, en los nombres, en el ahorro... pero pocas veces nos sentamos a pensar si el menú de la semana está ayudando o más bien estorbando a la cigüeña. Y vieran que el asunto es más serio de lo que parece; el brete de ser papás, maes, empieza mucho antes de la concepción, empieza en la cocina.
La ciencia detrás de esto es, sinceramente, ¡qué carga! No es ninguna vara esotérica ni un cuento de la abuela. Resulta que lo que uno se manda al buche tiene un impacto directo en la calidad de las “materias primas” para hacer un bebé. Así como lo oyen. En las mujeres, una buena alimentación influye en la salud de los óvulos y en el balance hormonal, que es clave. Pero ojo, que esto no es solo un asunto de mujeres. ¡Para nada! El compa también tiene que ponerse las pilas, porque la comida afecta directamente la calidad y la cantidad de los espermatozoides. Si los soldaditos no están bien nutridos, diay, la misión se pone cuesta arriba. Una mala dieta, llena de cochinadas, puede bajarle el rendimiento al ejército. Es lógico: si uno le echa gasolina de mala calidad al carro, en algún momento va a fallar. El cuerpo es igual.
Entonces, ¿cuál es el menú que nos pone en modo pro-bebé? Aquí es donde la vara se pone tuanis, porque no se trata de comer lechuga todo el día. Al contrario, es comer rico e inteligente. La clave está en alimentos que no nos disparen el azúcar, esos compas que nos dan energía de la buena, de la que dura. Estamos hablando de tesoros que tenemos aquí mismo: el camote, el ayote, el elote... ¡Pura vida! Y ni qué decir de los granos integrales como la avena para el desayuno, o cambiar el arroz blanco por integral en el casado. Es un cambio pequeño con un efecto gigante. Además, hay que meterle proteína vegetal: frijolitos, lentejas, garbanzos. ¡El combo del gallo pinto es una maravilla para esto! Estos chunches no solo nos llenan, sino que ayudan a que las hormonas anden a cachete, bien afinaditas para el concierto que se viene.
Ahora, hablemos de los aguafiestas, de los que le ponen el freno de mano al plan. El consumo excesivo de alcohol, las fritangas y las grasas de las malas, como la manteca o las carnes súper grasosas, son los archienemigos. No es que uno no se pueda comer un chifrijo o tomarse unas birras el fin de semana, ¡tranquilos! El problema es cuando esa es la norma y no la excepción. Si la dieta diaria parece el menú de un turno de pueblo, ahí es donde la cosa se complica. Imagínese que uno le da al cuerpo puros procesados, azúcar por todo lado y grasas saturadas... y luego se pregunta por qué la vara no funciona. Diay, ¡qué sal! Es como querer correr una maratón entrenando en un bar. Simplemente, el cuerpo no va a tener las herramientas para hacer bien su brete.
Al final del día, maes, esto es un trabajo en equipo. Es una de las primeras grandes decisiones que se toman en pareja antes de ser papás. Cuidar lo que comen es una inversión directa en ese futuro que tanto anhelan. No se trata de seguir dietas locas ni de amargarse la existencia, sino de ser más conscientes y elegir mejor. Una buena nutrición no solo sube las probabilidades de que la cigüeña les haga el ride, sino que también prepara el terreno para un embarazo saludable desde el primer día, tanto para la mamá como para el futuro güila. Es, sin duda, una de las varas más inteligentes que pueden hacer. Así que bueno, ahora les tiro la bola a ustedes: ¿Le habían puesto atención a esto? ¿Alguno ya pasó por este proceso y tiene algún pique o receta que quiera compartir? ¡Cuenten todo en los comentarios!
La ciencia detrás de esto es, sinceramente, ¡qué carga! No es ninguna vara esotérica ni un cuento de la abuela. Resulta que lo que uno se manda al buche tiene un impacto directo en la calidad de las “materias primas” para hacer un bebé. Así como lo oyen. En las mujeres, una buena alimentación influye en la salud de los óvulos y en el balance hormonal, que es clave. Pero ojo, que esto no es solo un asunto de mujeres. ¡Para nada! El compa también tiene que ponerse las pilas, porque la comida afecta directamente la calidad y la cantidad de los espermatozoides. Si los soldaditos no están bien nutridos, diay, la misión se pone cuesta arriba. Una mala dieta, llena de cochinadas, puede bajarle el rendimiento al ejército. Es lógico: si uno le echa gasolina de mala calidad al carro, en algún momento va a fallar. El cuerpo es igual.
Entonces, ¿cuál es el menú que nos pone en modo pro-bebé? Aquí es donde la vara se pone tuanis, porque no se trata de comer lechuga todo el día. Al contrario, es comer rico e inteligente. La clave está en alimentos que no nos disparen el azúcar, esos compas que nos dan energía de la buena, de la que dura. Estamos hablando de tesoros que tenemos aquí mismo: el camote, el ayote, el elote... ¡Pura vida! Y ni qué decir de los granos integrales como la avena para el desayuno, o cambiar el arroz blanco por integral en el casado. Es un cambio pequeño con un efecto gigante. Además, hay que meterle proteína vegetal: frijolitos, lentejas, garbanzos. ¡El combo del gallo pinto es una maravilla para esto! Estos chunches no solo nos llenan, sino que ayudan a que las hormonas anden a cachete, bien afinaditas para el concierto que se viene.
Ahora, hablemos de los aguafiestas, de los que le ponen el freno de mano al plan. El consumo excesivo de alcohol, las fritangas y las grasas de las malas, como la manteca o las carnes súper grasosas, son los archienemigos. No es que uno no se pueda comer un chifrijo o tomarse unas birras el fin de semana, ¡tranquilos! El problema es cuando esa es la norma y no la excepción. Si la dieta diaria parece el menú de un turno de pueblo, ahí es donde la cosa se complica. Imagínese que uno le da al cuerpo puros procesados, azúcar por todo lado y grasas saturadas... y luego se pregunta por qué la vara no funciona. Diay, ¡qué sal! Es como querer correr una maratón entrenando en un bar. Simplemente, el cuerpo no va a tener las herramientas para hacer bien su brete.
Al final del día, maes, esto es un trabajo en equipo. Es una de las primeras grandes decisiones que se toman en pareja antes de ser papás. Cuidar lo que comen es una inversión directa en ese futuro que tanto anhelan. No se trata de seguir dietas locas ni de amargarse la existencia, sino de ser más conscientes y elegir mejor. Una buena nutrición no solo sube las probabilidades de que la cigüeña les haga el ride, sino que también prepara el terreno para un embarazo saludable desde el primer día, tanto para la mamá como para el futuro güila. Es, sin duda, una de las varas más inteligentes que pueden hacer. Así que bueno, ahora les tiro la bola a ustedes: ¿Le habían puesto atención a esto? ¿Alguno ya pasó por este proceso y tiene algún pique o receta que quiera compartir? ¡Cuenten todo en los comentarios!
