Diay, maes, uno aquí pulseándola para andar presentable, con las uñas a cachete, y de repente ¡PUM! Nos cae una noticia de esas que le amargan a uno el café de la mañana. Resulta que en Europa acaban de pegar el grito al cielo y prohibieron dos químicos que, para nuestra sorpresa y mala suerte, son súper comunes en los esmaltes y geles que usamos para dejarnos las manos como de revista. Y cuando digo que pegaron el grito al cielo, no es vara mía. Estamos hablando de que estas sustancias son potencialmente cancerígenas. Así, con todas las letras. ¡Qué torta más monumental!
Los villanos de esta historia tienen nombres de robot de película mala: óxido de difenilfosfina (TPO) y dimetil-p-toluidina (DMTA). Yo sé, yo sé, suena a chino mandarín, pero quédense con la idea principal. Estos chunches son los que hacen la magia: ayudan a que el esmalte se seque rapidísimo bajo la lamparita UV y que se pegue como si no hubiera un mañana. El problema, el verdadero despiche, es que la Unión Europea los acaba de clasificar como CMR, que es el código fancy para decir "carcinógeno, mutágeno o tóxico para la reproducción". O sea, en buen tico: la vara puede causar cáncer, alterar el ADN y, por si fuera poco, joder la fertilidad. ¡Qué sal! Uno aquí pensando en el color de la semana y resulta que el tema de fondo es mucho más denso.
Y aquí es donde la cosa se pone más fea, sobre todo para un montón de gente que se gana la vida con esto. Piensen en las güilas que bretean todo el santo día en salones de belleza. Ellas no se exponen una vez cada quince días; están metidas en esa nube de químicos ocho horas diarias, si no es que más. El TPO puede causar alergias y dañar el ADN, mientras que el DMTA es tóxico si se inhala y le puede pasar la factura al hígado y los riñones. Es una exposición crónica y silenciosa. Mientras uno sale feliz con su manicure francesa, ellas se quedan ahí, respirando un aire que, según los expertos, aumenta el riesgo de un montón de enfermedades graves a largo plazo. La verdad es que es una vara para sentarse a pensar en las condiciones de brete de muchísima gente.
Ahora, la pregunta del millón: si en Europa ya están poniendo orden, ¿qué estamos haciendo aquí en Costa Rica? ¿Estamos esperando a que nos avisen con señales de humo? Porque esta regulación europea no es un capricho. Es parte de un esfuerzo gigante de la Agencia Europea de Químicos (ECHA) para limpiar el mercado de productos que nos están enfermando poco a poco. Allá van a seguir con otras sustancias como el triclosán, que está hasta en la pasta de dientes. Mientras tanto, aquí seguimos comprando y usando estos productos a ciegas, confiando en que "si lo venden, debe ser seguro". Pero esta noticia demuestra que esa lógica no siempre aplica. El mercado va más rápido que la regulación, y en el medio quedamos nosotros, los consumidores.
Al final, toda esta vara no es para salir corriendo a quitarse el esmalte con una espátula y entrar en pánico. Pero sí es un llamado de atención, un recordatorio de que tenemos que ser más maliciosos. Hay que empezar a leer etiquetas, a preguntar, a exigir transparencia. Especialmente si usted está embarazada o es de las que no puede vivir sin las uñas arregladas. No podemos seguir dándole nuestro dinero a marcas que nos venden belleza a costa de nuestra salud. El poder lo tenemos en la billetera y en la información. La vara está en usarlo. Así que les pregunto, maes: ¿ustedes leen las etiquetas de los cosméticos que usan o confían a ciegas? ¿Creen que el Ministerio de Salud debería ponerse las pilas con esto YA?
Los villanos de esta historia tienen nombres de robot de película mala: óxido de difenilfosfina (TPO) y dimetil-p-toluidina (DMTA). Yo sé, yo sé, suena a chino mandarín, pero quédense con la idea principal. Estos chunches son los que hacen la magia: ayudan a que el esmalte se seque rapidísimo bajo la lamparita UV y que se pegue como si no hubiera un mañana. El problema, el verdadero despiche, es que la Unión Europea los acaba de clasificar como CMR, que es el código fancy para decir "carcinógeno, mutágeno o tóxico para la reproducción". O sea, en buen tico: la vara puede causar cáncer, alterar el ADN y, por si fuera poco, joder la fertilidad. ¡Qué sal! Uno aquí pensando en el color de la semana y resulta que el tema de fondo es mucho más denso.
Y aquí es donde la cosa se pone más fea, sobre todo para un montón de gente que se gana la vida con esto. Piensen en las güilas que bretean todo el santo día en salones de belleza. Ellas no se exponen una vez cada quince días; están metidas en esa nube de químicos ocho horas diarias, si no es que más. El TPO puede causar alergias y dañar el ADN, mientras que el DMTA es tóxico si se inhala y le puede pasar la factura al hígado y los riñones. Es una exposición crónica y silenciosa. Mientras uno sale feliz con su manicure francesa, ellas se quedan ahí, respirando un aire que, según los expertos, aumenta el riesgo de un montón de enfermedades graves a largo plazo. La verdad es que es una vara para sentarse a pensar en las condiciones de brete de muchísima gente.
Ahora, la pregunta del millón: si en Europa ya están poniendo orden, ¿qué estamos haciendo aquí en Costa Rica? ¿Estamos esperando a que nos avisen con señales de humo? Porque esta regulación europea no es un capricho. Es parte de un esfuerzo gigante de la Agencia Europea de Químicos (ECHA) para limpiar el mercado de productos que nos están enfermando poco a poco. Allá van a seguir con otras sustancias como el triclosán, que está hasta en la pasta de dientes. Mientras tanto, aquí seguimos comprando y usando estos productos a ciegas, confiando en que "si lo venden, debe ser seguro". Pero esta noticia demuestra que esa lógica no siempre aplica. El mercado va más rápido que la regulación, y en el medio quedamos nosotros, los consumidores.
Al final, toda esta vara no es para salir corriendo a quitarse el esmalte con una espátula y entrar en pánico. Pero sí es un llamado de atención, un recordatorio de que tenemos que ser más maliciosos. Hay que empezar a leer etiquetas, a preguntar, a exigir transparencia. Especialmente si usted está embarazada o es de las que no puede vivir sin las uñas arregladas. No podemos seguir dándole nuestro dinero a marcas que nos venden belleza a costa de nuestra salud. El poder lo tenemos en la billetera y en la información. La vara está en usarlo. Así que les pregunto, maes: ¿ustedes leen las etiquetas de los cosméticos que usan o confían a ciegas? ¿Creen que el Ministerio de Salud debería ponerse las pilas con esto YA?