Maes, hay que hablar claro. Uno lee las noticias, escucha lo que pasa en la calle y diay, es inevitable sentir que la cosa se está poniendo fea. El otro día me topé con un artículo de opinión de Laura Fernández, la candidata del PUSC, y más allá de si uno le compra o no el discurso político, la doña pone el dedo en una llaga que a todos nos duele: el despiche que tenemos con la seguridad. Ya no es el cuento de que los malos se matan entre ellos en barrios lejanos. Ahora el miedo se siente en todo lado, y la pregunta del millón es si ya se nos fue el país de las manos.
Lo más grave que menciona, y que de verdad cala hondo, son los números. Entre 2010 y 2024, más de 8.500 homicidios. Pero el dato que es para jalarse del pelo es que 5.000 de esos casos NUNCA llegaron a juicio. ¡Cinco mil! No es una estadística, es una bofetada a cinco mil familias. La vara es que tenemos un sistema que parece diseñado al revés. La policía agarra a los tipos una y otra vez, pero la justicia los suelta casi que con una palmadita en la espalda. La frase de ella, "un sistema que protege más al delincuente que a la víctima", suena durísima, pero díganme si no se siente así. Estás completamente salado si te toca ser la víctima. El Poder Judicial, con todo respeto, se está jalando una torta monumental y parece que nadie quiere agarrar ese chunche caliente.
Entonces, ¿qué propone Fernández? En resumen: mano dura. "Quien la hace, la paga". Suena tuanis, ¿verdad? A todos nos cuadra la idea. Habla de sentencias firmes para todo homicida, sea menor o mayor de edad, y de reformar los códigos para que no pasen ridiculeces como la de esos sicarios que salen a los dos meses. También plantea una idea que da para discutir: control territorial con un centro de mando, drones y cámaras por todo lado. Un tipo de "Gran Hermano" para cazar criminales. La propuesta más filuda, sin duda, es la de pedirle a la Asamblea Legislativa que suspenda temporalmente garantías individuales en los barrios más calientes para poder entrar a sacar a los narcos y sicarios ya identificados. Aquí es donde la vara se pone peluda.
Porque, seamos honestos, esa última medida suena peligrosamente parecida a lo que hemos visto en otros países. Es caminar en una línea muy, muy delgada entre recuperar el orden y caer en un autoritarismo que después no sabemos cómo parar. Por un lado, uno entiende la desesperación. Si sabés que en "x" barrio están los que matan y secuestran, la lógica te dice "vayan y sáquenlos". Pero por otro, abrir esa puerta es un riesgo altísimo. ¿Quién nos garantiza que ese poder no se va a usar para otras cosas? Es el debate eterno entre seguridad y libertad, y parece que la situación nos está obligando a elegir.
Eso sí, no todo es bala y policía. En algo le atinó de lleno: la prevención. Habla de fortalecer varas como la educación dual y el INA para que los güilas tengan brete y no caigan en las garras del narco, que siempre está contratando. Porque al final, este despiche no se arregla solo a punta de plomo. Si un joven no tiene oportunidades, si ve que la única forma de tener algo es metiéndose a una banda, el ciclo no se va a romper nunca. Quizás esa es la parte menos llamativa del plan, pero puede que sea la más importante a largo plazo. Al final, toda la vara se resume en si estamos dispuestos a sacrificar ciertas cosas para recuperar la paz.
Maes, siendo honestos, ¿qué piensan? ¿Nos la jugamos con una receta de mano dura que suena a Bukele para arreglar este despiche, o hay otra salida que no estamos viendo? ¿Compran este plan o es más de la misma hablada de siempre?
Lo más grave que menciona, y que de verdad cala hondo, son los números. Entre 2010 y 2024, más de 8.500 homicidios. Pero el dato que es para jalarse del pelo es que 5.000 de esos casos NUNCA llegaron a juicio. ¡Cinco mil! No es una estadística, es una bofetada a cinco mil familias. La vara es que tenemos un sistema que parece diseñado al revés. La policía agarra a los tipos una y otra vez, pero la justicia los suelta casi que con una palmadita en la espalda. La frase de ella, "un sistema que protege más al delincuente que a la víctima", suena durísima, pero díganme si no se siente así. Estás completamente salado si te toca ser la víctima. El Poder Judicial, con todo respeto, se está jalando una torta monumental y parece que nadie quiere agarrar ese chunche caliente.
Entonces, ¿qué propone Fernández? En resumen: mano dura. "Quien la hace, la paga". Suena tuanis, ¿verdad? A todos nos cuadra la idea. Habla de sentencias firmes para todo homicida, sea menor o mayor de edad, y de reformar los códigos para que no pasen ridiculeces como la de esos sicarios que salen a los dos meses. También plantea una idea que da para discutir: control territorial con un centro de mando, drones y cámaras por todo lado. Un tipo de "Gran Hermano" para cazar criminales. La propuesta más filuda, sin duda, es la de pedirle a la Asamblea Legislativa que suspenda temporalmente garantías individuales en los barrios más calientes para poder entrar a sacar a los narcos y sicarios ya identificados. Aquí es donde la vara se pone peluda.
Porque, seamos honestos, esa última medida suena peligrosamente parecida a lo que hemos visto en otros países. Es caminar en una línea muy, muy delgada entre recuperar el orden y caer en un autoritarismo que después no sabemos cómo parar. Por un lado, uno entiende la desesperación. Si sabés que en "x" barrio están los que matan y secuestran, la lógica te dice "vayan y sáquenlos". Pero por otro, abrir esa puerta es un riesgo altísimo. ¿Quién nos garantiza que ese poder no se va a usar para otras cosas? Es el debate eterno entre seguridad y libertad, y parece que la situación nos está obligando a elegir.
Eso sí, no todo es bala y policía. En algo le atinó de lleno: la prevención. Habla de fortalecer varas como la educación dual y el INA para que los güilas tengan brete y no caigan en las garras del narco, que siempre está contratando. Porque al final, este despiche no se arregla solo a punta de plomo. Si un joven no tiene oportunidades, si ve que la única forma de tener algo es metiéndose a una banda, el ciclo no se va a romper nunca. Quizás esa es la parte menos llamativa del plan, pero puede que sea la más importante a largo plazo. Al final, toda la vara se resume en si estamos dispuestos a sacrificar ciertas cosas para recuperar la paz.
Maes, siendo honestos, ¿qué piensan? ¿Nos la jugamos con una receta de mano dura que suena a Bukele para arreglar este despiche, o hay otra salida que no estamos viendo? ¿Compran este plan o es más de la misma hablada de siempre?