Maes, en serio, a veces uno lee noticias y se queda frío, pero lo que pasó esta última semana en la zona de Occidente ya es otro nivel. No estamos hablando de una vara aislada o un malentendido; es un triple golpe directo a la jupa que nos debería tener a todos con los pelos de punta y preguntándonos qué carajos está pasando. Porque cuando en menos de siete días tenés una intoxicación masiva con guaro, un presunto abuso sexual grupal y un video de güilas inhalando cochinadas, todo en colegios, la palabra "crisis" se queda corta. Es un despiche en toda regla.
Vamos por partes, porque cada caso es para sentarse a llorar. Primero, la torta en Naranjo. Una chiquita de cuarto grado, ¡de apenas diez años!, se jala la genialidad de llevar alcohol al 90% de la casa, lo mezcla con una gaseosa y lo reparte entre las compas. El resultado: varias compañeritas intoxicadas, dos de ellas graves en el hospital. Y para terminar de arreglarla, la docente que activa el protocolo termina agredida y en el INS. Diay, aquí la pregunta va más allá del chunche que llevó la güila; es, ¿qué está pasando en esa casa para que una chiquita tenga acceso a eso y reaccione con esa violencia? El PANI ya está en la jugada, pero la situación es un síntoma de algo mucho más jodido.
Y cuando uno cree que la vara no se puede poner peor, nos movemos a Palmares, al mismo centro educativo para dos de los casos. La situación aquí se pone realmente oscura: un presunto abuso sexual cometido por un grupo de entre seis y siete estudiantes de décimo y undécimo contra un güila de sétimo año. En los baños del colegio. Lean eso de nuevo. Esto ya no es una chiquillada, es una salvajada que debería encender todas las alarmas. El MEP dice lo de siempre, "se activaron los protocolos", y mandan psicólogos. ¡Qué bien! Pero, ¿qué protocolo te prepara para una degradación así? ¿Dónde está la contención real antes de que estas bombas de tiempo exploten?
Como si fuera poco, en el mismo bilingüe de Palmares, salta a redes un video donde se ve a un estudiante, aparentemente, inhalando alguna sustancia rara como si fuera un reto. "Dele, dele", le gritan, "¿Va a competir? Me mando la segunda y gano". Mae, es el reflejo perfecto de esta cultura tóxica de redes sociales donde la integridad vale menos que un like. Es la desconexión total con la realidad y las consecuencias, todo por la validación de los "compas". El MEP ahora tiene el brete de investigar si el video es de ahí y si los maes siguen activos. Otro protocolo más para la colección.
Lo que me vuela la cabeza no son solo los hechos, que ya de por sí son para el olvido. Es la acumulación. Tres bombazos en una semana en la misma zona. Esto ya no es "un caso aislado", esto huele a un sistema que está haciendo cortocircuito. El MEP puede activar todos los manuales del mundo, pero está claro que el trabajo es más profundo. Esto es el resultado de problemas que nacen en las casas, se alimentan en el celular y explotan en las aulas, que terminan siendo el último lugar donde la olla de presión revienta. Estamos viendo los síntomas, pero nadie parece estar hablando de la enfermedad.
Mi pregunta para el foro es esta, y va en serio: Más allá de echarle la culpa al director de turno o al MEP, ¿estamos viendo el fracaso de los colegios que ya no dan abasto, o es el reflejo de una sociedad que está fallando monumentalmente en criar, acompañar y ponerles límites a sus chiquitos? ¿De quién es la bronca al final del día? Los leo.
Vamos por partes, porque cada caso es para sentarse a llorar. Primero, la torta en Naranjo. Una chiquita de cuarto grado, ¡de apenas diez años!, se jala la genialidad de llevar alcohol al 90% de la casa, lo mezcla con una gaseosa y lo reparte entre las compas. El resultado: varias compañeritas intoxicadas, dos de ellas graves en el hospital. Y para terminar de arreglarla, la docente que activa el protocolo termina agredida y en el INS. Diay, aquí la pregunta va más allá del chunche que llevó la güila; es, ¿qué está pasando en esa casa para que una chiquita tenga acceso a eso y reaccione con esa violencia? El PANI ya está en la jugada, pero la situación es un síntoma de algo mucho más jodido.
Y cuando uno cree que la vara no se puede poner peor, nos movemos a Palmares, al mismo centro educativo para dos de los casos. La situación aquí se pone realmente oscura: un presunto abuso sexual cometido por un grupo de entre seis y siete estudiantes de décimo y undécimo contra un güila de sétimo año. En los baños del colegio. Lean eso de nuevo. Esto ya no es una chiquillada, es una salvajada que debería encender todas las alarmas. El MEP dice lo de siempre, "se activaron los protocolos", y mandan psicólogos. ¡Qué bien! Pero, ¿qué protocolo te prepara para una degradación así? ¿Dónde está la contención real antes de que estas bombas de tiempo exploten?
Como si fuera poco, en el mismo bilingüe de Palmares, salta a redes un video donde se ve a un estudiante, aparentemente, inhalando alguna sustancia rara como si fuera un reto. "Dele, dele", le gritan, "¿Va a competir? Me mando la segunda y gano". Mae, es el reflejo perfecto de esta cultura tóxica de redes sociales donde la integridad vale menos que un like. Es la desconexión total con la realidad y las consecuencias, todo por la validación de los "compas". El MEP ahora tiene el brete de investigar si el video es de ahí y si los maes siguen activos. Otro protocolo más para la colección.
Lo que me vuela la cabeza no son solo los hechos, que ya de por sí son para el olvido. Es la acumulación. Tres bombazos en una semana en la misma zona. Esto ya no es "un caso aislado", esto huele a un sistema que está haciendo cortocircuito. El MEP puede activar todos los manuales del mundo, pero está claro que el trabajo es más profundo. Esto es el resultado de problemas que nacen en las casas, se alimentan en el celular y explotan en las aulas, que terminan siendo el último lugar donde la olla de presión revienta. Estamos viendo los síntomas, pero nadie parece estar hablando de la enfermedad.
Mi pregunta para el foro es esta, y va en serio: Más allá de echarle la culpa al director de turno o al MEP, ¿estamos viendo el fracaso de los colegios que ya no dan abasto, o es el reflejo de una sociedad que está fallando monumentalmente en criar, acompañar y ponerles límites a sus chiquitos? ¿De quién es la bronca al final del día? Los leo.