Maes, pónganse cómodos porque la vara se puso buena. ¿Vieron la bomba que acaba de soltar el Tribunal de Apelación de Trabajo? Para los que viven debajo de una piedra, se los resumo: un juez acaba de confirmar que la relación entre un chofer y Uber NO era de "socio colaborador", sino un brete con todas las de la ley. ¡Qué despiche para el modelo de negocio de estas plataformas! Esto no es cualquier cosa, es un precedente que podría cambiar las reglas del juego para siempre en el país y poner a más de una app a sudar frío.
Vamos por partes, como diría el descuartizador. La historia es así: un mae que le metió al volante por tres años para Uber, un día, ¡pum!, lo bloquearon de la aplicación. Así, sin vaselina ni preaviso. El compa, en lugar de quedarse de brazos cruzados, decidió que esa vara no se quedaba así y fue a reclamar sus derechos. Aquí es donde entra en escena su abogado, Rafael Rodríguez, que, con todo respeto, ¡qué carga! El tipo se la jugó toda y argumentó que esa “desconexión unilateral” era, en buen tico, un despido injustificado. Y diay, parece que el Tribunal le dio toda la razón.
Y aquí es donde el asunto se pone color de hormiga para Uber. La condena no es un manazo, es un uppercut directo a la billetera. La sentencia obliga a la empresa a ponerse con todo: preaviso, cesantía, aguinaldos y vacaciones no pagadas. Pero esperen, que hay más. Como para que la torta sea completa, les metieron el pago de daños y perjuicios equivalentes a seis salarios, con intereses, indexación y hasta los honorarios del abogado. Básicamente, el Tribunal les dijo: "Ustedes se jalonaron una torta al tratar a este trabajador como si fuera un chunche desechable, ahora pagan". Es un mensaje clarísimo de que la figura del "socio" tiene sus límites.
Obviamente, Uber salió a apagar el incendio con su discurso de siempre. Mandaron un comunicado diciendo que están "analizando la sentencia" y que, tranquilos todos, esto "solo aplica al demandante". ¡Faltaba más! Nos repiten el mismo cassette de que su plataforma permite "generar ganancias de forma independiente", con "flexibilidad" y "sin exclusividad". Suena muy chiva en el papel, pero este fallo cuestiona precisamente eso. ¿Qué tan independiente es un trabajador si una empresa le impone las tarifas, las rutas sugeridas, las calificaciones y, lo más importante, tiene el poder de "desconectarlo" cuando le da la gana sin darle explicaciones? La línea entre "colaborador" y "empleado" se acaba de volver más borrosa que foto de OVNI.
Esto es mucho más que la historia de un chofer. Esto abre una puerta que Uber y otras plataformas preferirían mantener cerrada con siete candados. Aunque legalmente el fallo solo aplica para este caso, sienta un precedente peligrosísimo para ellos. Es como la primera grieta en la represa. Ahora cualquier otro conductor en una situación similar tiene un caso legal sólido como argumento. La pregunta ya no es si otros seguirán el ejemplo, sino cuándo. ¿Estamos viendo el principio del fin del modelo "gig economy" como lo conocemos en Tiquicia?
Ahora sí, la pregunta del millón, maes: ¿Creen que esto es un caso aislado, como dice Uber, o se acaba de abrir una caja de Pandora y se viene una avalancha de demandas? ¿Se le acabó la fiesta a las plataformas o esto es solo bulla? ¡Los leo!
Vamos por partes, como diría el descuartizador. La historia es así: un mae que le metió al volante por tres años para Uber, un día, ¡pum!, lo bloquearon de la aplicación. Así, sin vaselina ni preaviso. El compa, en lugar de quedarse de brazos cruzados, decidió que esa vara no se quedaba así y fue a reclamar sus derechos. Aquí es donde entra en escena su abogado, Rafael Rodríguez, que, con todo respeto, ¡qué carga! El tipo se la jugó toda y argumentó que esa “desconexión unilateral” era, en buen tico, un despido injustificado. Y diay, parece que el Tribunal le dio toda la razón.
Y aquí es donde el asunto se pone color de hormiga para Uber. La condena no es un manazo, es un uppercut directo a la billetera. La sentencia obliga a la empresa a ponerse con todo: preaviso, cesantía, aguinaldos y vacaciones no pagadas. Pero esperen, que hay más. Como para que la torta sea completa, les metieron el pago de daños y perjuicios equivalentes a seis salarios, con intereses, indexación y hasta los honorarios del abogado. Básicamente, el Tribunal les dijo: "Ustedes se jalonaron una torta al tratar a este trabajador como si fuera un chunche desechable, ahora pagan". Es un mensaje clarísimo de que la figura del "socio" tiene sus límites.
Obviamente, Uber salió a apagar el incendio con su discurso de siempre. Mandaron un comunicado diciendo que están "analizando la sentencia" y que, tranquilos todos, esto "solo aplica al demandante". ¡Faltaba más! Nos repiten el mismo cassette de que su plataforma permite "generar ganancias de forma independiente", con "flexibilidad" y "sin exclusividad". Suena muy chiva en el papel, pero este fallo cuestiona precisamente eso. ¿Qué tan independiente es un trabajador si una empresa le impone las tarifas, las rutas sugeridas, las calificaciones y, lo más importante, tiene el poder de "desconectarlo" cuando le da la gana sin darle explicaciones? La línea entre "colaborador" y "empleado" se acaba de volver más borrosa que foto de OVNI.
Esto es mucho más que la historia de un chofer. Esto abre una puerta que Uber y otras plataformas preferirían mantener cerrada con siete candados. Aunque legalmente el fallo solo aplica para este caso, sienta un precedente peligrosísimo para ellos. Es como la primera grieta en la represa. Ahora cualquier otro conductor en una situación similar tiene un caso legal sólido como argumento. La pregunta ya no es si otros seguirán el ejemplo, sino cuándo. ¿Estamos viendo el principio del fin del modelo "gig economy" como lo conocemos en Tiquicia?
Ahora sí, la pregunta del millón, maes: ¿Creen que esto es un caso aislado, como dice Uber, o se acaba de abrir una caja de Pandora y se viene una avalancha de demandas? ¿Se le acabó la fiesta a las plataformas o esto es solo bulla? ¡Los leo!