Diay, maes, cuando uno cree que ya lo ha visto todo en Chepe, la ciudad se las ingenia para recordarnos que siempre se puede poner más surrealista. La vara es que ayer, en plena parada de bus de Vargas Araya, a la gente casi le cae el cielo encima. Bueno, no el cielo, pero sí unos ventanales gigantes que decidieron que ya no querían ser parte de un edificio. ¡Qué despiche se armó!
Imagínense la escena: usted está ahí, tranquilo, esperando el bus para ir al brete o a la casa, pensando en el arroz con pollo que lo espera, y de la nada se oye un estruendo que parece sacado de una película de acción mal hecha. Varios vidrios enormes se desprenden y caen en cámara lenta, reventándose contra un pobre chuzo que estaba parqueado donde no debía. ¡Qué sal la del dueño de ese carro! Por dicha, y esto hay que recalcarlo mil veces, no había nadie adentro. El susto fue monumental, los gritos, la gente corriendo... pero al final, solo fueron daños materiales y un recordatorio de que en esta ciudad hay que caminar viendo para todo lado, ¡hasta para arriba!
Ahora, hablemos en serio. Más allá del pánico y los videos que de fijo ya todos vimos en WhatsApp, este incidente es el síntoma de un problema que todos conocemos pero que nos hacemos los locos. Aquí alguien se jaló una torta, y de las grandes. No se necesita ser un ingeniero del MIT para saber que un ventanal no se cae así porque sí, menos en un día que, si bien ventoso, no era un huracán categoría cinco. Esto huele a falta de mantenimiento, a inspecciones que se hacen con los ojos cerrados o, peor aún, a pura negligencia. ¿Quién responde por una vara así? Porque hoy fue un carro, pero mañana perfectamente pudo haber sido una persona.
Esta es la tragicomedia de vivir en la capital. Nos preocupamos por los huecos en la calle que se tragan las llantas, por los carteristas en la Avenida Central, y ahora tenemos que sumar a la lista el "riesgo de lluvia de vidrios". Es un nivel de ruleta rusa urbana que ya cansa. Uno paga impuestos, marchamos y se aguanta las presas infernales para que, al final del día, la infraestructura de la ciudad parezca que se va a desarmar como un chunche viejo. No se trata de ser alarmistas, se trata de exigir lo mínimo: seguridad para poder caminar por la acera sin sentir que estamos en una zona de guerra.
Al final, lo que queda es una mezcla de alivio porque no hubo heridos y una bronca tremenda porque estas cosas siguen pasando. Las autoridades llegarán, acordonarán, harán un informe que probablemente nadie leerá y en dos semanas se nos olvida, hasta que pase otra vez. Por eso abro el debate acá en el foro, para que no se nos olvide. Aparte del pobre mae del carro, que de fijo está que no se la cree... ¿quién creen ustedes que debería responder por este despiche? ¿La constructora, los dueños del edificio, la Muni? ¿O es que en este país la responsabilidad se la tiran como una papa caliente hasta que no pasa nada? Cuenten a ver si han visto otros chunches a punto de caerse por ahí.
Imagínense la escena: usted está ahí, tranquilo, esperando el bus para ir al brete o a la casa, pensando en el arroz con pollo que lo espera, y de la nada se oye un estruendo que parece sacado de una película de acción mal hecha. Varios vidrios enormes se desprenden y caen en cámara lenta, reventándose contra un pobre chuzo que estaba parqueado donde no debía. ¡Qué sal la del dueño de ese carro! Por dicha, y esto hay que recalcarlo mil veces, no había nadie adentro. El susto fue monumental, los gritos, la gente corriendo... pero al final, solo fueron daños materiales y un recordatorio de que en esta ciudad hay que caminar viendo para todo lado, ¡hasta para arriba!
Ahora, hablemos en serio. Más allá del pánico y los videos que de fijo ya todos vimos en WhatsApp, este incidente es el síntoma de un problema que todos conocemos pero que nos hacemos los locos. Aquí alguien se jaló una torta, y de las grandes. No se necesita ser un ingeniero del MIT para saber que un ventanal no se cae así porque sí, menos en un día que, si bien ventoso, no era un huracán categoría cinco. Esto huele a falta de mantenimiento, a inspecciones que se hacen con los ojos cerrados o, peor aún, a pura negligencia. ¿Quién responde por una vara así? Porque hoy fue un carro, pero mañana perfectamente pudo haber sido una persona.
Esta es la tragicomedia de vivir en la capital. Nos preocupamos por los huecos en la calle que se tragan las llantas, por los carteristas en la Avenida Central, y ahora tenemos que sumar a la lista el "riesgo de lluvia de vidrios". Es un nivel de ruleta rusa urbana que ya cansa. Uno paga impuestos, marchamos y se aguanta las presas infernales para que, al final del día, la infraestructura de la ciudad parezca que se va a desarmar como un chunche viejo. No se trata de ser alarmistas, se trata de exigir lo mínimo: seguridad para poder caminar por la acera sin sentir que estamos en una zona de guerra.
Al final, lo que queda es una mezcla de alivio porque no hubo heridos y una bronca tremenda porque estas cosas siguen pasando. Las autoridades llegarán, acordonarán, harán un informe que probablemente nadie leerá y en dos semanas se nos olvida, hasta que pase otra vez. Por eso abro el debate acá en el foro, para que no se nos olvide. Aparte del pobre mae del carro, que de fijo está que no se la cree... ¿quién creen ustedes que debería responder por este despiche? ¿La constructora, los dueños del edificio, la Muni? ¿O es que en este país la responsabilidad se la tiran como una papa caliente hasta que no pasa nada? Cuenten a ver si han visto otros chunches a punto de caerse por ahí.
