Maes, ¿se acuerdan de ese dicho de que en política no hay amigos, solo intereses? Diay, parece que en Tucurrique se lo tomaron bien a pecho. La vara es que esta semana vimos, en primera fila y con transmisión presidencial, cómo el intendente Héctor Agüero le dijo "chau, pescao" al Partido Liberación Nacional. Así, sin anestesia. Después de toda una vida en la casa liberacionista, el mae anunció que se quitaba y, casi que en el mismo respiro, le juró lealtad y le dio su "adhesión" al presi Rodrigo Chaves. Todo esto en un evento público en Pejibaye, con la excusa perfecta sobre la mesa: el Gobierno le asfaltó una ruta y le sacó la licitación para un Cen-cinai que llevaba pidiendo un montón.
Y aquí es donde el asunto se pone interesante. Agüero no se anduvo por las ramas y lo dijo con todas las letras: "uno tiene que ser agradecido". Básicamente, la lógica fue: el PLN no me dio pelota, Chaves sí, así que mi brete y mi apoyo son para quien resuelve. El argumento de Agüero es que en Liberación se sintió totalmente ignorado. Contó que en la asamblea provincial de Cartago no encontró respaldo para que su distrito tuviera un campito en la Asamblea Nacional del partido. Dijo que se sintió salado, porque a otros "allegados" y con "patrocinadores" sí los premiaron, aunque hubieran trabajado menos. Una historia que, seamos honestos, hemos escuchado mil veces en todos los colores políticos: el que no tiene padrino, no se bautiza.
Pero esta movida no es un caso aislado, es el síntoma de una tendencia que está redibujando el mapa político del país, sobre todo a nivel municipal. Este año ya van como 14 alcaldes y figuras locales que se han jalado una torta con sus partidos originales y han empezado a orbitar alrededor del oficialismo. Es el famoso "chapulineo" en su máxima expresión. La vara es simple: los partidos tradicionales como el PLN o el PUSC están perdiendo poder de convocatoria y, más importante aún, la capacidad de aceitar la maquinaria con obras y recursos. Entonces, los líderes locales, que son los que tienen que dar la cara todos los días por las calles hechas un desastre o la falta de servicios, se van para donde calienta el sol.
Ahora, ¿a dónde va Agüero exactamente? Aquí es donde el despiche se pone bueno. Tras renunciar, admitió que ha tenido conversaciones con partidos como Unidos Podemos y Pueblo Soberano. Para los que no están al tanto, Pueblo Soberano es, a todas luces, el chunche electoral que el chavismo armó para buscar la reelección (o la continuidad, como le quieran decir). Es decir, un mae electo bajo la bandera del PLN le da su apoyo al Presidente y ahora está coqueteando con el partido oficialista para, probablemente, buscar la reelección. Es un enredo que deja clarísimo que las ideologías, para muchos, son apenas una sugerencia en el menú.
Al final del día, esta historia nos deja con un sabor de boca complicado. Por un lado, uno podría decir que Agüero es un pragmático que está haciendo lo que sea necesario para llevarle desarrollo a su gente en Tucurrique y Pejibaye. Si el Gobierno de turno es el que tiene la plata y la voluntad, pues se trabaja con ellos y punto. Pero por otro lado, esto huele al clientelismo de toda la vida, solo que con otra camiseta. Se refuerza la idea de que para que el Estado te ayude, tenés que rendirle pleitesía al líder de turno, mandando al traste la lealtad partidaria y los principios. Ahora la pregunta del millón para el foro: ¿Ustedes qué prefieren? ¿Un político leal a un partido que tal vez no resuelve nada, o un "chapulín" que cambia de colores pero que, por lo menos, les arregla la calle? ¿Se vale de todo con tal de ver resultados? ¡Los leo!
Y aquí es donde el asunto se pone interesante. Agüero no se anduvo por las ramas y lo dijo con todas las letras: "uno tiene que ser agradecido". Básicamente, la lógica fue: el PLN no me dio pelota, Chaves sí, así que mi brete y mi apoyo son para quien resuelve. El argumento de Agüero es que en Liberación se sintió totalmente ignorado. Contó que en la asamblea provincial de Cartago no encontró respaldo para que su distrito tuviera un campito en la Asamblea Nacional del partido. Dijo que se sintió salado, porque a otros "allegados" y con "patrocinadores" sí los premiaron, aunque hubieran trabajado menos. Una historia que, seamos honestos, hemos escuchado mil veces en todos los colores políticos: el que no tiene padrino, no se bautiza.
Pero esta movida no es un caso aislado, es el síntoma de una tendencia que está redibujando el mapa político del país, sobre todo a nivel municipal. Este año ya van como 14 alcaldes y figuras locales que se han jalado una torta con sus partidos originales y han empezado a orbitar alrededor del oficialismo. Es el famoso "chapulineo" en su máxima expresión. La vara es simple: los partidos tradicionales como el PLN o el PUSC están perdiendo poder de convocatoria y, más importante aún, la capacidad de aceitar la maquinaria con obras y recursos. Entonces, los líderes locales, que son los que tienen que dar la cara todos los días por las calles hechas un desastre o la falta de servicios, se van para donde calienta el sol.
Ahora, ¿a dónde va Agüero exactamente? Aquí es donde el despiche se pone bueno. Tras renunciar, admitió que ha tenido conversaciones con partidos como Unidos Podemos y Pueblo Soberano. Para los que no están al tanto, Pueblo Soberano es, a todas luces, el chunche electoral que el chavismo armó para buscar la reelección (o la continuidad, como le quieran decir). Es decir, un mae electo bajo la bandera del PLN le da su apoyo al Presidente y ahora está coqueteando con el partido oficialista para, probablemente, buscar la reelección. Es un enredo que deja clarísimo que las ideologías, para muchos, son apenas una sugerencia en el menú.
Al final del día, esta historia nos deja con un sabor de boca complicado. Por un lado, uno podría decir que Agüero es un pragmático que está haciendo lo que sea necesario para llevarle desarrollo a su gente en Tucurrique y Pejibaye. Si el Gobierno de turno es el que tiene la plata y la voluntad, pues se trabaja con ellos y punto. Pero por otro lado, esto huele al clientelismo de toda la vida, solo que con otra camiseta. Se refuerza la idea de que para que el Estado te ayude, tenés que rendirle pleitesía al líder de turno, mandando al traste la lealtad partidaria y los principios. Ahora la pregunta del millón para el foro: ¿Ustedes qué prefieren? ¿Un político leal a un partido que tal vez no resuelve nada, o un "chapulín" que cambia de colores pero que, por lo menos, les arregla la calle? ¿Se vale de todo con tal de ver resultados? ¡Los leo!