Maes, en serio, uno lee la última encuesta del CIEP y no sabe si ponerse a reír o a llorar. A poco más de un año para que nos toque ir a las urnas otra vez, resulta que el candidato con más apoyo popular es... nadie. Un masivo 57% de la gente anda más perdida que el chiquito de la Llorona y no tiene ni la más remota idea de por quién va a votar en febrero de 2026. ¡Qué despiche el que se nos viene!
Y no es para menos. Cuando uno le echa un ojo a la lista de los que sí tienen “apoyo”, la cosa da como pena ajena. La candidata oficialista, Laura Fernández, a duras penas llega a un anémico 12%. ¡Doce por ciento! Y de ahí para abajo es un desfile de porcentajes que sacaría un estudiante en un examen para el que no estudió nada: que si Álvaro Ramos con un 6%, que si Ariel Robles con un 5%... Diay, con esos números, hasta el portero de la Liga podría armar un partido y tener chance real de meterse en segunda ronda. La vara es que no hay nadie que, ni de lejos, logre emocionar a la mayoría.
Pero aquí es donde el asunto se pone surrealista y preocupante. Pónganle atención a esto: un 7% de los encuestados, así, con toda la seriedad del mundo, dijo que votaría por... Rodrigo Chaves. Sí, el mismo que por Constitución tiene prohibido reelegirse. Esto ya no es un error estadístico, maes, es un síntoma clarísimo de una enfermedad. Es la prueba de que un montón de gente anda flotando en una nube de desinformación, probablemente creyendo que el discurso de “yo contra el mundo” se puede perpetuar por arte de magia. Es una torta monumental para nuestra democracia que las reglas más básicas del juego no estén claras para un grupo tan grande de votantes.
Los mismos investigadores del CIEP lo dejan clarísimo: el apoyo a Chaves es a Chaves, no al partido que lo montó en el poder. Creen que el PPSO se está jalando una torta si piensa que ese apoyo se transfiere como si fuera un Sinpe Móvil. No, mae. La gente que sigue al presi lo sigue a él por su estilo personalista, y no necesariamente van a ir a marcar la papeleta por Laura Fernández solo porque él lo diga. El brete de convencer a ese electorado es del partido, y por lo que se ve en esta encuesta, van perdiendo esa batalla por goleada. No hay transferencia automática de popularidad.
Al final, este panorama nos deja una conclusión medio agridulce. Por un lado, la cancha está tan abierta que, en teoría, cualquiera podría llegar y dar la sorpresa. Con tan poco, se puede hacer mucho. Pero por otro, nos dice que estamos salados. La fragmentación es brutal, la desinformación es galopante y la apatía es la verdadera reina de la fiesta. El país parece un barco a la deriva y la mayoría de los pasajeros ni siquiera sabe quién es el capitán, quiénes son los que quieren serlo, o si el que está al mando puede legalmente seguir ahí. La cosa está fea, y queda poco tiempo para enderezar el rumbo.
Ahora sí, la pregunta del millón para el foro: ¿Ustedes qué creen? ¿Lo de Chaves es pura ignorancia o es un voto protesta tan grande que a la gente ya no le importa nada? ¿O será que, simplemente, la oferta de candidatos es tan mala que preferimos fantasear con lo imposible? ¡Los leo!
Y no es para menos. Cuando uno le echa un ojo a la lista de los que sí tienen “apoyo”, la cosa da como pena ajena. La candidata oficialista, Laura Fernández, a duras penas llega a un anémico 12%. ¡Doce por ciento! Y de ahí para abajo es un desfile de porcentajes que sacaría un estudiante en un examen para el que no estudió nada: que si Álvaro Ramos con un 6%, que si Ariel Robles con un 5%... Diay, con esos números, hasta el portero de la Liga podría armar un partido y tener chance real de meterse en segunda ronda. La vara es que no hay nadie que, ni de lejos, logre emocionar a la mayoría.
Pero aquí es donde el asunto se pone surrealista y preocupante. Pónganle atención a esto: un 7% de los encuestados, así, con toda la seriedad del mundo, dijo que votaría por... Rodrigo Chaves. Sí, el mismo que por Constitución tiene prohibido reelegirse. Esto ya no es un error estadístico, maes, es un síntoma clarísimo de una enfermedad. Es la prueba de que un montón de gente anda flotando en una nube de desinformación, probablemente creyendo que el discurso de “yo contra el mundo” se puede perpetuar por arte de magia. Es una torta monumental para nuestra democracia que las reglas más básicas del juego no estén claras para un grupo tan grande de votantes.
Los mismos investigadores del CIEP lo dejan clarísimo: el apoyo a Chaves es a Chaves, no al partido que lo montó en el poder. Creen que el PPSO se está jalando una torta si piensa que ese apoyo se transfiere como si fuera un Sinpe Móvil. No, mae. La gente que sigue al presi lo sigue a él por su estilo personalista, y no necesariamente van a ir a marcar la papeleta por Laura Fernández solo porque él lo diga. El brete de convencer a ese electorado es del partido, y por lo que se ve en esta encuesta, van perdiendo esa batalla por goleada. No hay transferencia automática de popularidad.
Al final, este panorama nos deja una conclusión medio agridulce. Por un lado, la cancha está tan abierta que, en teoría, cualquiera podría llegar y dar la sorpresa. Con tan poco, se puede hacer mucho. Pero por otro, nos dice que estamos salados. La fragmentación es brutal, la desinformación es galopante y la apatía es la verdadera reina de la fiesta. El país parece un barco a la deriva y la mayoría de los pasajeros ni siquiera sabe quién es el capitán, quiénes son los que quieren serlo, o si el que está al mando puede legalmente seguir ahí. La cosa está fea, y queda poco tiempo para enderezar el rumbo.
Ahora sí, la pregunta del millón para el foro: ¿Ustedes qué creen? ¿Lo de Chaves es pura ignorancia o es un voto protesta tan grande que a la gente ya no le importa nada? ¿O será que, simplemente, la oferta de candidatos es tan mala que preferimos fantasear con lo imposible? ¡Los leo!
