Mae, si usted es de los que se pega la vuelta por los outlets el fin de semana para ver si se encuentra una buena oferta, le tengo malas noticias: parece que la fiesta se está acabando, o al menos, le van a bajar el volumen a la música. El Ministerio de Hacienda acaba de soltar una bomba que tiene a más de un dueño de tienda con un puro temblor en las rodillas. La vara es que se pusieron serios y anunciaron que van a frenar en seco, uno por uno, *todos* los contenedores que vengan destinados a este tipo de comercios. ¡Así como lo oye, ni uno se salva!
Y para que quede claro que no están jugando de vivos, el mero mero de Aduanas, Juan Carlos Gómez, tiró una frase que suena a advertencia de mamá enojada: “Que se asuste el que lo trae”. O sea, traduciendo del lenguaje político al buen tico: si usted es importador de un outlet y sus papeles no están más claros que el agua de río Celeste, ¡qué sal! Porque ahora sí le van a revisar hasta el último chunche del contenedor. Se acabaron las revisiones al azar; la nueva directriz es que nada entra al país sin pasar por un escáner físico y documental que parece sacado de una película de espías. Esto, en la práctica, es un freno de mano a toda la operación.
Diay, ¿y esto en qué nos afecta a nosotros, los mortales que solo queremos una jacket de marca sin tener que vender un riñón? Pues fácil: en un despiche logístico de proporciones épicas. Imagínese la fila de contenedores esperando su turno para ser abiertos y revisados. Eso significa demoras, costos de almacenaje, y un montón de plata que alguien tiene que pagar. Y adivine quién termina pagando los platos rotos... exacto. Esa promesa de “precios de bodega” podría empezar a desvanecerse si los costos de operación se disparan por las nubes. La camiseta que antes conseguía barata podría empezar a costar lo mismo que en una tienda formal.
Toda esta movida no es de gratis, claro. Hacienda lleva rato con la ceja levantada, sospechando que detrás de muchos “superdescuentos” se esconde un chanchullo con las importaciones que le cuesta un platal al país en impuestos no recaudados. El argumento oficial es que buscan “competencia leal” y poner orden en un mercado que, según ellos, ha crecido de forma medio salvaje. Y no es solo hablada: la cosa va tan en serio que ya le han puesto el candado de “cierre temporal” a varias tiendas por no cumplir la ley. Este nuevo operativo es, básicamente, subir la apuesta y mandar el mensaje de que el brete de fiscalización va con todo.
Al final del día, estamos ante un punto de quiebre. Por un lado, la necesidad del Estado de recaudar impuestos y asegurar que las reglas del juego sean parejas para todos. Por el otro, un modelo de negocio que le ha dado acceso a muchísimos ticos a productos que de otra forma serían impagables. La gran pregunta es si este apretón de tuercas logrará su objetivo sin que todo el modelo de negocio se vaya al traste. Ahí se las dejo picando. Al final, ¿creen que esta medida de Hacienda es para poner orden y que todos jueguen limpio, o va a terminar afectando el bolsillo del consumidor que solo busca un buen precio? ¿Se justifica el posible aumento de precios por una supuesta “competencia leal”? ¡Los leo, maes!
Y para que quede claro que no están jugando de vivos, el mero mero de Aduanas, Juan Carlos Gómez, tiró una frase que suena a advertencia de mamá enojada: “Que se asuste el que lo trae”. O sea, traduciendo del lenguaje político al buen tico: si usted es importador de un outlet y sus papeles no están más claros que el agua de río Celeste, ¡qué sal! Porque ahora sí le van a revisar hasta el último chunche del contenedor. Se acabaron las revisiones al azar; la nueva directriz es que nada entra al país sin pasar por un escáner físico y documental que parece sacado de una película de espías. Esto, en la práctica, es un freno de mano a toda la operación.
Diay, ¿y esto en qué nos afecta a nosotros, los mortales que solo queremos una jacket de marca sin tener que vender un riñón? Pues fácil: en un despiche logístico de proporciones épicas. Imagínese la fila de contenedores esperando su turno para ser abiertos y revisados. Eso significa demoras, costos de almacenaje, y un montón de plata que alguien tiene que pagar. Y adivine quién termina pagando los platos rotos... exacto. Esa promesa de “precios de bodega” podría empezar a desvanecerse si los costos de operación se disparan por las nubes. La camiseta que antes conseguía barata podría empezar a costar lo mismo que en una tienda formal.
Toda esta movida no es de gratis, claro. Hacienda lleva rato con la ceja levantada, sospechando que detrás de muchos “superdescuentos” se esconde un chanchullo con las importaciones que le cuesta un platal al país en impuestos no recaudados. El argumento oficial es que buscan “competencia leal” y poner orden en un mercado que, según ellos, ha crecido de forma medio salvaje. Y no es solo hablada: la cosa va tan en serio que ya le han puesto el candado de “cierre temporal” a varias tiendas por no cumplir la ley. Este nuevo operativo es, básicamente, subir la apuesta y mandar el mensaje de que el brete de fiscalización va con todo.
Al final del día, estamos ante un punto de quiebre. Por un lado, la necesidad del Estado de recaudar impuestos y asegurar que las reglas del juego sean parejas para todos. Por el otro, un modelo de negocio que le ha dado acceso a muchísimos ticos a productos que de otra forma serían impagables. La gran pregunta es si este apretón de tuercas logrará su objetivo sin que todo el modelo de negocio se vaya al traste. Ahí se las dejo picando. Al final, ¿creen que esta medida de Hacienda es para poner orden y que todos jueguen limpio, o va a terminar afectando el bolsillo del consumidor que solo busca un buen precio? ¿Se justifica el posible aumento de precios por una supuesta “competencia leal”? ¡Los leo, maes!