Maes, ¿vieron la última novela con el hospital de Cartago? Porque esto ya parece un guion de Repretel. Durante semanas nos vendieron la historia de que la “malvada” Contraloría, con doña Marta Acosta a la cabeza, era la gran villana que tenía frenada la construcción. Tanto el presi Chaves como la presidenta de la Caja, Mónica Taylor, salieron a decir que la CGR no refrendaba el contrato y que por eso los brumosos seguían esperando. Diay, uno hasta se lo cree. Pero ahora resulta que el culpable no estaba en Sabana Sur, sino en las propias oficinas de la CCSS. Un clásico “yo no fui, fue Teté” a nivel institucional.
La vara es que, según destapó la misma Contraloría, todo el atraso fue porque la Caja se jaló una torta monumental. Resulta que enviaron el expediente para el refrendo todo incompleto, como cuando uno entregaba el trabajo de la U sin la bibliografía y esperaba un 100. Obviamente, la Contraloría no podía hacer su brete así. Les dijeron: “Maes, falta esta y esta información, pónganse las pilas”. ¿Y qué pasó? Pues la CCSS se tomó UN MES completito para mandar los papeles que faltaban. ¡Un mes! Mientras tanto, el discurso público era que la CGR estaba sentada sobre el expediente, cuando en realidad estaban esperando que la Caja terminara la tarea.
Lo más tuanis de todo este enredo es el “tatequieto” que le pegó Marta Acosta a Mónica Taylor. Cuando la jefa de la Caja insistió en la narrativa del atraso, la Contralora salió a desmentirla con una elegancia que ya quisiéramos muchos. Básicamente le dijo: “Un momentito, le recuerdo que ustedes duraron un mes en enviarnos la información completa y que es su responsabilidad presentar los documentos como se debe, más cuando se trata de algo tan urgente”. Prácticamente les tiró el chunche de vuelta con todo y recibo. Es que es de no creer: se comete el error y encima se intenta usar como munición política contra otra institución.
Una vez que la CCSS por fin mandó el expediente como tenía que ser, ¿adivinen qué? La Contraloría hizo su brete rapidito. Verificaron que hubiera nuevas fuentes de plata, que los estudios legales y técnicos estuvieran en orden, que el terreno sirviera y que el precio fuera razonable. O sea, hicieron exactamente lo que les toca hacer para cuidar que la plata de todos nosotros se use bien. Esto demuestra que el cuello de botella nunca estuvo en la CGR. El plan original para la aprobación se fue al traste por una omisión y una lentitud que nacieron y murieron dentro de la misma Caja.
Al final, aquí los únicos que pagan los platos rotos, como siempre, son los cartagos que llevan años esperando un hospital decente. Más allá del pleito político, lo que queda es una sensación de que la gestión pública a veces es un desorden. No fue un complot, no fue una traba ideológica de la Contraloría; fue, simple y sencillamente, que alguien no hizo bien su trabajo a tiempo. ¡Qué torta! La pregunta del millón, maes: ¿Esto fue pura incompetencia y mala planificación de la CCSS, o de verdad fue una estrategia para fabricar un conflicto con la Contraloría y tener un villano a quien señalar? ¿O un poquito de las dos? Los leo.
La vara es que, según destapó la misma Contraloría, todo el atraso fue porque la Caja se jaló una torta monumental. Resulta que enviaron el expediente para el refrendo todo incompleto, como cuando uno entregaba el trabajo de la U sin la bibliografía y esperaba un 100. Obviamente, la Contraloría no podía hacer su brete así. Les dijeron: “Maes, falta esta y esta información, pónganse las pilas”. ¿Y qué pasó? Pues la CCSS se tomó UN MES completito para mandar los papeles que faltaban. ¡Un mes! Mientras tanto, el discurso público era que la CGR estaba sentada sobre el expediente, cuando en realidad estaban esperando que la Caja terminara la tarea.
Lo más tuanis de todo este enredo es el “tatequieto” que le pegó Marta Acosta a Mónica Taylor. Cuando la jefa de la Caja insistió en la narrativa del atraso, la Contralora salió a desmentirla con una elegancia que ya quisiéramos muchos. Básicamente le dijo: “Un momentito, le recuerdo que ustedes duraron un mes en enviarnos la información completa y que es su responsabilidad presentar los documentos como se debe, más cuando se trata de algo tan urgente”. Prácticamente les tiró el chunche de vuelta con todo y recibo. Es que es de no creer: se comete el error y encima se intenta usar como munición política contra otra institución.
Una vez que la CCSS por fin mandó el expediente como tenía que ser, ¿adivinen qué? La Contraloría hizo su brete rapidito. Verificaron que hubiera nuevas fuentes de plata, que los estudios legales y técnicos estuvieran en orden, que el terreno sirviera y que el precio fuera razonable. O sea, hicieron exactamente lo que les toca hacer para cuidar que la plata de todos nosotros se use bien. Esto demuestra que el cuello de botella nunca estuvo en la CGR. El plan original para la aprobación se fue al traste por una omisión y una lentitud que nacieron y murieron dentro de la misma Caja.
Al final, aquí los únicos que pagan los platos rotos, como siempre, son los cartagos que llevan años esperando un hospital decente. Más allá del pleito político, lo que queda es una sensación de que la gestión pública a veces es un desorden. No fue un complot, no fue una traba ideológica de la Contraloría; fue, simple y sencillamente, que alguien no hizo bien su trabajo a tiempo. ¡Qué torta! La pregunta del millón, maes: ¿Esto fue pura incompetencia y mala planificación de la CCSS, o de verdad fue una estrategia para fabricar un conflicto con la Contraloría y tener un villano a quien señalar? ¿O un poquito de las dos? Los leo.