Maes, en serio, ¿alguien más siente que el brete de los diputados con el proyecto de las jornadas 4x3 es como ver pintura secar en cámara lenta? Ya van dos meses y la vara sigue pegada en el mismo punto: un pantano de mociones que parece no tener fin. Uno prende las noticias de la Asamblea y es la misma historia, el mismo disco rayado. La sesión de este lunes, por ejemplo, la venden como un gran avance porque se votaron 37 mociones. ¡Treinta y siete! Suena a algo, pero cuando te das cuenta de que la semana pasada apenas lograron ver 88 en todas las sesiones, te queda claro el nivel del despiche en el que estamos metidos. Es como celebrar que en un presón de dos horas avanzaste un metro. Simplemente no es serio.
El problema de fondo es la matemática pura y dura, y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. Los diputados superaron las 600 mociones votadas, pero es que presentaron más de 2.500. Haciendo números rápidos, todavía les faltan casi 2.000 por discutir y votar. Y agárrense, porque después de eso viene la segunda ronda: las mociones de revisión, que son otras 2.500. ¡Qué torta! A este paso, vamos a llegar a las próximas elecciones presidenciales y estos maes van a seguir debatiendo la moción 1.845. Es un filibusterismo parlamentario de manual, una estrategia para cansar y alargar el proceso hasta que el proyecto muera de viejo o a alguien se le olvide por qué estaban discutiendo en primer lugar. La frustración es real, porque mientras ellos juegan a la política, hay gente esperando a ver si esta ley les cambia las condiciones de brete para bien o para mal.
Lo más irónico de todo es la famosa “guillotina”. Se supone que esta herramienta legislativa era para meterle el acelerador al asunto. Se aplicó el 11 de agosto con bombos y platillos, como la gran solución para cortar el chorizo de mociones. ¿Y el resultado? Un fracaso total. El plan, simple y sencillamente, se fue al traste. Las cifras no mienten: en la primera semana post-guillotina se vieron 119 enmiendas, luego 176, después bajó a 123 y la semana pasada se desplomó a un miserable total de 88. O sea, la supuesta solución para la lentitud terminó haciendo el proceso todavía más lento. Diay, si eso no es para arrancarse el pelo, yo no sé qué es. Estamos salados si seguimos dependiendo de “soluciones mágicas” que en la práctica son peores que la enfermedad.
Y como en toda buena novela tica, cuando parece que ya no puede haber más enredos, aparece un nuevo giro en la trama. Ahora la última ocurrencia es una moción del PUSC para mandar toda la vara a una comisión especial. La idea es, supuestamente, sacarla del Plenario para que un grupito más pequeño la analice y la devuelva “lista para votar”. Suena bien en el papel, ¿verdad? El problema es que ni el PLN ni el Frente Amplio se la creen del todo. Ya van cuatro versiones de esa propuesta y todavía hay dudas, lo que huele a más negociación bajo la mesa, más tiempo perdido y más politiquería. Pareciera que en lugar de buscar una solución real, solo están buscando otra forma de patear la bola para adelante y evitar tomar una decisión definitiva sobre un tema tan polémico.
Al final del día, lo que queda es una sensación de cansancio y un profundo escepticismo. Llevamos meses entrampados en un debate que avanza a paso de tortuga, con miles de mociones que, por cierto, se han rechazado en su totalidad. Es un desgaste enorme de tiempo y recursos para un resultado que, hasta ahora, es nulo. La promesa de un debate ágil y eficiente se convirtió en una maratón de obstruccionismo que pone en evidencia las grietas de nuestro sistema legislativo. Se habla mucho de reactivación económica y de modernizar las leyes laborales, pero a la hora de la verdad, todo se atasca en el mismo juego de siempre. La pregunta que queda en el aire es si algún día veremos el final de este capítulo o si simplemente estamos condenados a seguir viendo repeticiones.
Maes, ahora en serio, ¿ustedes qué creen que pase? ¿Esta nueva idea de la comisión especial es una salida de verdad para destrabar el asunto o es solo más atolillo con el dedo? ¿O ya esta vara se fue al traste y mejor que archiven ese chunche de una vez por todas?
El problema de fondo es la matemática pura y dura, y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. Los diputados superaron las 600 mociones votadas, pero es que presentaron más de 2.500. Haciendo números rápidos, todavía les faltan casi 2.000 por discutir y votar. Y agárrense, porque después de eso viene la segunda ronda: las mociones de revisión, que son otras 2.500. ¡Qué torta! A este paso, vamos a llegar a las próximas elecciones presidenciales y estos maes van a seguir debatiendo la moción 1.845. Es un filibusterismo parlamentario de manual, una estrategia para cansar y alargar el proceso hasta que el proyecto muera de viejo o a alguien se le olvide por qué estaban discutiendo en primer lugar. La frustración es real, porque mientras ellos juegan a la política, hay gente esperando a ver si esta ley les cambia las condiciones de brete para bien o para mal.
Lo más irónico de todo es la famosa “guillotina”. Se supone que esta herramienta legislativa era para meterle el acelerador al asunto. Se aplicó el 11 de agosto con bombos y platillos, como la gran solución para cortar el chorizo de mociones. ¿Y el resultado? Un fracaso total. El plan, simple y sencillamente, se fue al traste. Las cifras no mienten: en la primera semana post-guillotina se vieron 119 enmiendas, luego 176, después bajó a 123 y la semana pasada se desplomó a un miserable total de 88. O sea, la supuesta solución para la lentitud terminó haciendo el proceso todavía más lento. Diay, si eso no es para arrancarse el pelo, yo no sé qué es. Estamos salados si seguimos dependiendo de “soluciones mágicas” que en la práctica son peores que la enfermedad.
Y como en toda buena novela tica, cuando parece que ya no puede haber más enredos, aparece un nuevo giro en la trama. Ahora la última ocurrencia es una moción del PUSC para mandar toda la vara a una comisión especial. La idea es, supuestamente, sacarla del Plenario para que un grupito más pequeño la analice y la devuelva “lista para votar”. Suena bien en el papel, ¿verdad? El problema es que ni el PLN ni el Frente Amplio se la creen del todo. Ya van cuatro versiones de esa propuesta y todavía hay dudas, lo que huele a más negociación bajo la mesa, más tiempo perdido y más politiquería. Pareciera que en lugar de buscar una solución real, solo están buscando otra forma de patear la bola para adelante y evitar tomar una decisión definitiva sobre un tema tan polémico.
Al final del día, lo que queda es una sensación de cansancio y un profundo escepticismo. Llevamos meses entrampados en un debate que avanza a paso de tortuga, con miles de mociones que, por cierto, se han rechazado en su totalidad. Es un desgaste enorme de tiempo y recursos para un resultado que, hasta ahora, es nulo. La promesa de un debate ágil y eficiente se convirtió en una maratón de obstruccionismo que pone en evidencia las grietas de nuestro sistema legislativo. Se habla mucho de reactivación económica y de modernizar las leyes laborales, pero a la hora de la verdad, todo se atasca en el mismo juego de siempre. La pregunta que queda en el aire es si algún día veremos el final de este capítulo o si simplemente estamos condenados a seguir viendo repeticiones.
Maes, ahora en serio, ¿ustedes qué creen que pase? ¿Esta nueva idea de la comisión especial es una salida de verdad para destrabar el asunto o es solo más atolillo con el dedo? ¿O ya esta vara se fue al traste y mejor que archiven ese chunche de una vez por todas?