Maes, hay que hablar de una vara que tiene a más de uno con el cerebro hecho un nudo. Por un lado, el Gobierno de Rodrigo Chaves nos pinta un panorama económico casi de primer mundo, con números que brillan y discursos que suenan a pura vida. Pero por otro, cuando se trata de meterle plata a lo que de verdad importa, la respuesta es un rotundo “no hay”. Diay, como que algo no calza, ¿verdad? Y parece que no somos los únicos que lo notamos. El ahora candidato del PLN, el economista Álvaro Ramos, acaba de poner el dedo en la llaga con una pregunta que resuena en cada esquina: si la economía está tan bien, ¿para qué carajos sirve si no se ve en la calle?
La crítica de Ramos es tan simple como filosa. Cuestiona ese discurso de “brillante manejo económico” que escuchamos cada semana. Según él, el Gobierno se jacta de una supuesta estabilidad, pero a la hora de la verdad, la historia es otra. ¿Más policías para que no nos asalten en la parada del bus? No se puede. ¿Bajar las listas de espera en la Caja para que a uno no se le muera un familiar esperando una cita? Tampoco se puede. ¿Mejorar las escuelas que se están cayendo a pedazos? Adivinen... tampoco. La frustración de Ramos es palpable, y la verdad, es la misma que sentimos muchos: “Entonces, ya uno se empieza a preguntar, ¿para qué sirve que la economía esté bien?”. Es que, ¡qué despiche! Tener la billetera supuestamente llena, pero no poder gastar ni un cinco en arreglar la casa.
Y el ejemplo más claro de este enredo, según el liberacionista, es el caso de la Caja. Todos recordamos el drama: el Gobierno frenó en seco todas las inversiones importantes, desde nuevos hospitales hasta EBAIS, con la excusa de que la institución estaba al borde de la quiebra. Un discurso de terror para justificar la parálisis. Pero Ramos, quien fue jerarca de la SUPEN y conoce la vara por dentro, desmiente esa narrativa. Afirma que la CCSS tiene un superávit de tres mil millones de dólares. ¡Tres mil millones! Con esa plata, dice, no había ninguna necesidad de hacer sufrir a la gente. Para él, esa decisión no fue un error, fue jalarse una torta monumental que tiene a miles de ticos pagando las consecuencias con su salud.
Pero la cosa no para ahí. Ramos también apunta a la recaudación de impuestos. Se supone que si la economía crece, el Gobierno recoge más plata, ¿lógico, no? Pues parece que no. A pesar de que esta administración recibió una reforma fiscal recién salida del horno, los ingresos tributarios no paran de caer. Otra vez la misma pregunta: ¿cómo es posible que, con una economía que ellos mismos califican de exitosa, no alcance la plata para nada? Es una contradicción que huele raro, y que deja la sensación de que o los números no son tan bonitos como los pintan, o hay una seria incapacidad para gestionar el brete, o ambas.
Para rematar, está el tema del tipo de cambio, ese que tiene a los agricultores, al sector turismo y a las empresas de tecnología con el agua al cuello. Ramos no se atreve a llamarlo “manipulación”, pero sí habla de un “sesgo” clarísimo para mantener el dólar por los suelos. Esto, que puede sonar bien para el que compra chunches por internet, es una sentencia de muerte para miles de familias que dependen de las exportaciones. El problema de fondo, concluye el candidato, es un gobierno que parece más enfocado en construir una narrativa que en ejecutar soluciones reales, y que cuando las cosas salen mal, la culpa siempre es de otro. Una historia que, lamentablemente, ya nos suena bastante conocida.
Ahora les paso la bola a ustedes, maes. Más allá de si le creen a Ramos o no, de si son verdiblancos o de cualquier otro color, ¿ustedes sienten esa "bonanza económica" en el bolsillo y en los servicios públicos? ¿O sienten que, como dice el candidato, todo es un cuento y la plata simplemente no aparece?
La crítica de Ramos es tan simple como filosa. Cuestiona ese discurso de “brillante manejo económico” que escuchamos cada semana. Según él, el Gobierno se jacta de una supuesta estabilidad, pero a la hora de la verdad, la historia es otra. ¿Más policías para que no nos asalten en la parada del bus? No se puede. ¿Bajar las listas de espera en la Caja para que a uno no se le muera un familiar esperando una cita? Tampoco se puede. ¿Mejorar las escuelas que se están cayendo a pedazos? Adivinen... tampoco. La frustración de Ramos es palpable, y la verdad, es la misma que sentimos muchos: “Entonces, ya uno se empieza a preguntar, ¿para qué sirve que la economía esté bien?”. Es que, ¡qué despiche! Tener la billetera supuestamente llena, pero no poder gastar ni un cinco en arreglar la casa.
Y el ejemplo más claro de este enredo, según el liberacionista, es el caso de la Caja. Todos recordamos el drama: el Gobierno frenó en seco todas las inversiones importantes, desde nuevos hospitales hasta EBAIS, con la excusa de que la institución estaba al borde de la quiebra. Un discurso de terror para justificar la parálisis. Pero Ramos, quien fue jerarca de la SUPEN y conoce la vara por dentro, desmiente esa narrativa. Afirma que la CCSS tiene un superávit de tres mil millones de dólares. ¡Tres mil millones! Con esa plata, dice, no había ninguna necesidad de hacer sufrir a la gente. Para él, esa decisión no fue un error, fue jalarse una torta monumental que tiene a miles de ticos pagando las consecuencias con su salud.
Pero la cosa no para ahí. Ramos también apunta a la recaudación de impuestos. Se supone que si la economía crece, el Gobierno recoge más plata, ¿lógico, no? Pues parece que no. A pesar de que esta administración recibió una reforma fiscal recién salida del horno, los ingresos tributarios no paran de caer. Otra vez la misma pregunta: ¿cómo es posible que, con una economía que ellos mismos califican de exitosa, no alcance la plata para nada? Es una contradicción que huele raro, y que deja la sensación de que o los números no son tan bonitos como los pintan, o hay una seria incapacidad para gestionar el brete, o ambas.
Para rematar, está el tema del tipo de cambio, ese que tiene a los agricultores, al sector turismo y a las empresas de tecnología con el agua al cuello. Ramos no se atreve a llamarlo “manipulación”, pero sí habla de un “sesgo” clarísimo para mantener el dólar por los suelos. Esto, que puede sonar bien para el que compra chunches por internet, es una sentencia de muerte para miles de familias que dependen de las exportaciones. El problema de fondo, concluye el candidato, es un gobierno que parece más enfocado en construir una narrativa que en ejecutar soluciones reales, y que cuando las cosas salen mal, la culpa siempre es de otro. Una historia que, lamentablemente, ya nos suena bastante conocida.
Ahora les paso la bola a ustedes, maes. Más allá de si le creen a Ramos o no, de si son verdiblancos o de cualquier otro color, ¿ustedes sienten esa "bonanza económica" en el bolsillo y en los servicios públicos? ¿O sienten que, como dice el candidato, todo es un cuento y la plata simplemente no aparece?