Maes, hay noticias que uno lee y de entrada solo puede pensar: ¡qué torta! Y la de esta semana en Santa Ana es de libro. Vamos a desmenuzar la vara, porque tiene de todo: una patrulla hecha leña contra un poste, alcohol de por medio y, para rematar, la protagonista es una oficial de la Fuerza Pública. Diay, como dicen por ahí, apague y vámonos. La situación es un despiche por donde se le vea, porque no es solo el accidente, es el símbolo de quien se supone que debe poner el orden, siendo la primera en romperlo de la peor manera.
Pongamos las cartas sobre la mesa. Una oficial, en su horario de brete y manejando un chunche del Estado (una patrulla, nada menos), le dio un beso a un poste del tendido eléctrico en Piedades de Santa Ana. Cuando llegaron a ver qué había pasado, la sorpresa: la conductora presentaba un tufo a licor que no se podía disimular. Le hacen la alcoholemia y ¡bingo! Positiva para el delito de conducción temeraria. O sea, no solo se jaló una torta monumental, sino que lo hizo cometiendo un delito penal mientras vestía el uniforme que pagamos todos.
La respuesta de los altos mandos, como era de esperarse, fue tratar de controlar los daños. El comisario Marlon Cubillo salió a decir que ya abrieron una investigación administrativa y que, de momento, a la funcionaria la mandaron a la banca. En otras palabras, y como si hiciera falta aclararlo, le quitaron las llaves de las patrullas mientras se resuelve el asunto. ¡Solo eso faltaba! Lo que sí es interesante es que el MSP está esperando a ver qué dice la Fiscalía, porque la vara es que la oficial ahora tiene dos broncas enormes: una penal por conducción temeraria y otra interna por falta grave, que podría terminar hasta en un despido justificado.
Ahora, aquí es donde el asunto se pone más denso. El mismo director de la Fuerza Pública admite que este no es el primer caso de un oficial que choca una patrulla hasta las metates, aunque asegura que "han sido pocos". Idiay, habría que ver qué considera él "pocos", porque cada caso de estos es una mancha gigante en la credibilidad de toda la institución. La Ley General de Policía es clarísima y cataloga la embriaguez en servicio como una falta grave. El artículo 92 hasta contempla el despido, pero todos sabemos que a veces estos procesos se pueden volver un laberinto burocrático. La confianza cuesta un mundo construirla y un segundo para mandarla al traste.
Al final del día, esta vara golpea donde más duele: la confianza que uno, como ciudadano, le tiene a la policía. Se supone que ellos son el ejemplo, los que garantizan nuestra seguridad. Pero si un oficial no puede ni siquiera garantizar la suya (y la de los demás en la calle) por andarse echando los tragos, ¿qué nos queda al resto? Es un recordatorio de que nadie está por encima de la ley, y menos quienes juraron defenderla. Esperemos que la investigación sea transparente y que la sanción, sea cual sea, esté a la altura del despiche que se armó.
Y aquí les dejo la pregunta para que el foro arda: Más allá del caso puntual de esta oficial, ¿creen ustedes que las sanciones para este tipo de faltas en la policía son lo suficientemente severas? ¿O sienten que a veces estos despiches se manejan "a lo interno" y no pasa realmente nada?
Pongamos las cartas sobre la mesa. Una oficial, en su horario de brete y manejando un chunche del Estado (una patrulla, nada menos), le dio un beso a un poste del tendido eléctrico en Piedades de Santa Ana. Cuando llegaron a ver qué había pasado, la sorpresa: la conductora presentaba un tufo a licor que no se podía disimular. Le hacen la alcoholemia y ¡bingo! Positiva para el delito de conducción temeraria. O sea, no solo se jaló una torta monumental, sino que lo hizo cometiendo un delito penal mientras vestía el uniforme que pagamos todos.
La respuesta de los altos mandos, como era de esperarse, fue tratar de controlar los daños. El comisario Marlon Cubillo salió a decir que ya abrieron una investigación administrativa y que, de momento, a la funcionaria la mandaron a la banca. En otras palabras, y como si hiciera falta aclararlo, le quitaron las llaves de las patrullas mientras se resuelve el asunto. ¡Solo eso faltaba! Lo que sí es interesante es que el MSP está esperando a ver qué dice la Fiscalía, porque la vara es que la oficial ahora tiene dos broncas enormes: una penal por conducción temeraria y otra interna por falta grave, que podría terminar hasta en un despido justificado.
Ahora, aquí es donde el asunto se pone más denso. El mismo director de la Fuerza Pública admite que este no es el primer caso de un oficial que choca una patrulla hasta las metates, aunque asegura que "han sido pocos". Idiay, habría que ver qué considera él "pocos", porque cada caso de estos es una mancha gigante en la credibilidad de toda la institución. La Ley General de Policía es clarísima y cataloga la embriaguez en servicio como una falta grave. El artículo 92 hasta contempla el despido, pero todos sabemos que a veces estos procesos se pueden volver un laberinto burocrático. La confianza cuesta un mundo construirla y un segundo para mandarla al traste.
Al final del día, esta vara golpea donde más duele: la confianza que uno, como ciudadano, le tiene a la policía. Se supone que ellos son el ejemplo, los que garantizan nuestra seguridad. Pero si un oficial no puede ni siquiera garantizar la suya (y la de los demás en la calle) por andarse echando los tragos, ¿qué nos queda al resto? Es un recordatorio de que nadie está por encima de la ley, y menos quienes juraron defenderla. Esperemos que la investigación sea transparente y que la sanción, sea cual sea, esté a la altura del despiche que se armó.
Y aquí les dejo la pregunta para que el foro arda: Más allá del caso puntual de esta oficial, ¿creen ustedes que las sanciones para este tipo de faltas en la policía son lo suficientemente severas? ¿O sienten que a veces estos despiches se manejan "a lo interno" y no pasa realmente nada?