Maes, no sé si ya vieron el despiche, pero la noticia del día es que ni la gente de la Asamblea Legislativa se salva de los mañosos. Resulta que a la diputada Andrea Álvarez, del PLN, le aplicaron la clásica y le hackearon el WhatsApp. ¡Qué sal! La mae ahora está en una carrera contra el tiempo para avisarle a todo el mundo que no es ella la que anda pidiendo harina por mensaje. Imagínense el estrés, uno tranquilo en su brete y de pronto te enteras de que tu identidad digital anda por ahí pidiendo plata prestada. Una verdadera pesadilla.
Y diay, la vara es que el método es el que ya todos, tristemente, conocemos. El famoso phishing. Te llega un mensaje, un link, un código raro, uno por pura vida o por despistado cae, y ¡pum! Se fue al traste la seguridad de tu cuenta. En el caso de la diputada, los ciberdelincuentes no perdieron el tiempo y empezaron a mandar el típico mensaje: "Hola, ¿cómo estás? Ocupo un favor urgente...". El objetivo es clarísimo: suplantar la identidad de una figura de confianza para vaciarle las cuentas a sus contactos. Y seamos honestos, si te escribe una diputada pidiendo ayuda, más de uno podría caer redondito antes de pensarlo dos veces.
Pero más allá del mal rato para la legisladora, esta vara nos debería poner a todos a pensar. Si le pasa a alguien que, en teoría, debería tener protocolos de seguridad un toque más robustos por el puesto que ocupa, ¿qué nos queda a nosotros, los mortales? Vivimos con el celular pegado a la mano, ese chunche es nuestra vida entera: tiene los contactos, las fotos, el acceso al banco, los correos del brete... todo. Dejar esa puerta abierta es jalarse una torta monumental, porque los estafadores de hoy ya no necesitan una pistola, les basta con un poquito de ingeniería social y que uno ande en la luna.
Lo que me parece más delicado en este caso es el nivel de vulnerabilidad que demuestra. No estamos hablando de un hacker ruso en un sótano oscuro intentando desestabilizar el gobierno, no. Estamos hablando de una estafa relativamente común, de esas que le aplican a la tía o al compa de la oficina. Que una figura política caiga en esto evidencia que en Costa Rica todavía andamos en pañales en temas de ciberseguridad. La alfabetización digital no es solo saber usar Instagram, es entender los riesgos y saber cómo protegerse. Y parece que esa materia la estamos perdiendo por goleada en todo el país.
Al final, la diputada ya está poniendo las denuncias y haciendo lo que le toca, pero la moraleja de esta historia es que hay que andar más avispado que una ardilla. Activen la verificación en dos pasos, desconfíen de cualquier mensaje que pida plata (así sea de su mamá) y no abran enlaces de dudosa procedencia. La prevención es la única herramienta real que tenemos. En fin, un despiche total para la verdiblanca, pero una llamada de atención para todos nosotros. Ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Creen que en Costa Rica le damos la importancia que se merece a la seguridad digital, o somos demasiado "pura vida" hasta para eso y dejamos que nos metan el gol muy fácil?
Y diay, la vara es que el método es el que ya todos, tristemente, conocemos. El famoso phishing. Te llega un mensaje, un link, un código raro, uno por pura vida o por despistado cae, y ¡pum! Se fue al traste la seguridad de tu cuenta. En el caso de la diputada, los ciberdelincuentes no perdieron el tiempo y empezaron a mandar el típico mensaje: "Hola, ¿cómo estás? Ocupo un favor urgente...". El objetivo es clarísimo: suplantar la identidad de una figura de confianza para vaciarle las cuentas a sus contactos. Y seamos honestos, si te escribe una diputada pidiendo ayuda, más de uno podría caer redondito antes de pensarlo dos veces.
Pero más allá del mal rato para la legisladora, esta vara nos debería poner a todos a pensar. Si le pasa a alguien que, en teoría, debería tener protocolos de seguridad un toque más robustos por el puesto que ocupa, ¿qué nos queda a nosotros, los mortales? Vivimos con el celular pegado a la mano, ese chunche es nuestra vida entera: tiene los contactos, las fotos, el acceso al banco, los correos del brete... todo. Dejar esa puerta abierta es jalarse una torta monumental, porque los estafadores de hoy ya no necesitan una pistola, les basta con un poquito de ingeniería social y que uno ande en la luna.
Lo que me parece más delicado en este caso es el nivel de vulnerabilidad que demuestra. No estamos hablando de un hacker ruso en un sótano oscuro intentando desestabilizar el gobierno, no. Estamos hablando de una estafa relativamente común, de esas que le aplican a la tía o al compa de la oficina. Que una figura política caiga en esto evidencia que en Costa Rica todavía andamos en pañales en temas de ciberseguridad. La alfabetización digital no es solo saber usar Instagram, es entender los riesgos y saber cómo protegerse. Y parece que esa materia la estamos perdiendo por goleada en todo el país.
Al final, la diputada ya está poniendo las denuncias y haciendo lo que le toca, pero la moraleja de esta historia es que hay que andar más avispado que una ardilla. Activen la verificación en dos pasos, desconfíen de cualquier mensaje que pida plata (así sea de su mamá) y no abran enlaces de dudosa procedencia. La prevención es la única herramienta real que tenemos. En fin, un despiche total para la verdiblanca, pero una llamada de atención para todos nosotros. Ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Creen que en Costa Rica le damos la importancia que se merece a la seguridad digital, o somos demasiado "pura vida" hasta para eso y dejamos que nos metan el gol muy fácil?